Por Ariel Pennisi* | En una entrevista reciente, publicada por el canal Filo.news (en Youtube), la presidenta del PRO Patricia Bullrich dejó constancia una vez más de su única estrategia pública en relación a la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado: la mentira. En lugar de remitirse al hecho incontrastable de que la causa sigue abierta, a la intervención de la CIDH (el pedido, en 2020, de explicaciones al Estado argentino) o al petitorio de incorporación de una nueva testigo por parte del fiscal, la inefable ex diputada menemista, ex ministra de la Alianza y de Cambiemos adopta la mentira como estrategia comunicacional y política. No es antojadiza la afirmación, ni tiene que ver con una particular voluntad de injuria, sino que se sustenta en algo que algunos políticos profesionales como Bullrich y buena parte del periodismo acólito devalúan cada vez más: los hechos.
Una política de la mentira
Cuando el periodista le preguntó por la aparición de una testigo que complicaría la situación de la Gendarmería y de los más altos mandos en la causa por desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado, Bullrich respondió altanera: “no existe”. Y continuó: “todo el mundo vio lo que pasó con Maldonado”. Es decir, una mentira seguida de una vaguedad, quizás con el objetivo de cambiar de tema. Lo cierto es que LA TESTIGO EXISTE. De hecho, el Fiscal Federal subrogante de Esquel, Federido Baquioni Zingaretti pide al juez de la causa (FCR 8232/2017) en un Dictamen emitido por su fiscalía el 3 de mayo de este año la incorporación de la declaración de una testigo de identidad protegida y en beneficio de la cual se adoptaron medidas de seguridad por el alto riesgo que corre.
La segunda mentira tiene que ver con la investigación en el momento en que Bullrich como ministra era la principal responsable: “quedó en el mismo lugar donde se ahogó sin que nadie lo viese ni nadie lo tocase”, dijo. Incluso agregó que Maldonado “quedó atrapado en un río muy difícil, que ni los prefectos se animaban a entrar…”, casi acusándolos, sin darse cuenta, de abandono de persona. De los tres rastrillajes (5/8; 16/8 y 18/9) que se hicieron durante los 78 días que Santiago Maldonado estuvo desaparecido se desprende en los informes oficiales que EL CUERPO NO SE ENCONTRABA EN EL LUGAR en el que la propia Gendarmería sostenía haberlo dejado en el marco de la represión, ni donde efectivamente fue encontrado, río arriba, el 17 de octubre. De hecho, si se observa el video del primer rastrillaje, realizado el 5 de agosto, recién cuatro días después de la desaparición, no se necesita una pericia especializada para advertir que los buzos de las fuerzas de seguridad directamente chapotean en el agua de un río bajo que apenas alcanza a cubrirlos hasta la cintura. Nora Cortiñas se hizo presente en uno de los rastrillajes y como integrante de la Comisión Provincial por la Memoria (querellante en la causa) le dijo al juez Lleral, en ocasión de la apelación, que no tomara por tonta a la gente involucrada, ya que ella había estado en el lugar y era evidente que el cuerpo no se encontraba ahí. De hecho, en ningún lado se sostiene oficialmente que el cuerpo apareció donde había desaparecido.
En tercer lugar, Bullrich, no sólo poco empática, sino irrespetuosa y con ribetes de encono, cada vez que se refiere a Sergio Maldonado, sostiene que “el Estado los ayudó, le dio plata a la familia, le dio plata a Sergio Maldonado para viajar y hacer sus trámites…” y remata: “no se dejaron nunca ayudar”. Este tipo de declaraciones, entre otras INFORMACIONES FALSAS que incluyeron hipótesis disparatadas por parte de miembros del gobierno de Macri y medios de comunicación que, con pautas publicitarias récord pagadas por el Estado, funcionaron prácticamente como medios oficiales, motivaron una ola de escraches y agresiones muy violentas por las redes contra los familiares de la única víctima que fue Santiago Maldonado.
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El populismo fascistoide crece en nuestro país desde hace más de una década y el caso Maldonado fue en parte capturado por esos lugares de enunciación presentes en parte de la sociedad y agitados por quienes cuentan con medios y muchos recursos para sacar ventaja de ello: la violencia institucionalizada y mercantilizada como una forma de hacer política. De hecho, es un lugar común acusar a las organizaciones de Derechos Humanos o a las militancias de izquierda de hacer política con este tipo de casos; pero fue más bien al revés, la derecha desembozada hasta el día de hoy no deja de hacer política sobre el cadáver de un desaparecido y reaparecido muerto en democracia. Una política doble como su moral: por un lado, niegan los hechos tras haber presionado a la justicia y haber cometido todas las tretas posibles para embarrar y distorsionar la causa; por otro, deslizan que de todos modos Santiago Maldonado no tenía nada que hacer en ese lugar, que prácticamente era un terrorista… La voz de Patricia Bullrich es la voz de la impunidad, su tranquilidad es la temeridad de quienes pelean por una tierra expropiada (como la defendida por Maldonado acompañando a integrantes de una comunidad del pueblo Mapuche) o de quienes cuentan solo con los mecanismos de la república real para defenderse.
En el plano de los hechos y su procesamiento judicial, lo que confirmaron seis jueces de distintas instancias es que la autopsia quedó incompleta y sesgada por la interpretación del Juez Lleral. Cabe recordar que el fallo con que pretendió cerrar la causa coincidió con la organización del G-20 en Buenos Aires, en un contexto de zona liberada para el espionaje a periodistas y activistas por parte del gobierno de Cambiemos. Tras citar burdamente a Aristóteles en el fallo final, Gustavo Lleral le confesó a la madre de Santiago Maldonado que fue “presionado” para cerrar la causa. ¿Por qué es importante volver sobre cada aspecto de lo sucedido y de la causa incluyendo la autopsia? No hay un solo tramo de este caso que no esté dominado, o bien por la irregularidad, o bien por pruebas e indicios que apuntan a una desaparición forzada por parte de la Gendarmería con la conducción inequívoca de Bullrich y sus funcionarios.
Desde las declaraciones previas de Pablo Noceti (entonces jefe de gabinete de Bullrich y ex abogado del estudio que defendió al genocida Leopoldo Galtieri), la ilegalidad de la represión por él mismo dirigida, la camioneta cuyo GPS indica una distancia incongruente con el momento posterior al operativo y cuya superficie fue apresuradamente lavada, las adulteraciones de los libros de Gendarmería, los audios y las geolocalizaciones de teléfonos celulares que el juez se negó a incorporar a la causa, mentiras como la que aducía inexistencia de una filmación de procedimiento, desmentida por una foto en la que se ve a un gendarme filmando en medio de la represión, el descarte y las amenazas a testigos, el espionaje que acusaron organismos de DDHH y el propio Sergio Maldonado (quien fue espiado sabe cómo notarlo en su teléfono celular, entre otras situaciones, luego difíciles de probar ante un poder judicial que es puro letargo), etc., etc., etc.
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La autopsia de la autopsia
Tras la aparición del cuerpo de Santiago Maldonado, el 17 de octubre de 2017, días antes de las elecciones intermedias, la ficción mediática y la imaginería social inmediata aceptaron acríticamente o se aprovecharon electoralmente del asunto. Se usó la espectacularización de la autopsia al cuerpo de Santiago Maldonado como un tribunal prematuro. Por fuera de cualquier cuestionamiento a las y los profesionales, hoy podemos decir que se trató de la reducción de un complejo caso que toca sensibles fibras de nuestra vida colectiva y de nuestra historia reciente, a un terreno convenientemente aséptico y despolitizado. Reducción que, claro, un sector político utilizó como victoria mediática y luego judicial.
Así como las autopsias pretenden, mediante una reducción científica del tiempo, del paisaje y de lo vivo mismo, convertirse en el signo y, si es posible, en el relato cabal de algo sucedido, no es descabellado someter a una autopsia a sus propias reglas, convirtiéndola, a su vez, en objeto de una nueva pericia, una autopsia de la autopsia. Enumeremos solo algunos de los puntos que trató, a partir del análisis crítico de la autopsia y de las variables que fueron dejadas de lado, el criminólogo y especialista en autopsias Enrique Prueger desde la Universidad Nacional de Río Negro, conjuntamente con especialistas de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Tecnológica Nacional.
- El principal argumento que se utilizó para justificar el relativo “buen” estado del cuerpo de Santiago Maldonado es la crioconservación (menos de 90°C bajo cero); sin embargo, según los mencionados especialistas, en los ríos patagónicos no hay crioconservación. La temperatura del agua un día similar al que desapareció el cuerpo de Santiago Maldonado es de aproximadamente 6°C –mientras que en la autopsia trabajaron con una temperatura promedio de 3,9°C–. Según el informe de Prueger, citando la misma bibliografía utilizada por los peritos de la autopsia, la data de la muerte a esa temperatura no podría pasar los 20 días; de modo que, si el cuerpo hubiera permanecido 78 días en el agua, como presumió el juez Lleral en su fallo, no podría haberse encontrado en el estado en que se encontró.
- Declaran en el informe de la autopsia oficial que le tomaron las huellas dactilares para identificarlo. Pero semejante posibilidad es negada en los propios libros o por papers de algunos de los peritos de la autopsia, ya que, según sostienen, la piel se desprende entre los 20 y 30 días de exposición al agua (o a una cierta densidad de humedad).
- El informe de la bióloga y palinóloga (analista especializada en el estudio de polen y esporas, vivos o fósiles) Leticia Povilauskas, donde se analizaron las prendas de Santiago Maldonado y su relación con el entorno vegetal del río Chubut demuestra que se hallaron granos de polen pertenecientes a Austrocedrus chilensis (ciprés), coníferas de zonas boscosas ausentes por kilómetros a la redonda (las márgenes del río están pobladas predominantemente por sauces). No sólo no hay forma de explicar la presencia de ese tipo de polen en la vestimenta, sino que el polen no puede permanecer más de 20 o 30 días en ropa de nylon.
- De acuerdo a la fauna del lugar (nutrias, hurones, peces, cangrejos) el cuerpo debió ser repetidamente atacado, pero no hay rastros de ello. El cuerpo apenas presentaba vestigios de degradación. Incluso, los investigadores independientes colocaron como prueba en el mismo lugar 1 kilo de carne y en dos semanas no quedó nada.
- Desde un punto de vista científico, las lesiones producidas por el frío, a nivel médico, se observan en los cartílagos, en las epífices (extremos) de los huesos, mientras que el informe de la autopsia indica que “ha padecido frío” y que esas lesiones en el cuerpo de Santiago Maldonado aparecen sólo hasta la altura de las rodillas. “Entonces que me expliquen cómo hace uno para ahogarse con el agua hasta las rodillas”, se sorprende Prueger.
- La ropa estaba intacta. ¿No luchó? ¿No hizo movimientos desesperados? ¿No hubo posteriormente rozamientos de ningún tipo? La rosa mosqueta que se interponía en su supuesto sendero hacia el río habría dejado claras marcas. Además, la parte de ropa de algodón fue encontrada en perfecto estado, cuando el algodón a los 30 días se deteriora de manera irreversible. Luego, las zapatillas estaban impecables y con barro no verificado en las suelas.
- La profundidad del río en agosto no excedía los 50 cm. Como decíamos, en los videos de los rastrillajes de los buzos se observa claramente cómo chapotean en el agua forzando su horizontalidad, ya que no hay profundidad.
- En la autopsia no especificaron la cantidad de muestra que toman para determinar las diatomeas ni las diatomeas encontradas. Los médicos dijeron que se murió de frío antes de que el torrente sanguíneo las traslade hasta le médula. La Dra. Sara Maldonado (investigadora principal de CONICET, Laboratorio de Biología del Desarrollo de las Plantas), quien había sido docente de varios de los peritos presentes en la autopsia, se refirió a las diatomeas o microalgas halladas en el cadáver, incorporando información y dudas decisivas a los fines de seguir investigando. Todo desestimado por el juez.
La testigo que “no existe”
Según el dictamen del fiscal Federido Baquioni Zingaretti, la testigo, miembro de Gendarmería que trabajaba en el consultorio del Escuadrón 36 Esquel, entró en contacto con gendarmes que participaron de la represión el 1 de agosto, escuchó conversaciones incriminatorias e incluso le ordenaron esconder una caja que contenía teléfonos celulares y un arma justo en el momento en que la Policía Federal debía allanar los destacamentos de Gendarmería en el barrio militar. Transcribimos (con errores originales y tachaduras de lo que podría comprometer a la testigo, sólo destacando frases en negrita) algunos pasajes de la declaración que debería ser incluida en una causa que, a su vez, espera por la resolución de la Corte Suprema, a la que la defensa de Maldonado pidió un pronto despacho[1]. Es algo extenso para una nota periodística, pero vale la pena su lectura:
“El día 2/08/17 asistieron a su consultorio Dávila Felipe y Jorge Espejo comentando que había un detenido, se referían a él como el ‘hippie’, lo habían detenido en la zona del campo de Benetton. Ellos manifestaron que en ese lugar había una unidad, una sección Gendarmería. Lo que referenciaban era que habían detenido, una persona y la habían llevado ahí porque había mucho alboroto, situaciones de violencia. Estas dos personas están ingresadas en el libro de atención que llevaba la testigo en su puesto de trabajo.”
“El lunes 7/08/17 a las 5 AM tocó el timbre de su casa Juan Pablo Escola, XXXXXXXX. Él le avisó que iba haber un allanamiento en el barrio militar y en el Escuadrón donde se encontraban prestando revista. Detalló que el Segundo Comandante Juan Pablo Escola le pidió que guardara una caja, le dijo ‘haceme esa gauchada XXXXXXX’. Ella expresó que no entendía que estaba sucediendo, que iba a haber un allanamiento y le estaba dando una caja. Al preguntarle al Comandante de que se trataba, le dijo que se callara la boca, que ella sabía lo que tenía que hacer, que era una orden y que no preguntara más nada. Dejó la caja arriba de la mesa y fue a trabajar. En el Escuadrón no lo vio a Escola. (…) Al otro día, por consejo de su padre llevó la caja en una bolsa a su consultorio, y la dejó arriba de la camilla. Le comentó la situación a su compañera de trabajo, Cabo Primero Magali Bustos. (…) La Cabo Primero Magali Bustos, le dijo que ella subía y la guardaba arriba en la esquina del consultorio, donde había un altillo, hasta tanto pudieran hablar con Escola, y así lo hizo. (…) La Cabo Primero Magali Bustos le dijo que en el interior de la caja vio una pistola, celulares y un par de trapos. En ese momento llegó el Segundo Comandante Juan Pablo Escola y le avisó que iba a ir su señora. (…) Zulma Alegre subió a una escalerita, y se llevó la caja, le dijo que cómo la había llevado ahí, que era importante para su marido y se fue. Atrás de ella llegó el Segundo Comandante Juna Pablo Escola, quien la increpo diciéndole que era poco inteligente, que como se le había ocurrido traer la caja al Escuadrón habiendo un allanamiento, que le había dicho que a esa caja había que guardarla bajo siete llaves.”
“Un día llegó el Sargento Alegre Daniel –después de los allanamientos en el Escuadrón 36 Esquel– quien pertenencia al área de pericia. Estaba mal le transpiraban las manos, y le temblaba la voz. Él le comentó que se sentía mal, que vio cosas nunca antes había visto, que tenía miedo y que no sabía con quien hablar. Ella preguntó que había visto y él no le respondió, estaba en shock, solo le dijo que había material que no se llevaron, que no sabía qué hacer con ese material…”.
“XXXXXXXX, especificó que Magali Bustos tenía su marido que también era gendarme y trabajaba en comunicaciones, Cabo Primero Bruno Cárcamo. Ella le comentó que él le había dicho que, en el momento en que estaba de guardia, había recibido un radio encriptado que decía que hacer con el cuerpo…”.
“Detalló que Marcelo González iba a Sanidad siempre porque tenía una enfermedad, trabaja en la sección núcleo. Él le contó que en núcleo se sabía quién le quitó la vida a Santiago Maldonado, que Ahumadita se había mandado la cagada del siglo. Al parecer ‘Chuqui’ (apodo con el que identificaba a Juan Pablo Escola) había dado la orden, y Ahumada la había ejecutado. (…) Marcelo González también decía que había un puesto de Gendarmería Nacional en la estancia Benetton y que a Santiago Maldonado lo tenían ahí.”
“Agregó que a partir de los dichos de una enfermera de uno de los móviles que se encontraba en ese momento en Gendarmería, supo que Yanina Saldaño del Escuadrón 35 ‘El Bolsón’, estaba en una crisis emocional, porque la intimidaban todo el tiempo para que relate algo que no era verídico.”
“Destacó que Jorge Renaif estaba en la zona de Intendencia, dentro Ayudantía, que es el lugar donde están los Secretarios de los Jefes. Un día se hizo presente en su consultorio y le dijo que estaban preparando algo para ella, que la iban a sacar como referente de género, que la estaban nombrando como que era la “zurdita”, que ya estaba en situación de amenaza, que era una testigo clave porque estaba sabiendo mucho, que le tenían que cerrar la boca, y que se cuidara.”
“Manifestó que fueron cuatro años en los que no pudo hablar, afectando todo su trabajo. Cuando decidió salir de Esquel, tomó la decisión de hacer la denuncia ante el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.”
Es curioso que los adalides de la seguridad, quienes demonizan a ladrones de gallinas o fantasean con mapuches entrenados por Isis se vuelvan tan indulgentes cuando les toca dar cuenta de un crimen de crímenes. Son demasiadas las irregularidades de una causa que deja tras de sí funcionarios judiciales recusados, un Ministerio de Seguridad que utilizó a sus mandados para entrometerse en los asuntos de la justicia, encubrimientos al más alto nivel, gendarmes que esconden pruebas y adulteran registros, un pasamanos insólito entre varios jueces para que la causa desemboque siempre en el juez que la había mal cerrado y, para colmo, se declara incompetente.
Son demasiados los elementos que, aceptados como pruebas, permitirían una verdadera investigación, justo lo que la familia Maldonado pide a gritos desde un comienzo, una verdadera e imparcial investigación. En el país que engendró la sistematicidad de la desaparición forzada de personas por parte del Estado, cuyas fuerzas de seguridad no abandonaron muchas de las prácticas llevadas a su máxima expresión en dictadura, en un país que –según dejan ver la persistencia de la CORREPI, el último libro de Adriana Meyer o el trabajo de Bruno Napoli, entre otros– desaparece personas en democracia; la lucha desde abajo y la investigación autónoma son las formas vitales que nos quedan para intentar comprender, para no dejar pasar la impunidad asesina, para elaborar anímicamente el dolor que nos reúne cada vez. En eso las Madres fueron nuestras maestras y lo siguen siendo.
*Ensayista, editor (Red Editorial), docente (UNPAZ, UNA), integrante del Instituto de estudios y Formación de la CTA A – @ArielPennisi1 | Nota publicada previamente en Tiempo Argentino.