Primera, única y última aclaración: la aporía, al decir de varias personas que por momentos razonaban, o trataban de hacerlo, y tenían el don de la indagación, o aparentaban tenerlo, como Sócrates, Platón y Aristóteles, definían a esa palabra como una suerte de estado de la razón subyugado, o sometido, por diversas y ocultas razones, a un conocimiento falso de la realidad, a un presunto conocimiento de la realidad fundado en un encadenamiento de verdades engañosas.
Aporía: juicio u opinión de imposible solución, sin salida, fruto de la maraña de contradicciones que a cada instante afloran en el raciocinio. Una dificultad lógica insalvable. “Igualdad de conclusiones contrarias”, dicen que decía Aristóteles.
Un entredicho sin límites entre el sentido, la identidad y los fundamentos. La habituación a privilegiar voces, y menospreciar la propia, y de tal modo caer rendido ante lo altisonante y a esa altisonancia delegar todo tipo de cavilación, de reflexión. La veracidad del significado de la palabra.