Por Emiliano Guido* | Cuando el entonces presidente venezolano Hugo Chávez participó en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata, en 2005, careció de tiempo disponible para poder pasear en la Costanera o deleitarse con los manjares de los restaurantes portuarios. Nada de turismo. El referente bolivariano se abocó a cumplir plenamente con los múltiples compromisos asumidos, tanto en el encuentro oficial de Jefes de Estado como en la denominada contracumbre, un espacio organizado por los sindicatos y movimientos sociales de todo el arco interamericano.
La grilla sin resquicios libres de Chávez en Mar del Plata evidenciaba dos cuestiones: su capacidad de malabarista ideológico para decir presente en eventos de matriz organizativa divergentes, y la potencialidad del debate político de aquellos años. El líder del Movimiento Quinta República era un mandatario imbuido de una ambición y una curiosidad por el poder singular. Su voluntad de navegar en las dos cumbres de aquella icónica reunión continental -en ese mitin los mandatarios rechazaron la propuesta estadounidense de suscribir un área de libre comercio continental-, revelaba una cuestión tangencial de esa coyuntura: el debate sobre cuál era el teatro de operaciones propicio para doblegar al neoliberalismo, si el palacio o la calle, no presentaba una solución unívoca.
En el mencionado inicio de siglo, el boom de presidentes progresistas latinoamericanos demostraba empíricamente que los proyectos populares contaban con la posibilidad de modificar sustancialmente la realidad desde la propia estructura del Estado. Para lograr ese ascenso al poder los partidos emancipadores solo debían saber sortear los pasos intrincados del laberinto frío de la política: ganar elecciones, respetar y entender los tiempos institucionales. En paralelo, encuentros continentales tejidos por la confluencia de organizaciones sociales -la contracumbre de Mar del Plata 2005 tuvo como orador principal a Chávez-, proponían un tipo de metodología política más asamblearia o insurreccional para derribar los pilares neoliberales.
Los sectores políticos no partidocéntricos también contaban con un paraíso político a mostrar: por ejemplo, el movimiento zapatista había logrado erigir en el sur de México una estructura de poder dual. Además de su narrativa política distintiva, poética y no tan rígida como los partidos de izquierda clásicos, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional logró desarrollar por entonces una excepcionalidad más sustantiva como la capacidad de erigir en sus territorios una estructura de mando gubernamental paralela a la del Palacio Los Pinos.
Los campos lumínicos populares
– ¿El mileismo cuenta con un contradictor ideológico igual de híbrido y emergente? ¿La actual usina de ideas del campo popular es un laboratorio político iluminado a 25 watts?
En diálogo con Malas Palabras, el editor del multimedio comunicacional Crisis, un proyecto anfibio que navega en las aguas de la gráfica y del formato podcast, Mario Santucho, considera: “Creo que asistimos a una crisis de imaginación política y de elaboración teórica muy notorias. Ese déficit empobrece las narrativas políticas, los modos organizativos, los repertorios de lucha. Hay varias causas para decir esto. En principio, la imposibilidad que han tenido los últimos gobiernos progresistas para modificar la estructura del poder real, y de esa manera revertir el rol periférico argentino en la economía mundial. A su vez, en el campo de las élites políticas, hay un vacío de pensamiento estratégico muy notorio. En este contexto, aparece una propuesta muy audaz de la ultraderecha, que arriba al gobierno con el mandato de demoler los principios de la era precedente, que claramente generó mucha frustración ciudadana”.
Con un criterio distinto al de Santucho, la investigadora académica, socióloga y referenta del feminismo argentino Dora Barrancos dice a Malas Palabras: “No estoy de acuerdo con que estemos frente a un panorama de anomia. Ha transcurrido muy poco tiempo desde la asunción del legítimo gobierno de Milei. Normalmente el deterioro de la legitimidad presidencial se produce más adelante. Por el contrario, observo sensatez en el comportamiento de la población, porque el caudal de votos recibido por Javier Milei habla de la expectativa que lo acompaña. Igualmente, noto que los márgenes de legitimidad se están desmoronando. La posición tomada por el presidente argentino en el conflicto militar en ciernes en Medio Oriente aleja al país de su histórica posición neutral, y eso evidentemente va a corroer muchísimo su volumen de seguidores, que no son monocórdicos. Porque el apoyo a Milei es heterogéneo, aunque su pico de adhesiones se registra notoriamente en la punta de la pirámide social”.
Por su parte, el profesor universitario de la UBA y la Universidad Nacional de Quilmes Alejandro Kaufman responde a Malas Palabras que los oponentes políticos del oficialismo deberían ordenar su accionar con un programa que logre una mixtura surgida del enroque de las bibliotecas tradicionales y asamblearias. “Necesitamos habitar nuestra riquísima cartografía de las protestas y las resistencias, y apuntar a una reconstrucción democrática y social. No hay respuestas nítidas ni conducciones únicas, sino multitudes con holgada competencia para recuperar autoestimas y formas organizativas. Por lo tanto, por ahora, las respuestas políticas no deben ser lidercéntricas, ni asamblearias. Deberíamos constituir resistencias múltiples y aluvionales”, esgrime.
A su vez, Barrancos habla de “tolerancia táctica” para explicar este particular momento donde la protesta social, siguiendo la imagen del dispositivo dispuesto por la ministra Patricia Bullrich, tiende a no romper los márgenes de las aceras. Barrancos tampoco cree que exista una “desarticulación doctrinaria del campo popular”. Así lo explica: “Todavía estamos bajo los efectos del azoramiento, un efecto de aturdimiento en la autoestima política producido por la baja probabilidad que tenía de llegar a la primera magistratura alguien como Javier Milei. Pero, también observo un fuerte cabildeo político en el peronismo y sus aliados por la coyuntura que atravesamos. Y ese debate está orientado, considero, por hallar respuestas creativas a la actual situación”.
Los campos mnémicos neoliberales
– ¿Hay paralelismos entre la actual coyuntura y el inicio del menemismo, donde el pueblo también enfrentaba a un cuerpo político emergente, en ese caso el neoliberalismo acunado por la caída del Muro de Berlín y el Consenso de Washington? ¿La falta de energía para elaborar doctrina política es una resultante de cierto aburguesamiento del campo popular?
“Este colectivo presuntamente mileista no sigue el legado de las derechas tradicionales, aunque parte de él coincide discursivamente de modo heterogéneo y contingente. No obstante las constantes menciones que hace el gobierno sobre el menemismo, aquella sí fue una composición política que se adecuó a expectativas optimistas frente a un capitalismo liberado de su gran rival socialista. Esa ventaja, que le otorgó cierta plausibilidad al menemismo, ya se amortizó y el capitalismo está ahora confrontado con sus propias miserias ético-políticas. Lo fundante, por fin, no es una construcción doctrinaria de las derechas, a lo sumo en ciernes, sino la aceleración de una nueva revolución tecnológica, industrial y de las subjetividades frente a la cual no puede haber respuestas plenas sin una actualización conceptual del pensamiento social heredado. Transitamos un lapso indeterminado de incertidumbre y desafíos por construir nuevas respuestas ante nuevos escenarios que no tienen precedentes”, contesta Kaufman en un escrito que acercó a la revista vía email.
Al momento de colocar el espejo retrovisor para comparar al mileísmo con respecto al menemismo, Dora Barrancos opina que “la nueva derecha no es un simple cuerpo doctrinario que actualice sin más las viejas banderas de su campo político. Por el contrario, cuenta con precomposiciones doctrinarias novísimas. Por ejemplo, la programática fijación contrafeminista, imbuida de una gran homofobia. Insisto, la novedad del mileísmo, como de movimientos pares suyos, tal el caso de Vox en España, pasa por su voluntad de constituir programas, se trata de una fundación singular que tienen las extremas derechas hoy día en todo el mundo. Enarbolan programas antifeministas, programas contra las diversidades, programas para desasistir de cualquier modo a cualquier presupuesto que no sea el binarismo central sexogenérico por el cual, según su perspectiva, es el orden elemental societal”.
La misma batería de preguntas es respondida mediante diálogos hilados por whatsapp por el editor de la revista Crisis Mario Santucho: “Las organizaciones populares actuales fueron formateadas durante los últimos 20 años para hacer política desde la estructura de gobierno. El campo popular se acostumbró, por así decirlo, a instrumentar política con casaca oficialista. Por esa razón, hacer oposición con poco o sin recursos estatales aparece como algo anormal o extraordinario, cuando en realidad es la posición habitual que ocupó el campo popular en la historia argentina. Otro factor tiene que ver con los balances que ha hecho cada campo político con respecto a sus gestiones anteriores. Mientras el progresismo le achaca sus fracasos al hecho de haberse radicalizado perdiendo así el apoyo de un sector más moderado, la derecha ha decidido ir a fondo y evalúa que el error del macrismo fue haber sido timorato, gradualista. Eso le permite imprimirle una velocidad política a su gestión que ha encandilado a buena parte de la sociedad, sobre todo a la menos politizada, y paraliza a quienes se oponen a este rumbo neoliberal a ultranza”.
*Publicado originalmente en Malas Palabras
Ilustración: Marcelo Spotti