Redacción Canal Abierto | En tanto único logro de gestión, el Gobierno se aferra a seguir “domando la inflación” como a una tabla en el naufragio. Pero la pregunta que se hacen los economistas es cuánto podrá sostener este “éxito”, dado el alto costo que está pagando en varios frentes.
Desde el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO), analizan cuál podría ser el futuro inmediato en una coyuntura de escasez de dólares que no parece vaya a cambiar para mejor en el corto plazo.
En un informe titulado La economía argentina: Apreciación cambiaria sin dólares, los economistas del Centro plantean que la principal variable que sostiene el proceso de desinflación es “el ancla cambiaria”.
“En los últimos dos meses, el Banco Central (BCRA) dejó de ser un comprador neto en el mercado de cambios oficial y frenó el proceso de acumulación de los primeros meses —detallan—. El Gobierno sabe que una brecha (cambiaria) alta hace más dificultoso eliminar las restricciones. Por eso, a pesar de disfrazarla como una medida para frenar la emisión monetaria, en las últimas semanas comenzó a intervenir en los mercados paralelos de cambios, sacrificando reservas”.
Pero, analizan, esta decisión generó un problema adicional: la incapacidad para acumular reservas motivó que el mercado entienda que el pago de los vencimientos de deuda de enero 2025 está comprometido. Como consecuencia, cayó el precio de los bonos soberanos, y subió el riesgo país.
Ligado a lo anterior, existe la posibilidad “de que el proceso inflacionario se recaliente”. “Tanto la caída de reservas como el aumento de la brecha cambiaria son síntomas de que los agentes económicos perciben un atraso en el tipo de cambio oficial; por lo que la presión sobre el dólar tiende a subir y con esta, la presión sobre los precios”, explican en el CESO. Como presión extra están los aumentos en las tarifas de luz y gas.
Lo que viene
El informe señala que, para obtener dólares genuinos, el gobierno de Javier Milei apuesta fuerte al blanqueo, al RIGI y a un eventual triunfo de Donald Trump que sume apoyo para conseguir nuevo financiamiento neto del FMI y otros organismos multilaterales de crédito. Esto permitiría transitar una salida del cepo de forma ordenada, y el fin del Impuesto País en diciembre de este año “podría ser una ventana de oportunidad” para hacerlo.
Sin embargo, los desafíos que enfrenta hasta entonces son múltiples. El primero es la falta de acumulación de reservas. El segundo, el aumento de la brecha cambiaria. “Finalmente, el gobierno de Milei apuesta su capital político al proceso de desinflación; el único logro a mostrar”, plantean.
Y es que, a diferencia de otros períodos en donde hubo apreciación cambiaria, “esto no se tradujo en un incremento de los ingresos reales o de la actividad, sino que convive con un proceso de ajuste feroz, una recesión inducida y la caída de los ingresos”.
De hecho, en una comparación con el proceso similar e inmediatamente anterior, el macrismo, en el CESO plantean que justamente cuando el modelo dejó de ser sostenible y comenzaron las presiones devaluatorias se desató la estampida de los fondos especulativos de la economía local que culminó con el pedido de salvataje al FMI en 2018.
Pero “la particularidad de la etapa actual radica en que las canillas de dólares financieros parecen estar cerradas, el nivel de reservas heredado es sustancialmente más bajo que el 2015, y la carta del FMI —utilizada tanto a fines de la convertibilidad como en 2018— no está disponible, ya que todavía se encuentra pendiente de pago la deuda tomada por el propio Caputo y renegociada durante el gobierno de Alberto Fernández”, advierten.
“El Gobierno apuesta fuerte a los dólares que puedan ingresar por el blanqueo y por el RIGI, para llegar a fin de año con un nivel de reservas más o menos elevado como para salir del cepo cambiario.
“Sin la entrada de nuevos dólares, el esquema actual no tiene lugar para una pronta recuperación económica (…). Una eventual recuperación de la actividad y de los ingresos se traduciría en mayor demanda de dólares para importaciones —y por qué no, para atesoramiento— que profundizaría la pérdida de reservas, tornando cada vez más difícil la salida del cepo”.
Finalmente, e incluso con una salida del cepo ordenada hacia fin de este año, en el CESO aclaran que los desafíos económicos por delante no terminan. “Durante los próximos tres años, el Gobierno deberá enfrentar el pago de más de US$ 50 mil millones de deuda. Por tanto, de no lograrse una exitosa reintroducción de Argentina en unos mercados financieros plagados de incertidumbre —tanto por el nivel de apalancamiento global como por los diversos conflictos geopolíticos—, se deberá encarar un proceso forzado de reestructuración de deudas. De esa manera, es difícil vislumbrar una próxima fuente de divisas que permita sostener una expansión de la actividad económica en los próximos años”.
Ilustración: Marcelo Spotti