Redacción Canal Abierto | “A principios del 2017, los compañeros del Metro (de Madrid) nos avisaron que los subtes que se habían vendido a la Ciudad de Buenos Aires, que habían ido (Mauricio) Macri y (Horacio Rodríguez) Larreta a comprar, estaban atestados de asbesto. Y esos mismos subtes eran los que estaban enfermando a los primeros compañeros del Metro de Madrid con afecciones como las que me descubrieron a mí. Ahí empezó la lucha».
De esta manera, el conductor de subte Martín Paredes relata cómo empezó el derrotero que fue enfermando a sus compañeros y hasta a él mismo.
Para ir al comienzo de la historia hay que remontarse a 2011, cuando Mauricio Macri –entonces jefe de Gobierno de la Ciudad– adquirió sin licitación previa al Metro de Madrid 36 vagones que se encontraban fuera de circulación en España. Tomarían siete años que el presidente de SBASE, Eduardo de Montmollin, confirmara que las formaciones compradas —que al día de hoy utilizan a diario los pasajeros de la línea B de la red porteña— contenían asbesto (amianto), un mineral cancerígeno que mata a 250 mil personas por año en el mundo y que en la Argentina está prohibido desde 2003.
Cuando supieron que los subtes nuevos tenían asbesto, los trabajadores decidieron hacer un análisis a toda la red. “Descubrimos que todos los subtes de todas las líneas tenían asbesto porque fueron hechos en el siglo pasado. Y las instalaciones fijas también”, detalla Paredes. Desde entonces, la ART de los trabajadores del subte ha reconocido seis diagnósticos de cáncer (cinco de pulmón y uno de pleura), mientras que 87 trabajadores registran engrosamiento pleural y otros 2150 están bajo vigilancia médica por exposición constante al asbesto.
Las historias
Paredes es conductor y trabaja desde 1994. En 2020 le diagnosticaron “neumoconiosis por exposición al asbesto y otras fibras”. “Lo más leve es lo que tengo yo. Hay algo un poco más grave que es la asbestosis, que es como que se pone fibroso el pulmón y no se puede expandir, y el mesotelioma de pleura, que es un cáncer muy agresivo y es por lo que falleció Jorge Pacci, que trabajaba en la Línea B”, cuenta.
Pacci era deportista, llevaba una vida sana y tenía 56 años. Pero un día se le empezó a inflamar el pecho, fue al médico, le diagnosticaron mesotelioma de pleura y le dieron un año de vida. Murió nueve meses después. “Por eso es la lucha, yo no quiero que me pase todo eso”, afirma Paredes en diálogo con Canal Abierto.
La lucha a la se refiere lleva un largo camino de reclamos y medidas de fuerza, como las aperturas de molinetes e interrupciones del servicio rotativos que viene realizando desde hace tiempo la Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y Premetro (AGTSyP), y que se ha intensificado este año debido a la falta de respuestas de la empresa y del Estado. Los reclamos incluyen que la desasbestización del subte y análisis clínicos a todos los trabajadores que estuvieron expuestos.
“Yo me enteré porque me hago estudios anuales. No tenemos síntomas, no hay un tratamiento para la afección, empieza el tratamiento cuando te agarra el cáncer. Que puede ser temprano o tarde”, explica Lauro Luna, trabajador del subte desde hace treinta años, diagnosticado con asbestosis.
Debido al diagnóstico, desde 2021 Luna está de licencia médica, pero la empresa está presionando para que vuelva al mismo lugar que lo enfermó. “Y sin haber hecho la desabestización que corresponde. Yo estoy en condiciones de trabajar, lo que no está en condiciones es mi puesto de trabajo. Quieren que te mueras ahí abajo. La salud, la vida de los demás no les interesa. Es el negocio de ellos”, afirma.
Más información: Asbesto, el veneno subterráneo (video)
Hasta ahora se sacaron entre 80 y 90 toneladas de asbesto, pero los especialistas sostienen que todavía hay entre 200 y 300 toneladas más. Es por eso que los trabajadores piden que mientras termina el proceso se reduzca la carga de exposición, que en la práctica significa acortar la semana laboral a cinco días, lo que les representa “una cuestión de vida o muerte”.
“Desde que te dan el diagnóstico es como una ruleta rusa. Te levantás todas las mañanas esperando no tener síntomas y que se haga un cáncer. Vivís con un tormento, eso está constantemente en la cabeza”, relata Luna.
Por su parte, Paredes cuenta: “Te parte la cabeza, porque se te cortan todos los proyectos. Yo soy de Tucumán y siempre decía: ‘cuando me jubile, voy a ir a pasar mis últimos años allá en mi provincia’, como muchos provincianos decimos. Pero ahora ya no planeo más, por lo que le pasó a Pacci. Casi no tenemos jubilados vivos. Muy poca gente llega a jubilarse. De cada tres muertes que te enterás, dos son por cáncer. Ahora, con la aparición del asbesto, nosotros nos preguntamos cuántas fueron por esa causa”.
Por otro lado están los que viajan. A los que Paredes les dice: “Yo entiendo a los pasajeros, la incomodidad y el enfado que les provocan las medidas de fuerza. Los grandes medios distorsionan o tapan todo lo que está pasando. Entiendo que la mayoría de los pasajeros no sepan qué es el asbesto, porque nadie se los explica. Pero les pediría que hicieran un esfuerzo por informarse y entender lo que hace el asbesto y que ellos también están en peligro”.
Entrevistador: Nahuel Croza