Por Cecilia Fernández Lisso* | El dengue es un síntoma del modelo financiero basado en un modo de producción depredador y una utilización mercantil de la tierra vista como un recurso a ser explotado para sostener ese poder financiero, cada vez más concentrado en el empresariado.
La producción megaextractiva es absolutamente irracional e innecesaria para la humanidad, empobrece, degrada, violenta y mata.
Nos quieren convencer de que el culpable del dengue es el calentamiento global del que son culpables la vaca y la lechuga; nos quieren mostrar a la producción de alimentos como la mayor causa de emisiones de gases de efecto invernadero, gases GEI que calientan el mundo, cuando la producción de alimentos no es solo la producción de alimentos, es construcción de caminos + desmonte para monocultivo extensivo + embalses y represas + producción y uso de fertilizantes tóxicos + fumigaciones tóxicas + transporte terrestre, aéreo, marítimo + ganado hacinado + millones de hipermercados y Mc Donalds + producción de envases de todo tipo + plástico hasta en nuestras venas y siempre más y más y la industria no está dirigida a la necesidad, sino a la producción de dinero, o mejor dicho, está dirigida al sostenimiento del circuito financiero, un ejercicio de mera acumulación que ya ni es de dinero, ya ni es físico, es un cibercapitalismo descarnado y cruento.
Para significar solo un ápice del despropósito, en Argentina se pierden 16 millones de toneladas de alimentos cada año; y según Naciones Unidas en el mundo se desperdician 1.300 millones de toneladas métricas al año.
Una gran fuente de desperdicio son los caterings, un servicio en el que no solo sobra entre el 20% y el 50% de los alimentos que se reparten sino que además del desperdicio de comida que se realiza para cada evento, hay una gran huella hídrica producida desde la elaboración de los alimentos hasta la limpieza de las herramientas de trabajo para llevar a cabo la “experiencia del catering”.
Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el desperdicio de alimentos representa hasta el 10% de las emisiones totales de gases efecto invernadero. Y esta aberración se produce en simultáneo al hambre poblacional. En 2022 UNICEF informó que cerca de 924 millones de personas (el 11,7 % de la población mundial) afrontaron niveles graves de inseguridad alimentaria, con un crecimiento de 207 millones en un intervalo de dos años.
Esta desigualdad también se traslada a la hora de afrontar una enfermedad, especialmente en un sistema que no asume medidas sanitarias frente al problema sino que te manda a comprar Off y a resolver individualmente con dinero en el mercado, hay una individuación del abordaje del problema tanto del dengue como del calentamiento global.
“Comprá Off”, “usa lamparita bajo consumo”, “abrigate en tu casa”, “no derroches el agua” y tantas otras consignas a las personas cuando la culpable de despilfarro energético, contaminación y deterioro feroz es, de lado a lado, la megaindustria irracional.
El siguiente informe videográfico intenta establecer un hilván entre el dengue y la destrucción de la tierra, y también mostrar un poco cómo algunos (o muchos) discursos evitan hablar de los verdaderos responsables de este despropósito decidido por una pequeña porción de personas; porque la mayoría de la gente no tira cohetes al espacio, ni produce basura espacial, ni tiene aviones particulares, ni maneja tanques de guerra, ni tira misiles, ni explota montañas, ni depreda los mares… y si a consumo nos referimos, según Naciones Unidas el 1% de la población mundial con mayor riqueza genera más emisiones de gases de efecto invernadero que el 50% más pobre.
El video del informe que aborda tibiamente la culpabilidad de las empresas de inversiones, responsables del 71% de las emisiones, desliza que podríamos ser optimistas si tienen la voluntad de reorientar sus inversiones a descarbonizar la producción, es decir, ¡nada puede obligarlos a dejar de hacer mierda todo! Estamos sometidos a la voluntad de los empresarios más ricos del mundo que son un puñado de tipos convencidos de que pueden comprar todo el triangulo del litio para generar baterías eléctricas para sus autos voladores, del mismo modo que talaron medio Amazonas, o medio Impenetrable para enriquecerse y hoy tenemos 1 grado y medio más de temperatura global y vectores como el dengue con condiciones más favorables para su reproducción durante más tiempo.
Indudablemente eso no afecta de la misma manera al tipo que está en su oficina con aire acondicionado y el repelente en el escritorio que al campesinado, o al barrio marginalizado al que le aconsejan descacharrar pero está rodeado de charcos porque el medio en el que vive es irregular, o vive cerca del arrollo, o tiene animales y bebederos.
La Organización Mundial de la Salud, al mismo tiempo que nos dice que en la actualidad cerca de la mitad de la población mundial corre riesgo de contraer dengue y que cada año se producen entre 100 y 400 millones de infecciones, nos dice que la prevención se basa en el control de sus vectores, que no hay un tratamiento específico para el dengue y el dengue grave, que la detección precoz y el acceso a una atención médica adecuada reducen en gran medida las tasas de letalidad del dengue grave.
Es decir, en tiempos de turismo espacial para un puñadito de ricos, no se puede generar una prevención del dengue que proteja a 400 millones de personas en riesgo, ergo, no les importa proteger a esas 400 millones de personas porque para el poder la gente también es un bien de uso, o de descarte.
E campo popular necesita transformar esta realidad de muertes en manos del poder financiero por un sistema de vidas humanas en diálogo y protección con la humanidad y con la naturaleza.
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* Cecilia Fernández Lisso es integrante del área Salud del Instituto de Estado y Participación de ATE Argentina (IDEP-Salud)
Publicado originalmente en IDEP-Salud / ATE