Redacción Canal Abierto | Desde el 13 de agosto hasta la fecha, no son pocos los economistas que se pusieron a analizar la dolarización con una seriedad que casi nadie le habría adjudicado antes de las PASO. Y es que el caudal de votos obtenido por La Libertad Avanza dio cuenta de que un porcentaje considerable de la población considera la propuesta como una salida viable para solucionar los problemas de la economía argentina. Sin embargo, los análisis no arrojan conclusiones muy alentadoras.
Por un lado, la Red Argentina de Profesionales para la Política Exterior (REDAPPE) presentó el informe Sin luz verde: Implicancias de una dolarización en la estructura económica argentina, donde los economistas Martina Goldenberg, Diego Ángel Natale y Juan José Rodríguez sostienen que sustituir el peso argentino por el dólar estadounidense como moneda de curso legal “iría en detrimento del desarrollo económico, del empleo y de la soberanía económica y política”.
Pobreza y desindustrialización
En su artículo, la REDAPPE desarrolla en detalle los efectos que podría tener la implementación del proyecto de dolarización propuesto por Javier Milei.
En términos administrativos y contables, destacan que lo importante es “determinar la tasa de conversión”. Es decir, cuántos pesos argentinos equivaldrían a un dólar estadounidense. “¿Es factible hablar de una tasa de conversión 1:1 o estamos más cerca de 10.000:1?”, advierten. Y agregan: “El factor de la escasez de dólares es determinante para establecer la tasa de conversión: se requerirá una mayor cantidad de pesos si los dólares son escasos, lo cual afectará negativamente el poder de compra de los argentinos”.
Por otro lado, analizan los casos de Ecuador, El Salvador y Panamá, que han implementado la dolarización, y cuáles las similitudes y diferencias con Argentina, que es un país con mayor integración comercial con Brasil y China, y mucho más industrializado.
“Todas las economías dolarizadas anteriormente mencionadas sufrieron sendos procesos de desindustrialización. En este sentido, la estructura productiva de Argentina posee un entramado industrial maduro, de mayor desarrollo respecto de los países dolarizados, que representa más del 20% del PBI —explican—. De hecho, la experiencia de la convertibilidad en los años 90 es un ejemplo reciente del perjuicio que le generó a la industria y al empleo nacional no tener una moneda competitiva y estar atados al valor de la divisa estadounidense”.
En Ecuador, por su parte, el informe está en consonancia con otro publicado recientemente por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA). En ambos se detalla cómo el país caribeño sufrió un impacto negativo sobre el crédito ecuatoriano para personas y empresas, se redujeron las inversiones locales, la producción nacional perdió competitividad y se pulverizaron los ahorros, salarios y jubilaciones debido a la fuerte devaluación inicial.
Finalmente, plantean qué significa renunciar a herramientas de política monetaria: reducir la posibilidad de maniobra del país ante shocks externos (sequías, inundaciones, pandemias, etc.) y “el aumento del endeudamiento para financiar potenciales déficits fiscales”.
Así, el informe concluye, que la dolarización implementada en un país como la Argentina “generaría un desarrollo económico inicuo, de mayor concentración del capital, de desindustrialización, de pérdida de derechos laborales, de debilitamiento del poder de negociación, de la pérdida de la soberanía política y de minimización del Estado en donde el sector privado no considera rentable tener presencia”.
Desempleo y motosierra
En la misma semana, otro informe, esta vez publicado por el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO), se pregunta desde el título: Se puede dolarizar el salario, ¿pero el empleo?
En él se destaca que, si bien el mandato de Alberto Fernández no fue suficiente para recomponer la pérdida de ingresos sufrida durante el gobierno de Cambiemos —e incluso la ha profundizado en algunos casos—, sí puede “sacar credenciales” en la evolución de la tasa de desocupación y en el nivel de empleo registrado.
Para el CESO, esta situación “puede verse comprometida si Milei llega a la Presidencia”.
“Además de la pérdida de la reducción de los salarios reales que puede implicar una dolarización sin un nivel adecuado de reservas, este esquema también compromete el nivel de empleo”, detallan.
En línea con el informe anterior, desde el Centro aseguran que, a los despidos del sector público que implica “su plan motosierra”, hay que sumar que la falta de competitividad y la apertura comercial que se pregona “pueden generar la quiebra de muchas empresas nacionales con la consiguiente pérdida de fuentes de trabajo”.
“Para dar una idea, durante la convertibilidad, la desocupación inicial era del 7% que trepó en los primeros tres años hasta un pico del 18%, manteniéndose en un promedio del 15% desde ese entonces. Con esas tasas de desempleo, la reducción de la pobreza y la indigencia prometidas por el libertario, no resultan más que una ilusión”, detallan.
Por otro lado, está el poder adquisitivo. “Si dada la falta de reservas necesarias para cubrir las tenencias de pesos, la dolarización implica una fenomenal devaluación inicial es muy probable que eso genere un salto de magnitudes similares en el nivel de precios y, por tanto, una fuerte caída inicial del poder adquisitivo de los salarios. En otras palabras, la dolarización puede generar cierto incremento del valor del salario en dólares a mediano plazo, pero también implica una brusca reducción inicial de su valor”, aseguran.
Y agregan: “Esa mejora de poder adquisitivo por el efecto de la apreciación cambiaria es la que puede comprometer la viabilidad del esquema de cambio fijo, dado que la menor competitividad puede traducirse en déficits comerciales que mermen el ingreso de dólares a la economía y, en el mediano plazo, puedan terminar por quebrar el esquema como sucedió en 2001 con la convertibilidad”.
Ilustración: Marcelo Spotti