Por Elisa Corzo | Cuando el Che Guevara todavía luchaba en el monte boliviano, Horacio Campiglia conoció a Pilar Calveiro. Fue en 1967, durante una conferencia sobre la importancia del petróleo para la soberanía nacional, cuando ambos cursaban su último año en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Poco después, juntos y con otro grupo entrañable de amigos, tomaron una decisión que marcaría su destino: se integraron a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), organización que en 1973 se fusionaría con Montoneros.
Horacio, que durante los años que siguieron asumió distintos nombres de guerra, entre ellos “El Petrus”, “Ignacio”, o “Armando”, dirigió la estructura de inteligencia de la organización peronista, donde trabajó con el legendario Rodolfo Walsh. Ya fuera del país, pasó a formar parte de la Conducción Nacional, hasta que el 12 de marzo de 1980, cuando regresaba a Buenos Aires en el marco de la “contraofensiva”, fue secuestrado y aún permanece desaparecido.
En esos tiempos de fervor político que se fueron oscureciendo hasta sumirse en el terror que impuso la última dictadura cívico-militar, Pilar y Horacio también tomaron la decisión de formar una familia. Así nacieron Mercedes, primero, y María, después, sólo dos meses antes del secuestro de Pilar, y al poco tiempo del secuestro y muerte de su tía Alcira; un momento que María nombra como “la debacle de la familia”.
Con el objetivo de recuperar y reivindicar esa historia que Pilar define como “de gran dificultad, de numerosas aristas y, también, de apuestas por la vida y la esperanza”, las tres escribieron “El Petrus y nosotras”, editado por Siglo XXI, con prólogo de Ana Longoni.
Lo amoroso en sus distintas formas, la lucha armada, los ideales y luego una “política derrotada”, la relación con Perón, el terror y las ausencias, lo roto y la posibilidad de rearmar desde la memoria, son algunos de los temas que abordan. Lo hacen con sensibilidad y agudeza, en un registro íntimo, familiar, que es revelador en el caso de Pilar, intelectual reconocida a nivel internacional por sus trabajos sobre la violencia, la política y las resistencias, autora entre otros, del icónico “Poder y Desaparición”.
El jueves 4 de abril, tras un proceso de casi cinco años de investigación, escritura y edición, las autoras presentaron el libro en Buenos Aires, en la sede del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI). Allí Pilar expresó: “Con este libro hemos vuelto a ser cuatro, y de alguna manera, lo hemos recuperado a él junto a nosotras”. En ese marco, se llevó adelante esta conversación con Canal Abierto.
Buscar lo perdido
¿Cuál es la participación de cada una en el libro?
Pilar Calveiro: –Mi vínculo con Horacio empieza en el último año del Nacional Buenos Aires, donde nos conocimos. Pero en realidad toda nuestra historia como pareja, nuestra historia personal, estuvo marcada por la militancia, porque en ese mismo año empieza la militancia, que luego continuó de distintas maneras a lo largo de los años hasta la desaparición de él. Entonces, lo que yo recuperé son fragmentos de esa vida común, que implica lo que fue la militancia común y la vida común, porque militancia y vida no estaban separadas.
Son trocitos, pedazos, que yo voy recuperando de esos 13 años, desde 1967 cuando yo lo conozco, hasta 1980, que es el año en el que él desaparece. Y lo hago desde mi memoria, pero desde una memoria que está articulada con el relato de familiares y sobre todo de compañeros de militancia, que nos permiten recuperar ciertos aspectos o momentos de la práctica de Horacio en los que yo no participe de forma directa.
María Campiglia (MaC): –Mi trabajo fue super sencillito. Fueron dos ensayos visuales a partir de fotos, que son pequeños recortes a imágenes fotográficas del archivo de la familia. Los dos tienen que ver con un vínculo interior, porque para mí la búsqueda de mi papá es mirar hacia adentro, porque yo nazco cuando ya llegó la debacle para la familia.
Hay un primer ensayo que busca hablar de este vínculo entre política y amor. Agarré una cartas que nos dejó a nosotras, fui retomando fragmentos y jugando a ligarlos con imágenes de estas fotos de archivo en las que hay una noción de lo amoroso, del cariño. El segundo ensayo tiene que ver con la ausencia y la muerte, como algo muy presente en la vida, pero también, como cierta promesa de unión, que para mí tiene que ver con la vida y con un flujo. Yo agarré la imagen del agua del río como este flujo que tiende a regresar al mar.
Mercedes Campiglia (MeC): –El ejercicio que yo hice tuvo que ver con entender cómo se podría pensar la memoria: no como algo fijo, no como un monumento, no como algo estático, sino como algo que se está regenerando y con lo que uno puede dialogar. Yo diría que el ejercicio fue construir un padre para hablar con él, para reclamarle, para abrazarlo, y construir con este tejido de memorias mías y de otros, recogiendo restos de archivos que pudimos obtener, como el registro visual que guardó nuestro abuelo, cintas de casete, video, audio, y otras piezas que nos permiten tener fragmentos de esta historia.
Y un poco la pregunta es cómo se busca eso perdido. Y finalmente, se hace construyendo algo nuevo. No desde la recuperación o pretendiendo llegar a la figura original, sino como hacen los japoneses, que pegan las piezas de la porcelana rota con oro y construyen algo nuevo. Esa fue la idea del libro: hacer una amalgama de ficción con lo que había sucedido y lo que podíamos rescatar de los relatos. Y al mismo tiempo, partir de la idea de que un sujeto no es un ente independiente en el flujo de la historia ni de la genealogía, sino que algo de él está en lo que le antecede, y algo de él está en lo que le sucede. Entonces, lo que hice fue rastrear en la genealogía de los abuelos y, por otro lado, mirar hacia adentro, para revolver un poco la piel y ver qué de eso pervive.
La memoria y las resistencias
Este ida y vuelta entre lo íntimo y lo político está presente en los apartados de las tres, pero también en Horacio, y en particular en ese audio que ustedes recuperan en el libro, que les envió en junio de 1978 durante el secuestro de Pilar, en el que les habla de la importancia de la unidad. ¿Cómo les resuena hoy?
MeC: –Lo que se ve con claridad en ese audio que él manda a sus padres y a nosotras, en un momento en el que familiarmente había una situación tremendamente complicada -acababan de desaparecer a mi mamá y a su hermana-, es que él estaba comunicándose con su familia para tratar de darnos un soporte frente a un mundo que se derrumbaba.
Éramos tres niñas pequeñitas a cargo de tres viejos, y ese soporte que puede dar tiene que ver con sus propios anclajes. Entonces, él hace un argumento en el que revuelve el amor con los principios, con su mirada de la situación nacional, y hace un llamado desde entender lo político como una esperanza. Lo que él lega a sus hijas es la convicción de luchar para construir un mundo que sea más justo para todos, en el entendido de que no puede pensarse la felicidad sin la felicidad de los otros. Pensamos que tiene un sentido particular en un momento como éste, en el que se nos llama a no vincularnos con los demás, sino a recluirnos en el ámbito de lo privado.
PC: – Yo creo que el mensaje marca la importancia de la transmisión. Porque eso que en ese momento era para unas chicas chiquititas, que probablemente entendían muy poquito de lo que allí se decía, ha persistido y hoy lo están trayendo ellas como mujeres que tienen ya hijos que son más grandes de lo que eran ellas entonces.
Pilar, vos te has dedicado a estudiar sobre el poder y las resistencias. ¿Cómo creés que pueden articularse hoy?
PC: – La resistencia siempre es múltiple. No hay momento en que no exista la resistencia. Este momento, desde luego que es de mucha dificultad, en muchos sentidos, en Argentina y en muchos otros lugares. Sin embargo, eso no obtura, no impide las formas de la resistencia. Decir cuáles son es imposible, porque siempre son múltiples y siempre son sorprendentes. Lo importante es saber que allí están, que necesariamente se generarán muy diversas formas de resistencia, y que hay que poder observarlas, reconocerlas y acompañarlas.
Producción y cámara: Nahuel Croza | Edición: Ramiro Lorenzo