Las personas andan por las veredas y las calles, andan por el río y por el mar. También por el aire y por la tierra. Y por el hielo y por las montañas y las colinas. Pero nada de lo que huelen, ven o pisan les pertenece. Habitan una geografía que ya no les pertenece. Es que hace tiempo que la geografía del mundo, por sobre todas las cosas, la propia, ha sido distribuida a la manera de un juego de mesa estilo El estanciero (esa época en la cual uno podía leer buenas revistas, a veces escritos con algo de vuelo en algún diario), o el Monopolio.
Se me hace que en algún momento de la historia comenzó este estado de las cosas que no podemos llamar menos que una violenta, y muchas veces sutil, expropiación de la pertenencia. Ese es el lugar que debemos ocupar, el que al parecer se nos ha dado como destino: el del desarraigo.