Por Mariano Vázquez* | “Momento de alegría y preocupación. Lula lidera y con sesgo alcista. Solo el engaño puede vencerlo. El problema: el otro lado es el mismísimo dios de las moscas”, este tuit elocuente puede servir como un reflejo exacto del clima electoral en Brasil a pocos días de una elección clave para la región. Se enfrentan dos líderes carismáticos, pero de orígenes y concepciones opuestas: Lula, un dirigente sindical nacido en la extrema pobreza del nordeste, fundador del PT y la CUT, que gobernó dos veces el país y fue injustamente encarcelado; y Bolsonaro, excapitán exonerado del Ejército, nostálgico de la dictadura militar (1964-1985), que amenaza con desconocer los resultados del domingo.
La carrera rumbo al 2 de octubre muestra dos movimientos que se retroalimentan. El primero: la suba persistente en las encuestas de Luiz Inacio “Lula” da Silva, con un promedio del 48%, que lo colocan a las puertas de ganar en primera vuelta, sobre todo porque el sistema electoral brasileño no contabiliza los votos blancos y nulos. El segundo: el nerviosismo de Jair Messias Bolsonaro, que aumentó sus diatribas contra el Tribunal Supremo Electoral (TSE) azuzando, a lo Donald Trump, el fantasma del fraude. Al verse estancado en un promedio de 33% desde hace semanas, alzó el tono de sus amenazas, lo que derivó en actos de violencia por parte de sus seguidores.
En un bar de Ceará, un bolsonarista pregunta quién vota por Lula y mata con un cuchillo a un votante del expresidente. En Bahía, un adolescente que difundía discursos de odio por sus redes sociales e hijo de un policía irrumpió en su escuela a los tiros y mató a una estudiante en silla de ruedas. En Minas Gerais, el diputado Paulo Guedes denunció que dispararon contra su vehículo durante un acto de campaña. Un policía que apoya a Bolsonaro intentó detener ilegalmente al candidato a diputado y líder del PSOL Guilherme Boulos, quien además podría ser el legislador más votado de todo el país. En San Pablo, un encuestador de Datafhola fue agredido por seguidores del mandatario. En Mato Grosso, un trabajador rural del PT fue asesinado por un compañero de trabajo con 15 puñaladas y un machete, que hasta intentó cortarle la cabeza. Además, la seguridad de la campaña del Partido de los Trabajadores ha debido extremar las medidas en cada acto por las amenazas que provienen de los ultrabolsonaristas.
El nerviosismo de Bolsonaro se acrecentó este lunes al difundirse compras irregulares con dinero de las arcas públicas en beneficio de su familia. La tapa del diario más influyente de Brasil, Folha de S.Paulo, titula: “Policía Federal observa transacciones sospechosas en el gabinete de Bolsonaro”.
El ministro del Supremo Tribunal Federal (STF) Alexandre de Moraes ordenó la apertura del secreto bancario del teniente coronel del Ejército Mauro César Barbosa Cid, uno de los colaboradores más cercanos del presidente. En agosto, salieron a la luz denuncias contra el clan Bolsonaro por la compra con dinero en efectivo de 51 propiedades.
En la recta final se percibe además una migración de votos del candidato del Partido Democrático Laborista (PDT, por sus siglas en portugués), Ciro Gomes, quien marcha tercero. Al respecto, el analista y abogado Hugo Albuquerque señala: “Mirando la tendencia de las encuestas, Lula camina más para el 55% que para el 52% de los votos válidos y Bolsonaro sigue ciertamente debajo del 40%. La tendencia es a la deshidratación de las terceras vías. Es tradición brasileña que en una elección polarizada los terceros candidatos pierdan votos”. Un ejemplo elocuente es el de la actual gobernadora de Ceará, Izolda Cera, que provenía del PDT y anunció su apoyo al PT.
Otro soporte elocuente a Lula fue el del expresidente Fernando Henrique Cardozo. La amenaza que representa Bolsonaro para la vida democrática ha llegado a tal punto que Lula lleva como vicepresidente a un rival histórico como Geraldo Alckmin, exgobernador de São Paulo. Otro aspecto de ese temor a un nuevo mandato se ejemplifica en que viejos y poderosos aliados de Bolsonaro se pasaron abiertamente al lulismo, como es el caso Henrique Meirelles, ex ministro de Hacienda de Michel Temer, o el exeditor de la antipetista revista Veja Reinaldo Acevedo.
Reporte de Mariano Vázquez desde Sao Paulo, especial para Canal Abierto
El escenario
La gestión de Bolsonaro ha sido desastrosa. 33 millones de personas pasan hambre y en el presupuesto 2023 prácticamente se extinguieron los programas para paliar este flagelo. Un 55% de la población vive con inseguridad alimentaria. La pésima gestión de la pandemia de COVID-19 puso a Brasil como el segundo país con más muertes del mundo (680.000). Además, la portación de armas aumentó un 477% durante el mandato del ultraderechista.
Una de las últimas medidas del gobierno fue establecer un plazo de 100 días para la divulgación de información confidencial. Lula anunció que en su primer día de gobierno firmará un decreto para derogar esta medida. “El pueblo debe saber qué están escondiendo”, dijo.
Caminando por las calles de São Paulo, la ciudad más populosa del país, pude observar infinidad de personas durmiendo en las calles y asentamientos interminables bajo los puentes y las extensas carreteras de esta metrópoli. Según la encuesta de IPEC (exIBOPE), la reprobación del gobierno llega al 60%; en ese porcentaje se sitúan también aquellos que manifiestan que “jamás votarían” por el excapitán del Ejército. Escenarios todos que muestran que en primer o segundo turno Lula alcanzará por tercera vez el Palacio Planalto.
Si Lula obtuviera la victoria sería “una gran derrota para la extrema derecha y una gran victoria para la izquierda y el campo popular”, explica Alburquerque. Y agrega: “Muchas veces la extrema derecha es derrotada por los liberales, como ocurrió en Estados Unidos o en Francia, pero aquí sería una victoria para la izquierda popular, pacífica, y eso reorganizaría el mapa latinoamericano”.
Ante la opción de que la elección se dirima en una segunda vuelta –el 30 de octubre–, el analista subraya que “aunque Lula gane, es un riesgo; Bolsonaro tendrá tiempo para su juego sucio, para que pueda presionar por medio de la violencia, con acciones terroristas. Por eso es necesario que Lula gane en primera, con una amplia legitimidad para responder a la acción golpista”.
Varios hitos podrían ocurrir por primera vez este 2 de octubre: el PT podría ganar sin necesidad de recurrir a una segunda vuelta, un presidente perdería su reelección y una misma persona ocuparía por tercera vez la primera magistratura del país desde la recuperación de la democracia.
“Estos cuatro años fueron los peores de mi vida”, me dice un hombre en la calle. Grafica así el sentimiento de sectores amplios de la población sobre la gestión Bolsonaro. El domingo sabremos si el aire será respirable otra vez.
*Publicada en SANGRRE.