Redacción Canal Abierto | Con más de tres décadas de trayectoria, la banda de punk rock uruguaya Trotsky Vengarán renovará su relación con el público de nuestro país cuando este sábado se suba al escenario del Uniclub (Guardia Vieja 3346, CABA). El motivo de la visita es la presentación de Una noche de rock en Medallo, registro en vivo de una presentación en Medellín durante su gira de 2019.
“Ya está todo ajustado, yo no participo de los ensayos esta semana porque estoy acá, pero se está metiendo ensayo porque justo esta fecha y alguna otra nos quedan en medio de un parate que armamos justamente para mezclar el disco y para preparar un show muy grande, que vamos a hacer en Montevideo para 4.000 personas y eso nos obliga a guardarnos un poquitito para generar más expectativa. Así que esto hace que el recital se vuelva muy importante para nosotros, básicamente porque nos gusta tocar”, explica entusiasmado el cantante y compositor Guillermo Peluffo.
No son la primera banda uruguaya en venir a grabar a Argentina. ¿Qué es lo que ocurre? ¿No están las condiciones dadas allá?
-Las cosas están dadas así. La industria de la música ahora no paga, no da para pagar las grabaciones, ni aunque seas un artista establecido. Creo que los artistas estamos buscando un mundo sonoro que ya no lo paga ningún presupuesto, porque ahora son plataformas o por lo que sea, sólo ganan los que mueven muchísimo. Antes nosotros producíamos en función de lo que sabíamos que íbamos a vender. Pero no es una cuestión económica la que nos lleva a venir acá sino más que nada un gusto particular. Es gente que uno va conociendo que le suma mucho el sonido de la banda. Acá hay varias personas que hacen sonar bien al rock, hay mucha cultura en los estudios y allá en Montevideo los estudios de grabación digamos que no reciben tanto rock. En el camino, hace como 20 años conocimos Álvaro Villagra y a Claudio Romandini que son dos ingenieros que trabajan en el estudio del Abasto y nos copa mucho como trabajan el sonido, lo que estamos buscando es una textura que es la del sonido análogo, que corresponde el estilo musical que hacemos. Y acá hay estudios preparados con la capacidad de logística, pero además con el conocimiento de cómo aprovecharlo.
Haciendo un poco de historia, ¿quién fue el de la idea de ponerle Trotsky a la banda?
-Nosotros éramos adolescentes todavía cuando se nos ocurrió el nombre de la banda. Con Hugo (Díaz), el guitarrista, éramos compañeros de secundaria y estudiábamos para desarrollar la carrera de Arquitectura. Ahí teníamos una muy buena profesora de Historia del Arte, donde exigen estudiar los movimientos sociales que acompañan a los movimientos artísticos. Teníamos una cobertura muy importante de los modernismos del siglo XX y cayó a nosotros el nombre de Trotsky al mismo tiempo que estaba sucediendo la Perestroika, allá por el 88. Entonces un amigo me dijo que una banda de punk rock tendría que llamarse Trotsky, en el sentido de homenajear a León Trotsky, que había sido parte de la revolución bolchevique, pero se había bajado del proyecto de la dictadura de proletariado. Más allá de los detalles políticos o históricos, lo que nos sonaba bien era una figura que nos imaginábamos que iba a ser revisitada por la historia porque se estaba reescribiendo con otros ojos lo que había sido la obra de Lenin y Stalin. Eso finalmente no sucedió, pero para nosotros Trotsky ya había cobrado el significado de tener la banda. Ya no nos referíamos a León Trotsky cuando hablábamos de Trotsky, sino que hablábamos de cuándo empezamos con nuestra banda.
Con Hugo teníamos muchas inquietudes artísticas, culturales y realmente teníamos y todavía tenemos una sensibilidad que tratamos de preparar. Fue así que nos empezamos a conocer, por nuestras afinidades: lo que nos gustaba de cine, los libros y las bandas. No era sólo una cuestión de punk rock, era una cuestión de todo un universo que compartíamos y que cruzamos en el secundario, fue tipo ‘vos tenés que ser mi amigo y yo quiero ser amigo tuyo’.
¿Ya tocaban al momento de armar la banda?
-No. Es más, nos pusimos el nombre y no sabíamos tocar nada. Fuimos a clase pero el único que aprendió fue él, yo lo único que hice fue demostrar que tengo una motricidad espantosa que no me va a permitir tocar ningún instrumento musical. ¡Mirá, el nombre se lo pusimos en el 87 y la banda la empezamos en el 91, así que imagínate!.
Salían de una dictadura y le ponían Trotsky a una banda…
-Sí, estaba lindo, ¿no? Aparte, onomatopéyicamente suena muy bien. Además teníamos un amigo también muy leído que para que me quedara tranquilo me comentó que León Trotsky tampoco se llamaba León Trotsky, sino que cuando fue encarcelado en Siberia por el zar se puso el nombre de su carcelero con el que no se llevaba muy bien, que se llama Trotsky, y le dijo que le iba a robar todo, hasta el apellido. Me pareció una historia muy pintoresca, que la tengo guardada por si me acorralan mucho con el ‘porqué Trotsky’.
Pasado tanto tiempo, y pensando que siguen en el camino de la autogestión, ¿sienten que han vengado a Trotsky?
-A veces se nos acercan trotskistas a hablarnos y les explicamos que fue un juego juvenil. Entonces no tratamos de ver si hay algo que nos una porque sabemos que originalmente lo que nosotros buscamos fue un golpe de efecto y estábamos como jugando. Obviamente que todo eso que vos decís nos interesa mucho, nos motiva a crecer y qué es ser autogestionado, tener una visión crítica en la realidad sin perder poesía y todo eso está presente. Pero ya alinearnos con Trotsky me parecería algo un poco atrevido desde nuestro lugar. Porque además es una figura casi inabarcable y con muchas lecturas según desde donde te pares y con mucho misterio alrededor de su muerte. Sería muy ambicioso, siquiera compararnos.
Dentro de sus pergaminos cuentan con haber tenido a Jaime Roos como productor
-Bueno, justamente fue Jaime el que nos dijo ‘sí yo les produzco el disco si lo grabamos con este señor’, que era Álvaro Villagra. Eso fue lo que él nos reclamó y fue justamente que se sentía más cómodo sonando acá en Buenos Aires. Pero fue toda una experiencia trabajar con Jaime porque él tiene una manera de abordar el trabajo creativo que no es solamente estético. O sea, no estás hablando de sonidos de batería o sonidos de guitarra, si no que estás hablando de canciones, de qué quieres transmitir, que tiene que salir la letra en voz alta, hacer las cosas 80 veces, buscarle la vuelta, insistir e insistir. Es un método de trabajo muy exigente que fue lo que más aprendimos de él.
Y ese es el disco que cambió nuestra carrera. O sea, ese disco se produjo en el 2001 y pegó en el 2002 y la gente nos prestó mucha atención porque nos había producido Jaime Roos. Él produjo el disco de una manera que nosotros no la hubiésemos hecho y le acertó a todo y también nuestra carrera después de ese disco no volvió a ser la misma.
La relación con la prensa nunca fue muy buena. ¿Ni siquiera ese pergamino de haber sido producidos por Jaime Roos pudo alterarlo?
-Hay un preconcepto hacia nosotros, que sólo el tiempo está derribándolo en algunos lugares. Estamos considerados como un artista menor al que nunca se entiende cómo le va bien. Empiezan a pasar los años y se les acaban las excusas. Porque no te van a ver, comentan el partido sin ir a la cancha.
Eso en parte pasa acá con el rock en general, muchos se quedaron con los grupos clásicos
-Bueno, eso es algo que lamentablemente le está pasando al rock and roll en general, se está parando en un lugar de música culta que es incomprensible. Se supone que el rock and roll es una puerta abierta para todos, así lo entiendo yo por lo menos. Pero hay gente para la que parece que hay que estudiar antes de escuchar y es como que le están sacando espontaneidad al género y se lo están quedando para ellos, pero se están quedando con un museo. Me parece que están echando a mucha gente. Y a veces al punk rock le pasa lo mismo: se pasa de intolerante y pide demasiadas credenciales para salir a la arena. Al final ponen la vara de la ética y el compromiso en un lugar que es inalcanzable. Parecen la Iglesia, con un cura pidiendo este que seas casto y pulcro.
Bueno, que seas antisistema, anti-esto o anti-lo-otro, pero loco, ¡yo para tener una banda tengo que cobrar entrada! Y aparte te lo dice por ahí un tipo que labura en una multinacional. Yo no puedo tocar para una multinacional que de repente me salva un semestre, pero vos sí podés comprar la cerveza de una multinacional. Yo no lo entiendo.
¿Los nuevos ritmos urbanos están rompiendo esa postura?
-Tendría que interiorizarme un poquito más, no quiero hablar con el titular, pero hay veces que yo escucho en una radio de rock uruguaya lo que hacen otros colegas y ves una fórmula medio repetida. Es como que escuchás al rock and roll cantándole al rock and roll. Y de repente el rock and roll se fue de contar lo que pasa acá en la esquina y ese lugar lo están tomando los géneros urbanos.
En muchos casos yo lo que veo también es una mirada muy profunda en lo que hace a una lectura de la realidad inmediata, quizás un poco literal, le falta como algún poco de vuelo poético. O sea, te dicen ‘está todo mal’ y bueno, que está todo mal ya lo cantaron mil personas, ¿cómo lo vas a cantar vos este cuento? El rock and roll, que es un lugar de mucha explotación de la individualidad, de la visión personal y todo eso está colgado en un cuadro, es rarísimo.
Entonces los artistas urbanos de repente tienen mucha más libertad y están llegando a lugares mucho más directos y conectan más rápido con la gente. A veces a mí me pone muy nervioso que el rock and roll en Montevideo se está volviendo un fenómeno que se está alejando de lo popular, de la clase más obrera y más baja, que es la mayoría de la gente. Y con esa gente hay que conectar siempre. Y para conectar con esa gente y pasar por encima de todas las barreras que tenés, te tenés que dedicar y te tenés que embarrar. Nosotros eso lo hacemos porque seguimos confiando en que ahí siempre hay público para nosotros.
¿Y hoy qué cosas los inspiran a la hora de componer ante la situación de que en Uruguay haya un gobierno de derecha?
-Me parece que la discusión democrática está suspendida hasta nuevo aviso. No estamos intercambiando opiniones, nos estamos tirando piedras con conceptos que ya vienen todos armados. Nuestras letras ahora están apostando más que nada, justamente a resaltar la sensibilidad, la empatía y la conexión, a mostrar la otra cara. Yo creo que hay un relato del éxito que está mucho más pesado que nunca. No hay ninguna historia que te cuenten que no sea una historia de éxito. Es rarísimo porque queremos ser más tolerantes. Queremos aceptar nuevas visiones, queremos aceptar al distinto, todos estamos de acuerdo en eso. Pero lo único que te cuentan son historias de éxito. Y si no estás teniendo éxito, no tenés nada. Siento que falta prestar atención a todos los grises, todos los intermedios y todos los tonos que hay entre una posición y la otra y falta recuperar un poco de alegría compartida.
A nuestra gente cuando va nuestro show le decimos que tenemos un show para que se diviertan, se distraigan y puedan abstraerse de la vida de mierda que nos golpea afuera. Algunos lo pueden leer como entretenimiento banal, pero me parece que rescatar a la gente de una realidad llena de incertidumbre y opresión, es un trabajo muy valioso.
Texto: Manuel Rodríguez. Entrevista realizada en el programa TDK, en AM 530 Somos Radio, por Silvio Soler, conductor y productor del ciclo, y Leo Vázquez de Canal Abierto.