Por Sergio Rodríguez Gelfenstein | Tras la visita de Nancy Pelosi a Taiwán se despertaron muchas opiniones respecto de lo que podía y debía hacer China como respuesta. La semana anterior reseñamos algunas acciones que me hicieron llegar los lectores como conclusión de sus propias reflexiones. Muchas de ellas eran de carácter confrontacional y catastrófico, suponiendo la necesidad de una réplica por parte de China que hubiera conducido a una guerra, incluso de carácter nuclear. Tales opiniones no parecían considerar el impacto que un evento de estas características tendría en todo el planeta. Algunos razonamientos, de forma temeraria -desde mi punto de vista- aseguraban que si no había una dura respuesta (entendida esta como una de carácter bélico) iba a manifestar debilidad de parte de China.
Tratando de anteponerme a este probable punto de vista escribí “No obstante, para los que suponían que la respuesta china iba a ser el derribo del avión de Pelosi, la invasión con una fuerza naval al territorio de Taiwán, o la devastación de la isla con una lluvia de misiles hipersónicos, hay que decir que no saben nada de China, de su filosofía, de su historia, ni de su práctica política y diplomática”.
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Sin embargo, tal inquietud motivó la mía por lo que me dispuse a investigar a fin de dar a conocer lo que los propios chinos piensan en términos estructurales acerca de su confrontación estratégica con Estados Unidos. Por esta razón, daré a conocer los aspectos más importantes de un largo artículo escrito recientemente por el Dr. Huang Renwei, vicepresidente del Instituto de Relaciones Internacionales de la Academia de Ciencias Sociales de Shanghái, titulado ¿Por qué la disputa de China contra el poder hegemónico estadounidense entró en una fase de estancamiento estratégico?
En general el texto define que esa fase de estancamiento estratégico entre China y Estados Unidos es un intermedio entre las fases de “intensificación y amortiguación de la batalla”. Según el autor, esta etapa tendrá una duración de alrededor de 30 años en dependencia de las condiciones que China sea capaz de crear para lograr su objetivo de convertirse en una potencia moderna, del cambiante equilibrio de poder entre Estados Unidos y China y de cuánto influyan los cambios de gobierno en Estados Unidos y el ajuste que puedan hacer de su política hacia China.
En el esfuerzo de explicar esta interesante idea que señala el carácter estratégico de la confrontación entre las dos potencias, el Dr. Huang explica que el concepto de “fase de contención estratégica” fue acuñado por Mao Zedong en su obra Sobre la guerra prolongada, publicada en Japón durante la Guerra de Resistencia. En ese entonces Mao definió tres etapas para dicha guerra: la ofensiva estratégica de Japón, el enfrentamiento estratégico (o estancamiento estratégico) de China con Japón y la contraofensiva estratégica de China.
Sobre la base de esa concepción, el autor desarrolla su hipótesis, pero advierte que en comparación con aquel conflicto, hay tres diferencias principales con la rivalidad estratégica entre China y Estados Unidos en la actualidad:
la primera es que esta nueva competencia no se produce en un marco de conflicto bélico. En segundo lugar, establece que la tercera etapa no estará signada por una contraofensiva estratégica, porque China no tiene el objetivo de derrotar completamente a Estados Unidos. La tercera diferencia es que tras un largo periodo de estancamiento estratégico, las relaciones entre China y Estados Unidos “entrarán en un estado de coexistencia y cogobierno”.
El investigador chino cree que la etapa de “estancamiento estratégico” tiene tres características: el equilibrio relativo de poder entre las dos partes, la dificultad de que cualquiera de los dos bandos derrote al otro y la indefinición entre lo que podría significar la victoria y la derrota. Todo ello a partir de que ambas partes tienen una fuerte confianza en su capacidad para resistir y sostener el estancamiento estratégico: “Estados Unidos confía en que mantendrá la hegemonía mundial durante más de 50 años, y China confía en que logrará el gran rejuvenecimiento de la nación para 2050…”
Esta fase de estancamiento estratégico que se transita está caracterizada por la dualidad de las estructuras de poder chinas y estadounidenses. Ello se explica porque Estados Unidos se ha mantenido relativamente fuerte durante su largo declive, mientras que China se ha mantenido débil durante su ascenso, lo cual se está modificando. Esta característica ha hecho que el fundamento principal que se vive es el de una etapa de cambios sin precedentes que se transformará con el tiempo.
Para Estados Unidos la dualidad significa una cada vez mayor brecha entre su poder hegemónico y sus objetivos, toda vez que cuando en el mundo bipolar Estados Unidos y la Unión Soviética eran superpotencias, su hegemonía mundial era incompleta. Tras el fin de la guerra fría y la desaparición de la URSS, Estados Unidos se convirtió en la única superpotencia del mundo, estableciendo una hegemonía unipolar que no pudo sostener como se manifiesta con la retirada de las tropas de Afganistán y la crisis en Ucrania.
No obstante, en este período de largo declive, Estados Unidos sigue siendo el país más poderoso del mundo basado en su considerable control financiero, mayor innovación científica y tecnológica, superior poder de ataque militar y la capacidad de influir en la opinión pública del mundo. En este sentido, hay que considerar que “declive de la hegemonía” no es lo mismo que “debilitamiento del poder nacional global” de Estados Unidos. Además, el sistema internacional actual heredado de la segunda guerra mundial sigue estando influido en una forma determinante por Estados Unidos, no obstante que ahora está intentando alterar esa situación, estableciendo lo que denomina “orden internacional basado en reglas”, que no es más que una nueva imposición estadounidense.
En este punto, el también director del Instituto Pudong para la Economía de Estados Unidos dice que se deben considerar otras variables, si la confrontación entre las potencias emergentes y las defensoras es inevitable en el proceso de transferencia de poder a las grandes potencias. Así mismo, si la reducción de la brecha de poder entre las potencias ascendentes y las defensoras creará límites y conducirá a un enfrentamiento estratégico. Dicho en otras palabras, se debe tener en cuenta que en 2001, la economía de China era el 10% de los Estados Unidos mientras que este año llegará a ser del 77%. Esa cifra continuará ascendiendo sin que Estados Unidos pueda impedir que China lo alcance y lo supere.
Otra variable que obliga a la reflexión es si las contradicciones estructurales entre China y Estados Unidos pueden transformarse en relaciones de confrontación en determinadas condiciones, o en relaciones de cooperación en otras. China y Estados Unidos tienen un alto grado de interdependencia y coincidencia de intereses, y ninguno puede abandonar por completo la relación complementaria con el otro e implementar el llamado “desacoplamiento”.
Desde mi punto de vista esta última aseveración encarna una contradicción dialéctica, toda vez que no parece posible que en el futuro pueda haber “relaciones de cooperación” entre Estados Unidos y China porque ello entraña una confrontación antagónica entre socialismo y capitalismo, si es verdad que como se ha enunciado una y mil veces y se reiterará en el próximo XX Congreso del Partido Comunista de China, el país avanza hacia el socialismo. Este tema es obviado en el análisis del Dr. Huang.
En una nueva arista del asunto, también se analiza cuál pueda ser la duración de esta fase de estancamiento estratégico. El académico considera que eso dependerá de la velocidad del cambio en el equilibrio de poder entre las dos partes. Este poder se refiere a una competitividad global que abarca todos los factores, incluidos los económicos, militares, diplomáticos, políticos y de opinión pública en los que la competitividad científica y tecnológica viene a ser un elemento decisivo para establecerse como potencia nacional global contemporánea, por lo cual, la velocidad del desarrollo tecnológico de China determinará la duración de esta fase. En cuatro áreas: ciencia y tecnología, militar, finanzas y poder blando, Estados Unidos sigue siendo dominante y aunque la diferencia con China se está reduciendo, la misma sigue siendo significativa no obstante que se espera que para 2035, China se acerque al nivel de Estados Unidos en áreas tecnológicas básicas en su camino hacia el cumplimento de las metas estratégicas trazadas para el centenario de su fundación en 2049.
Este es el marco que permite entender la tendencia general de las relaciones entre Estados Unidos y China a fin de mantener la estabilidad estratégica, considerando –como se dijo antes- que cada cambio de presidente en Estados Unidos significará oscilaciones en la política entre las dos potencias.
Este contexto debería llevar a China a explotar el éxito de estos cambios cíclicos con el objetivo de ganar la iniciativa estratégica y aprovechar este periodo de amortiguación, evitando una confrontación a gran escala con Estados Unidos. Huang concluye afirmando que: “…si queremos evitar un enfrentamiento estratégico entre Estados Unidos y China en un período de 20 a 30 años, tenemos que aprovechar […] para digerir las secuelas dejadas por el período anterior de intensificación y prepararnos para la crisis que puedan surgir en el siguiente período…”.
Como se puede observar, el asunto es mucho más complejo que las repercusiones que pueda generar el viaje de la señora Pelosi a Taiwán, la diatriba en torno a si se debió haber derribado su avión e incluso la posibilidad de ocupar Taiwán por la fuerza, operación que en términos militares no debería representar mayor inconveniente para China, pero que conduciría a una conflagración que Beijing quiere evitar a toda costa, porque el éxito de su pensamiento y de su filosofía, se sustenta en ganar por la superioridad de su poder blando, tal como se extrae de las enseñanzas de Confucio.
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