Redacción Canal Abierto | La fórmula Lula de Silva – Geraldo Alkmin cerró el conteo con 48.43% de los votos sobre la de Bolsonaro – Braga Netto, que alcanzó el 43,20% superando ampliamente los augurios de la mayoría de las encuestas que lo colocaban cerca del 35%. La diferencia, aun contemplando alianzas de última hora y redondeando todas las cuentas a favor del actual mandatario, lo deja mejor parado al líder del PT para el segundo turno del 30 de octubre.
Uno estuvo preso, estigmatizado y acusado de corrupción en un proceso plagado de irregularidades. Esta elección lo coloca a las puertas de entrada de la historia universal en cuanto a líderes sociales que luego de largas luchas y duras adversidades logran llegar a lo más alto de la política de su país.
El otro, cierra un periodo gubernamental signado por el autoritarismo, el negacionismo, por recortes sociales, la promoción del racismo, la homofobia y la misoginia, y con un manejo dramático de la pandemia que dejó como saldo más de 680.000 muertos.
Pero, más allá de los números que definen el panorama, otros datos no tan visibles pueden servir para explicar cuestiones sobre el proceso electoral que se apresta a definir un cambio de época en la región.
-Permitido girar hacia la derecha: En 2018, Bolsonaro obtuvo un 46,03%, superando al 29,28% de Fernando Haddad. La elección se definió en balotage, donde el resultado fue 55,13% contra 44,87%. Es decir que luego de cuatro años de gobierno, solo perdió 3,1% de votos. Si en aquella campaña hubo un componente de desconocimiento o engaño, hoy, con un periodo de gestión completo, solo se puede decir que en Brasil existen 51.071.277 personas que conscientemente prefieren un gobierno de extrema derecha.
– Los pies en el ciber-barro: Si bien la militancia territorial sigue siendo vital para llegar y para consolidar cualquier proceso, ya no quedan dudas de que las redes sociales son centrales a la hora de mostrarse como opción o debilitar a los adversarios. Con fake news comprobadas y con un rechazo abierto hacia algunos medios masivos de comunicación, Bolsonaro supera ampliamente en ese terreno a Lula. En cuanto a seguidores, lo triplica en Facebook e Instagram, y lo duplica en Twitter y Tik Tok. Así lo demuestra este gráfico que publica el profesor universitario e investigador del CONICET Bernabé Malacalza.
Todos miran las encuestas pero hay que mirar más esto. ¿Por qué es fuerte el Bolsonarismo? Y no es Twitter, claramente. pic.twitter.com/NggJwByER0
— Bernabé Malacalza (@bernabemmm) October 3, 2022
Por supuesto, falta agregar los grupos de whatsapp, en los que corren como reguero de pólvora operaciones de prensa disfrazadas de noticias y mentiras abiertas, algo que ya el bolsonarismo utilizó descaradamente en la campaña de 2018.
-Armen un partido: Algo similar se puede señalar sobre la elección de Mauricio Macri en Argentina en 2019, en la que luego de un mal gobierno en todos los indicadores económicos, laborales, sociales, en derechos individuales y colectivos y con una híper concentración absurda de la riqueza, logró obtener una cartera de votantes que lo mantuvo en la arena de la política nacional, después del susto de las primarias en las que había quedado 18 puntos porcentuales por debajo del Frente De Todos, un diferencia que, de haberse confirmado en la General, lo hubiera obligado a correrse de las grandes ligas.
Con el resultado de ayer, pase lo que pase en la segunda vuelta, Bolsonaro, con gente en el parlamento, en los Estados y municipios, se consolida como opción de poder real.
Tal vez, vistos desde un futuro cercano, estos ejemplos comenzarían a quitarle sentido a la máxima que asegura que es un total fracaso para un gobierno no lograr la reelección luego del primer mandato.
-Margen de error: La encuestas, en general, daban una diferencia mucho más amplia a favor del ex presidente. La agencia que más se acercó al resultado final fue, justamente, la que leyó los datos que arroja la virtualidad:
-Feos, sucios y malos: Eduardo Pazuello, el ministro de Salud de la emergencia sanitaria cuando Brasil fue epicentro mundial del coronavirus, fue el candidato más votado en el Estado de Río de Janeiro y resultó electo diputado. También entra a la Cámara Alta el ex juez y ex ministro Sergio Moro, impulsor del lawfare contra Lula, ahora alejado de Bolsonaro.
Con un muy probable triunfo de Lula para el próximo 30 de octubre, Brasil cambiaría rotundamente de rumbo (ya anunció la creación de un Ministerio de Igualdad Racial y de un Ministerio de las Mujeres, ambos cerrados por Bolsonaro, y un Ministerio de los Pueblos Originarios que nunca existió hasta ahora), marcando un nuevo camino de opciones para el progresismo regional.
Con una difícil pero aun matemáticamente factible reelección, el gigante suramericano se consolidaría como bastión de la ultraderecha global y dificultaría el accionar de los bloques latinoamericanos.