Por Manuel Rodríguez | Los carteles de una barra improvisada cuyos precios en australes ubican temporalmente la escena en alguna noche de la década del 80. Una sala de ensayo en la que los músicos de Don Cornelio dan forma a una canción. Una calle en la que esas mismas personas hacen tiempo tomando cerveza. Recitales de la banda con el caos adueñándose del escenario. Recorridos en auto por la Buenos Aires de aquellos años. La reunión del grupo para tocar en el casamiento de uno de sus integrantes. Un encuentro en un centro cultural en el que se adivina a los mismos protagonistas ya con unas décadas recorridas.
Estas son algunas escenas con las que Cenizas y diamantes. La película de Don Cornelio y la Zona trae al presente la experiencia de la banda encabezada por Palo Pandolfo y que puede verse en Cine Arte Cacodelphia (Roque Saenz Peña 1150, CABA) y tendrá proyecciones en salas de distintas ciudades del país.
El trabajo es resultado de una serie de idas y venidas que comenzaron en 2011, cuando Pandolfo, ya en su etapa solista, convocó a sus ex compañeros para recrear temas de la banda en un recital en el Teatro de la Cova.
“Ensayamos un par de días antes y a partir de ahí es que viene al show un equipo de filmación donde estaba Lorena Muñoz (directora de la biopic de Gilda) y graba el material. De eso y de varios VHS que yo tenía filmados surge la posibilidad de hacer algo. Eso se digitaliza en un primer momento de una forma bastante precaria y se empieza a trabajar pero después de un montón de idas y vueltas el proyecto se cae”, cuenta a Canal Abierto Claudio Fernández, baterista de Don Cornelio.
La iniciativa fue retomada en 2018 por el realizador Roly Rauwolf. Pero como si el aura de banda maldita que acompañó a Don Cornelio persiguiera a su legado audiovisual, el film tuvo que cargar con las partidas del realizador y del propio Pandolfo. Así, la dirección quedó a cargo de Ricky Piterbarg.
“Roly fallece así intempestivamente octubre 2020 y, en acuerdo con otros amigos que estaban un poco involucrados en el tema, dijimos de seguir adelante. Yo me hice cargo de la dirección y seguí produciendo y fuimos para adelante con eso. Después fallece Palo en julio 2021 y tanto los músicos como la familia de Palo también acceden a que sigamos adelante, así que después de todos esos escollos la película se logró hacer”, explica Piterbarg a Canal Abierto.
Cenizas y diamantes aborda la obra de Don Cornelio esquivando el recorrido histórico. Hay espacio para que las canciones suenen completas, algunas de ellas de distintos registros y ámbitos. Así se puede ver, por ejemplo, la evolución de Bajaremos desde los primeros ensayos, con el vocalista interrumpiendo para sugerir arreglos, hasta su versión final.
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Hay dos momentos claramente distinguibles en la película: por un lado las imágenes del archivo de Fernández que abarcan los primeros ensayos, imágenes de la cotidianeidad de la banda, recitales y hasta la reunión que hicieron para su propio casamiento. Por otro, una reunión de los músicos junto con otras figuras de su entorno durante sus años de actividad.
No hay, sin embargo, presentación de los músicos ni una cronología de la actividad de la banda. En el reencuentro, los músicos aparecen en igualdad de condiciones con otras figuras de aquellos años, como B.Ode, Omar Viola o Mescalina, amigos y seguidores de Don Cornelio, sin que se presente quién es quién.
“Yo le digo la película y no el documental porque es un una especie de enterarse de qué pasaba de una en los vivos en los años 80. El fanático la va a amar, me parece a mí, porque nos ve a nosotros en un estado puro, componiendo, tocando en vivo o haciendo monigotadas a la cámara. Lo pienso como fan de otras bandas, que cuando veo ese tipo de cosas las disfruto y mucho”, adelanta Fernández
Y describe: “es muy fresco porque la mayoría del material no fue filmado con un director ni está guionado. Entonces se nota mucha frescura. Y mucha adolescencia también. Creo que eso lo hace rico e interesante también para quien no conoce a la banda”.
El baterista se esperanza con que “si alguien ve la película y no conoce la música de Don Cornelio, posiblemente vaya, busque y se entere qué pasó. Esa gente interesada en conocer más en profundidad de la música y de Don Cornelio, y por ende darle una vida final”.
Respecto de esta decisión del armado, Piterbarg señala: “De entrada se propuso que la película esté basada en el archivo, así que seguimos con esa hipótesis. A partir de ahí yo me propuse que todo el material que generáramos tuviera una hermandad con ese archivo, que transmitiera y transpirara la misma textura, el mismo sonido”.
“Es esa cosa juvenil e inocente continúa-, medio desprolija, de habitación desordenada que tiene el archivo y que tenían los chicos a los 20 años. Todos hemos pasado por los 20 años y sabemos lo que fuimos a los 20 años. Entonces me parece que la película tenía que ser todo eso y así fue que propuse armar ese encuentro en el cual no recordáramos lo que se vivió en ese momento, sino que viviéramos de la manera en la que se vivió en ese momento”.
Federico Ghazarossian fue el bajista de Don Cornelio y, desde su óptica, la película rescata “la cocina de una banda de pendejos de 20, 21, 22 años haciendo lo que querían, cagándose en todo, haciendo lo que se les cantaba el culo y sin importarle si eso les iba a dar más me gusta o si los iba a ver más gente. Lo hacían solamente pensando en un mero hecho: que primero salía de manera natural y después terminaba siendo un hecho artístico”.
Otro aporte que el músico encuentra en el film es que “se ve el funcionamiento de una banda en vivo que de alguna manera era a partir de dos discos que son el día y la noche, porque, si querés, son muy diferentes, ves esa energía en vivo y cómo está tocado”.
“Ves muchas zapada, también mucha improvisación de Palo con las letras, con lo que dice. Hay una versión de Fuego rojo que es toda una improvisación y todo eso se hacía sin pensar en parámetros de querer ganar más adeptos o ser lo más confortable, lo que te piden que sea más confortable los medios. A veces esa libertad que se tomaban y que hacían todo eso a su manera y a su gusto y como le pintaba el día”, agrega.
Respecto a su propia historia con la banda, Fernández sostiene: “uno no se propone dejar una huella o marcar a la gente con lo que hace. Uno lo hace y a partir de ahí la cosa fluye y llega a donde tenga que llegar. Nosotros después nos dimos cuenta que había gente muy interesada. Sí teníamos los fans, que todas las bandas tienen sus fans, pero que había trascendido esa obra… Nosotros hicimos dos discos que podemos decir de culto o algo así, o que la gente los ve así. Pero no teníamos esa intención”.
“Sí me acuerdo que Palo decía siempre que quería hacer algo que se escuchara de acá 10 años. Bueno, estamos a 40 años de lo producido por Cornelio y se sigue hablando y escuchando. Creo que el mejor aporte que yo veo es la libertad, con con la que nos dirigimos en materia compositiva y en la de interpretarlo, que siempre fue sanguíneo, muy visceral”, prosigue.
Ghazarossian cuenta su impresión al ver la película: “Sentí que para nada estábamos equivocados en cómo hacíamos las cosas. Era una banda que lo que se le ocurría lo trataba de implementar y hacer. Y vuelvo a la idea de no pensar como se piensa mucho ahora en gustar al otro. Eran cinco, seis o siete músicos que hacían lo que querían y así salía lo que salía, y así era el vivo. Porque en lo que vas a ver de material de archivo hay muchas cosas que estamos boludeando en la sala, haciendo cualquier cosa, y se ve eso: pibes que estaban imbuidos en esa matriz artística de creación y que solamente iban para ese lado. Y, si querés un trasfondo, en tratar de mostrar un punto de vista y, a la manera de ellos, decir algo”.
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