Redacción Canal Abierto | Los grandes medios de comunicación intentan presentar a Javier Milei como un hombre sincero y sus ataques como síntoma de su bienintencionado afán idealista. Una suerte de excusa para suavizar su inestabilidad emocional y propensión a la mentira, algo que en cualquier otra figura política se caracterizaría como crueldad o locura.
En una publicación reciente en X (ex Twitter), el vocero Manuel Adorni se sumó a lo que a esta altura pareciera ser uno de los ejes del relato paleolibertario: “Lo que realmente no le perdonan al Presidente de la Nación es decir siempre la verdad”.
La realidad, no obstante, demuestra lo contrario. Y con el correr de los días, pone al descubierto la falta de transparencia y coherencia del economista mediático que hoy ocupa la Casa Rosada.
Para empezar, la primera y gran falacia: “el ajuste lo va a pagar la casta, no el pueblo”. A esta altura resulta obvio que las políticas económicas -difícil hablar de un plan o programa- chocan de frente con la principal promesa de campaña. La devaluación inicial, el aumento de los combustibles, la desregulación de precios y el recorte en los subsidios —solo algunas medidas— no hicieron más que pulverizar el poder adquisitivo de quienes viven de un salario, jubilación o plan social.
Lo aseguran referentes del kirchnerismo, la izquierda y sindicatos, pero también lo que los multimedios oficialistas denominan como “oposición dialoguista”. Carlos Melconian, por ejemplo: “este ajuste lo paga la gente, no la casta”. El ex funcionario macrista y hasta hace poco gurú económico de Patricia Bullrich cuestionó en duros términos: “canjearon la motosierra por la licuadora”.
No se puede dejar pasar el hecho de que, una vez alcanzado el poder, el mandatario olvidó sus duras críticas a Macri para incorporar a su gabinete a varios de sus laderos. Entre otros, Luis Caputo, a quien pasó de acusar de “fugador” a “mayor experto financiero en la Argentina”. Y el más resonante, Patricia Bullrich, la “montonera, asesina y tira bombas” que hoy conduce su Ministerio de Seguridad.
Aunque en beneficio de lo que queda de los bolsillos de los argentinos y cualquier horizonte de soberanía económica, Milei defraudó a los suyos con la hasta el momento frustrada dolarización y eliminación del Banco Central. Como anticipaban todos los especialistas, ambos hits del verano libertario se evidenciaron impracticables (salvo que continúe la devaluación del peso y los ahorristas no tengan opción que cambiar sus dólares por algo de comer).
«Antes de subir un impuesto me corto un brazo». Así de contundente era Milei antes de llegar al poder e impulsar -sin éxito- la reinstauración del impuesto a las ganancias que él mismo había votado cuando era diputado nacional. A esto hay que agregar el considerable aumento aplicado al impuesto PAÍS y el intento fallido de suba generalizada en las retenciones.
A nivel geopolítico, son numerosas las marcha atrás: tildó de “zurdo asqueroso” al Papa Francisco –a quien luego llenó de elogios y prometió visitar- y dijo que “no haría negocios” con “comunistas” como China y Brasil. Los dos últimos siguen siendo los principales socios comerciales de nuestro país. Por estas horas circula un fragmento de la entrevista que Milei mantuvo con la periodista Patricia Janiot, donde finge demencia y desconoce dichas agresiones (acusanso al “periodismo ensobrado” de fraguar o editar sus dichos).
“El calentamiento global es un invento socialista”, afirmó en varias oportunidades el Presidente, ignorando u ocultando la innumerable evidencia científica al respecto.
Por estas horas el oficialismo evalúa posponer la sesión de la Ley Ómnibus, un mega proyecto que en un principio pretendió modificar la estructura normativa de la Argentina y cada día parece ir enflaqueciendo. Aunque continúa insistiendo con el “no se negocia”, el Ejecutivo no deja de ceder para así evitar su primer gran revés parlamentario.
En este sentido, un capítulo aparte merece el escandaloso dictamen de mayoría que habría sido modificado post firma que, en caso de confirmarse, resultaría en una gravedad institucional sin precedentes.
Pero el engaño no parece ser una práctica exclusiva del mandatario. Con motivo del paro general del 24 de enero, Patricia Bullrich habló de “40 mil” manifestantes en Plaza Congreso. La cifra no soporta el menor análisis si se observan las imágenes de la movilización. A todo esto, sobre los debates legislativo en curso, la ministra fue más allá y pidió: “no lean la letra chiquita”.
Hasta aquí un breve resumen, sin mencionar las múltiples denuncias de plagio contra los libros de Milei o el constante photoshopeo de sus fotografías.
Hoy el Gobierno atraviesa su primera crisis, a sólo un mes y medio de asumir, y mucho tienen que ver las mencionadas falacias y contradicciones. ¿Será verdad entonces eso de que las mentiras, al igual que Milei, tienen patas cortas?