Redacción Canal Abierto | El Presidente ación uso la cadena nacional para exponer lo que calificó como “un triunfo histórico”: un “superavit fiscal financiero de 275 mil millones de pesos, equivalente a 0,2 puntos del PBI en el primer trimestre”.
Más allá de las críticas de especialistas a este supuesto “milagro económico” -incluso desde la ortodoxia, como es el caso de quien hasta hace poco era asesor de cabecera de Milei, el menemista Carlos Rodríguez-, la situación de los trabajadores o jubilados pasó sin pena ni gloria en el discurso presidencial. Es que, al parecer, a los de abajo sólo les toca “el sacrificio heroico”.
Pero, ¿qué significa ese “esfuerzo” para el mandatario? Según un relevamieto sobre 78 países elaborado por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), que el poder de compra de los argentinos esté entre los peores del mundo.
Por ejemplo, el salario mínimo permite adquirir una cantidad similar de kilos de arroz en Argentina que en Kenia, pero tiene un precio en dólares similar al de Suecia y Canadá. Similar situación sucede con el azúcar, la sal, banana, papas, cebollas, pollo, leche, aceite y hasta la carne.
En un artículo de opinión publicado por estos días, el director de CELAG, Alfredo Serrano Mancilla, analizaba el esfuerzo de Milei por instalar el relato de la épica del déficit cero y el superavit fiscal, al menos hasta “lograr estabilidad algún día lejano, pero con precios estables elevadísimos e inalcanzables para el 99% de la población argentina”.
“Estos precios ‘libres pero imposibles’ ya afectan a todos los bienes y servicios, sin excepciones. Desde una cobertura privada de salud, que tuvo una inflación promedio de 153% en estos cuatro últimos meses. A una bandeja de ocho champiñones -comprados en un barrio cualquiera de un pueblito cualquiera de la Provincia de Buenos Aires- que me ha llegado a costar 3.500 pesos (3,5 USD)”, indicaba el economista.
Por lo pronto, sabemos que los únicos precios planchados por el Gobierno son los salarios de los trabajadores y los haberes jubilatorios. Cabe preguntarse entonces: el superavit fiscal, ¿con qué se come?