Redacción Canal Abierto | Emperatriz “Monena” Márquez vive en El Rodeo, un pequeño pueblo a unos 39 kilómetros de la capital catamarqueña, San Fernando. “Es un lugar hermoso, mi lugar en el mundo”, dice a sus 74 años, nueve de los cuales pasó en las cárceles dictatoriales entre 1972 y 1983. Joven militante universitaria del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), fue amnistiada al comienzo del gobierno de Héctor Cámpora, pero en 1975 volvió a ser apresada en la Ciudad de Buenos Aires. Recuperó su libertad con el regreso de la democracia.
Su hermana mayor era Olga, esposa de Luis Arédez, el médico pediatra que se atrevió a desafiar a los Blaquier en su propio feudo, cuando al ganar la intendencia de Libertador General San Martín a la cabeza de una lista de la Juventud Peronista y el sindicato de trabajadores del azúcar, él que era radical, intentó cobrar impuestos a la empresa Ledesma y expropiar algunas hectáreas de cañaverales para poder construir un barrio para los trabajadores del ingenio.
Mientras Monena estaba presa en Devoto, su cuñado fue secuestrado por personal del Ejército y la policía provincial la madrugada del 24 de marzo de 1976. Luego de ser torturado y paseado por varias cárceles del país, ya a disposición del PEN, fue liberado en 1977 para ser nuevamente secuestrado y desaparecido el 13 de mayo. Su hermana Olga con el tiempo se convirtió en una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo y protagonista de una historia de lucha por la verdad y la justicia en la región que sólo cejó con su muerte, producida por la misma empresa que secuestró y desapareció a su marido y a más de 40 trabajadores del ingenio, ya que murió a causa de la bagazosis, enfermedad producida por la exposición al bagazo, un residuo del proceso industrial del azúcar.
Carlos Pedro Tadeo Blaquier presidió la empresa Ledesma durante cuatro décadas, hasta el 2013. Ese mismo año, la Cámara Federal de Salta lo consideró cómplice primario de los hechos conocidos como “la Noche del Apagón” y al administrador general del ingenio, Alberto Lemos, cómplice secundario. Desde entonces, gracias a Casación Federal y a la Corte Suprema, Blaquier eludió sentarse en el banquillo de los acusados y, finalmente, la muerte selló su impunidad: falleció sin ser juzgado por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura cívico-militar en las causas “Aredez” y “Burgos”.
Monena, ¿qué impacto te produjo la muerte impune de Blaquier?
-Primero pensé en mis sobrinos que vienen luchando todos estos años, Adriana en Tilcara, Ricardo en Buenos Aires y Luis y Olga en Tucumán. La verdad es que primero lloré, porque sentí tanto avasallamiento, son 47 años de lucha, tantas Marchas del Apagón, tanta persistencia en buscar justicia para Luis y para la gente que fue desaparecida del ingenio y que hay tantas pruebas y que este ser humano tan poderoso se haya ido sin que la justicia lo alcance. Esa impotencia, esa desilusión de la Justicia, de un Poder Judicial manejado por el poder económico, como fueron manejadas las Fuerzas Armadas. Porque los ideólogos del Golpe fueron ellos, los Blaquier, los Martínez de Hoz…
Habrá que seguir con las banderas de Luis, de Olga, de los 30.000 compañeros desaparecidos y luchar todavía por Milagro (Sala) que sigue presa de este feudo, de esta política totalmente falta de derechos y respeto hacia hacia el campo popular.
Pensé en Olga, que murió contaminada por ese ingenio de mierda, por el bagazo. Pensé en mi pueblo natal, Villa La Trinidad, en Tucumán, en el que el ingenio La Trinidad produce montañas de bagazo y los dueños o los accionistas mayoritarios también son los Blaquier. Un pueblo que sigue siendo temeroso, que cuando hablás de contaminación se aterrorizan porque piensan que van a cerrar la fábrica y se van a quedar sin laburo. Todo eso me entristece, todavía el miedo sigue allí y sigue en todo el norte.
¿Se puede accionar contra la empresa por el tema de la bagazosis?
-Con el CODESEDH (Comité para la Defensa de la Salud, la Ética y los Derechos Humanos) se inició una causa. Vino un grupo de abogados para una Marcha del Apagón cuando Olga ya estaba con su problema de cáncer por bagazosis y llevaron toda la documentación que habían conseguido mis sobrinos y otras personas que declararon como habían muerto sus familiares obreros de la fábrica. Siempre se decía que era por problemas asmáticos o de tuberculosis, pero, a raíz de la enfermedad de Olga, se comenzó a alertar sobre la bagazosis y el cáncer producido por las esporas de los hongos del bagazo. El CODESEDH se llevó una cantidad de documentación pero, en el trayecto en el que iban hacia San Salvador a tomar el avión, el auto se detiene en una estación de servicio, van al sanitario y les roban todo el material.
Ese juicio está pendiente, pero todavía todo eso está oscuro. La Justicia lo tiene cajoneado como tuvo cajoneada la causa Blaquier durante 10 años, que la tenía la Corte, pero los jueces son cómplices, así que no podemos esperar nada de esta Justicia, que tiene un poder ilimitado y relaciones con el poder político y económico. Mientras no tengamos una justicia que interprete y tome las causas populares, la lucha va a ser cruenta y dura en el norte y en todo el país.
En contraposición con este detestable personaje, Carlos Pedro Blaquier, me gustaría resaltar la figura de Olga y de Luis. ¿Podés contarnos un poquito de ellos?
-Luis era un médico pediatra. Fue médico del Ingenio Ledesma; cuando él se recibió le ofrecieron un trabajo y decidieron venirse. Era un médico de esa generación médico humanista, como puede haber sido (Arturo H.) Illía, que tenían una forma mucho más humana de tomar la medicina.
Él comienza a observar, cuando empieza a atender a los niños, que eran casi todos indígenas de la etnia chaguanco (perteneciente al grupo de pueblos guaraníes) que traían desde el chaco y las profundidades de la yunga de Salta y Jujuy como mano de obra barata, los cargaban en un tren y los traían con su familia. La mortandad infantil que observa por falta de medicamentos y de atención era increíble. Entonces, hace una presentación al ingenio de la necesidad de colaboración y esa fue una de las causales fundamentales por la cual lo expulsaron del trabajo, porque –como testimonia el administrador en la película “Sol de noche”– era un médico que “hacía demasiado gasto a la empresa”.
Luis se va de allí, lo echan, pero se instala en Tilcara porque en toda esa zona que corresponde al departamento de Ledesma se le cierran las puertas laboralmente. Después, vuelve a Libertador General San Martín, porque el sindicato le propone que sea su médico. Era un sindicato bastante combativo en esa época, estamos hablando de los 60.
Me acuerdo de su primer consultorio. Era una casita muy humilde, alquilada, donde tenían separado el consultorio de él del de Olga, que era odontóloga, por una placa de madera terciada.
Él era un médico con mucha sensibilidad social, era radical pero con una mente abierta y, sobre todo, tenía mucha claridad sobre la incidencia del poder económico en toda la población. Cuando vienen las elecciones de 1973, en las que fue elegido Cámpora, es convocado por la Juventud Peronista y el sindicato para que sea su candidato a intendente. Él dice que acepta si lo acompañan en la gestión, en las medidas que quiere tomar de cobrar impuestos a Ledesma y de detener los avances de la empresa sobre la población.
Sale electo y es el único intendente, en 140 años, que se animó a exigirle a esta empresa que pagara impuestos y que habilitara extensiones de campo, porque ya los cañaverales llegaban hasta las casas de los vecinos, para poder realizar barrios para los habitantes de la localidad. Este fue el causal de su desaparición el 24 de marzo, cuando fue secuestrado y llevado en una camioneta con el logo del ingenio Ledesma como pudo ver mi sobrino Ricardo Arédez desde la ventana de la casa. También vio que quien conducía era Juan de la Cruz Kairuz, chofer del ingenio y director técnico de Atlético Ledesma.
Luego, Luis fue preso y trasladado a varias cárceles. Tuvo un infarto y una cantidad de problemas de salud. Cuando le dan la libertad, un año más tarde, vuelve a Libertador General San Martín y todo el mundo le decía: “se tiene que ir doctor, se tiene que ir”. Él respondía, “por qué si yo no hice nada, qué puedo haber hecho, ¿haber sido un médico de los obreros?”
Una noche, viniendo de su trabajo como médico en un hospital lejos del pueblo, en otra localidad, lo secuestran. Sabemos que lo secuestran porque un vecino camionero le cuenta a Olga: “me extrañó que el doctor no me saludara, iba con un hombre al costado y dos atrás y no me saludó”. Ahí comienza la lucha de Olga.
¿Cómo es el camino de transformación de Olga?
-Así, sin tener idea, porque no era ella una mujer comprometida en esta lucha de los derechos humanos, en ese momento comienza a generar su conciencia y su transmutación. Le cierran las puertas del colegio secundario donde enseñaba, del hospital donde enseñaba, de los lotes donde iba a atender. Se queda sin trabajo, al consultorio no iban sus pacientes. Quienes la ayudaron fueron los jubilados que pedían órdenes para dejarle a ella. Empieza el terror y se da cuenta de que hay muchas más mujeres que pasaban la misma situación que ella.
Entonces se pregunta: “qué puedo hacer para poder trabajar”; y decide estudiar ortodoncia, ya que no existía nadie en la localidad ni en la zona que fuera ortodoncista. Con la ayuda familiar de mis padres comienza a viajar a Buenos Aires para hacer la carrera.
Ahí se conecta con Pérez Esquivel, con María (Adela Gard Pérez de) Antokoletz –una de las catorce mujeres fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo–, con Hebe y comienza a tener otra mirada de lo que pasaba en el norte, comienza a crecer, comienza a concientizarse a solidarizarse, comienza a captar a todas las otras madres y hermanas que estaban con la misma situación que ella. Es un trabajo de hormiga, lo que hace porque el miedo seguía imperando.
Yo creo que Olga no lo dimensionó o fue tan fuerte su tenacidad de justicia que, aunque ella sabía que en cualquier momento también podía pasarle lo mismo que a Luis, no le importó. Olga creció y creció y creció y pasó a ser una Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, formadora de otras allí. Fue audaz; ella llevó las carpetas con los informes cuando vinieron los organismos internacionales a Tucumán.
Olga creció y pasó a formarnos a nosotros también en esa lucha, a formar a sus hijos. Hoy existe CAPOMA (Centro de Acción Popular Olga Márquez de Arédez) que sigue con las mismas banderas de Olga: los juicios de lesa humanidad; la memoria de lo que fueron los apagones donde secuestraron y desaparecieron a tantas personas en varios campos de concentración, la contaminación del ambiente; la integración de los pueblos originarios. Olga iba a atender gratuitamente a personas del pueblo chaguanco y así captó a mujeres que se empoderaron; una de ellas pasó a ser después cacique. Ellas marchaban junto con Olga.
Cuando ya estaba con cáncer, a los jóvenes nos repartió pañuelos para que continuáramos la lucha. Acá estoy mirando mi pañuelo. Esa es Olga y ese fue Blaquier. Mis hijos, mis sobrinos, mi familia, con dignidad levantamos la cabeza. Blaquier nunca va a ser recordado y sigue estando procesado por la Justicia aún muerto.
*Agradecemos la colaboración de Ricardo Arédez y de Monena que aportaron fotos de su acervo familiar.