Por Vijay Prashad* | El 13 de septiembre, en un cónclave celebrado en Washington DC, el presidente estadounidense Joe Biden y el primer ministro británico Keir Starmer señalaron que sería aceptable que Ucrania disparase misiles, proporcionados por Occidente, contra territorio ruso. Todavía no se ha anunciado ninguna decisión oficial, pero está claro hacia dónde se dirige la conversación entre los Estados miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Después de que Starmer -cuyo índice de aprobación entre los votantes se sitúa en el 22%- regresara a Londres, su ministro de Relaciones Exteriores, David Lammy, declaró a la prensa que el gobierno británico está negociando con otros aliados el levantamiento de las restricciones a Ucrania para el uso en Rusia de misiles Storm Shadow proporcionados por el Reino Unido. Sir John McColl, un alto oficial retirado del ejército británico, fue más allá al afirmar que esos misiles acabarían utilizándose contra Rusia, aunque no permitirán que Ucrania prevalezca. En otras palabras, sabiendo perfectamente que esos misiles no cambiarán el tenor de la guerra, estos hombres (Biden, Starmer y McColl) están dispuestos a arriesgarse a agravar el conflicto.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha convertido el uso de misiles proporcionados por Occidente en el centro de sus conversaciones con los líderes mundiales, afirmando que si se permite a su ejército disparar los misiles Storm Shadow (del Reino Unido), SCALP (de Francia) y ATACMS (de Estados Unidos), Ucrania podrá atacar bases militares rusas en suelo ruso. Una luz verde de la OTAN para utilizar estos tres sistemas de misiles, que ya han sido suministrados a Ucrania por países miembros de la OTAN, implicaría una escalada significativa:
Si Ucrania utilizara estos misiles para atacar a Rusia, y Rusia tomara represalias con un ataque contra los países que proporcionaron los misiles, se activaría el artículo 5 del tratado de la OTAN (1949), atrayendo a todos los países miembros de la OTAN directamente a la guerra. En semejante escenario, varias potencias nucleares (EE.UU., Reino Unido, Francia y Rusia) tendrán los dedos sobre el botón nuclear y bien podrían llevar al planeta por el camino de una ardiente destrucción.
En diciembre de 2021, Rusia y Estados Unidos mantuvieron una serie de conversaciones que, a esas alturas, podrían haber evitado el estallido de las hostilidades en Ucrania. Un resumen de esas conversaciones es vital para destacar las cuestiones clave que subyacen al conflicto:
1. 7 de diciembre de 2021. El presidente estadounidense, Joe Biden y el presidente ruso, Vladimir Putin, sostuvieron una videoconferencia de dos horas. El informe de la Casa Blanca, de apenas un párrafo, se centró en los movimientos de tropas rusas en la frontera ucraniana. El resumen del Kremlin es un poco más largo e introduce un punto que Estados Unidos ha ignorado: “Vladimir Putin advirtió en contra del traslado de la responsabilidad a Rusia, ya que era la OTAN la que estaba realizando peligrosos intentos de asentarse en territorio ucraniano y aumentaba sus capacidades militares a lo largo de la frontera rusa. Por esta razón, Rusia quiere obtener garantías fiables y jurídicamente vinculantes que excluyan la posibilidad de una expansión de la OTAN hacia el este y el despliegue de sistemas de armas ofensivas en los países vecinos de Rusia”.
2. 15 de diciembre de 2021. El Viceministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergey Ryabkov, se reunió en Moscú con la Subsecretaria de Estado estadounidense para Asuntos Europeos y Euroasiáticos, Karen Donfried. El comunicado de prensa ruso publicado tras la reunión afirmaba que “mantuvieron un debate detallado sobre las garantías de seguridad en el contexto de los persistentes intentos de EE. UU. y la OTAN de cambiar la situación militar y política europea a su favor”.
3. 17 de diciembre de 2021. Rusia dio a conocer un proyecto de tratado con Estados Unidos, así como un proyecto de acuerdo con la OTAN. Ambos textos dejaban claro que Rusia buscaba garantías de seguridad consistentes contra cualquier desestabilización del status quo hacia su oeste. En estos textos hay declaraciones explícitas e importantes sobre misiles y armas nucleares. El proyecto de tratado dice que ni Estados Unidos ni Rusia deben “desplegar misiles lanzados desde tierra de alcance intermedio y de corto alcance fuera de sus territorios nacionales, así como en las zonas de sus territorios nacionales desde las que dichas armas puedan atacar objetivos en el territorio nacional de la otra Parte” (artículo 6) y que ambas partes deben “abstenerse de desplegar armas nucleares fuera de sus territorios nacionales” (artículo 7). El proyecto de acuerdo con la OTAN dice que ninguno de los países de la alianza debe “desplegar misiles terrestres de alcance intermedio y corto en zonas que les permitan alcanzar el territorio de las otras Partes” (artículo 5).
4. 23 de diciembre de 2021. En su conferencia de prensa anual, Putin transmitió una vez más la inquietud de Rusia ante el movimiento de la OTAN hacia el Este y las amenazas de despliegue de sistemas de armamento en las fronteras rusas: “Recordamos, como ya he mencionado muchas veces y como ustedes saben muy bien, cómo nos prometieron en la década de 1990 que [la OTAN] no se movería ni un centímetro hacia el Este. Nos engañaron descaradamente: se han producido cinco oleadas de expansión de la OTAN, y ahora los sistemas de armamento que he mencionado se han desplegado en Rumanía, y el despliegue ha comenzado recientemente en Polonia. Esto es de lo que estamos hablando, ¿no lo ven? No estamos amenazando a nadie. ¿Nos hemos acercado a las fronteras de Estados Unidos? ¿O a las fronteras de Gran Bretaña o de cualquier otro país? Son ustedes los que se han acercado a nuestra frontera, y ahora dicen que Ucrania también se convertirá en miembro de la OTAN. O, aunque no entre en la OTAN, que en su territorio se instalarán bases militares y sistemas de ataque en virtud de “acuerdos bilaterales”.
5. 30 de diciembre de 2021. Biden y Putin mantuvieron una conversación telefónica sobre el deterioro de la situación. El resumen del Kremlin es más detallado que el de la Casa Blanca, por lo que resulta más útil. Putin, se nos informa, “hizo hincapié en que las negociaciones debían producir garantías sólidas, jurídicamente vinculantes que excluyeran la expansión de la OTAN hacia el este y el despliegue de armas que amenazaran a Rusia en las inmediaciones de sus fronteras”.
El 24 de febrero de 2022, las tropas rusas entraron en Ucrania.
Rusia está preocupada por sus garantías de seguridad desde que Estados Unidos comenzó a retirarse unilateralmente del delicado sistema de control de armamentos. Las consecuencias de esta retirada son la salida de EE.UU. en 2001 del Tratado sobre Misiles Antibalísticos de 1972 y la revocación en 2019 del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio de 1987. La eliminación de estos tratados y el no reconocimiento de las peticiones rusas de garantías de seguridad -junto con las agresiones de la OTAN en Yugoslavia, Afganistán y Libia- aumentaron la intranquilidad en Moscú ante la posibilidad que Occidente pudiera emplazar misiles nucleares de corto alcance en Ucrania o en los países bálticos y poder atacar grandes ciudades rusas del oeste sin ninguna esperanza de defensa. Ese ha sido el principal argumento de Rusia con Occidente.
Si Occidente hubiera tomado en serio los tratados que Rusia propuso en diciembre de 2021, quizá no estaríamos en una situación en la que los países occidentales están discutiendo el uso de misiles de la OTAN contra Rusia.
Un nuevo estudio de la consultora Accuracy muestra que las empresas de armamento de Estados Unidos y Europa se han beneficiado enormemente de esta guerra, con un aumento de un 59,7% en la capitalización bursátil de las principales empresas armamentísticas desde febrero de 2022. Las mayores ganancias han correspondido a Honeywell (EE.UU.), Rheinmetall (Alemania), Leonardo (Italia), BAE Systems (Reino Unido), Dassault Aviation (Francia), Thales (Francia), Konsberg Gruppen (Noruega) y Safran (Francia). Las empresas estadounidenses Huntington Ingalls, Lockheed Martin, General Dynamics y Northrup Grumman también registraron ganancias, aunque sus aumentos porcentuales fueron menores porque sus beneficios absolutos ya estaban en niveles exorbitantes. Mientras estos mercaderes de la muerte de la OTAN se benefician significativamente, sus poblaciones siguen lidiando con precios más altos debido a la inflación en los costos del combustible y los alimentos.
Quizá lo más cruelmente irónico de todo este debate es que permitir que Ucrania ataque a Rusia no tendría por qué suponer ningún beneficio militar. En primer lugar, las bases aéreas rusas ya se han alejado del alcance de los misiles en cuestión y, en segundo lugar, los suministros ucranianos de estos misiles son escasos. A la amenaza de una guerra nuclear se suman dos declaraciones recientes de Estados Unidos. En agosto, la prensa estadounidense reveló que la administración Biden había elaborado un memorando secreto sobre la preparación del arsenal nuclear estadounidense para combatir a China, Corea del Norte y Rusia. Esto se produjo poco después de otro informe, en junio, según el cual EE. UU. estaba considerando ampliar sus fuerzas nucleares.
Todo esto forma parte del telón de fondo de la 79ª reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas que se celebra este mes, en la que los Estados miembros debatirán un nuevo Pacto Mundial. El borrador del pacto utiliza la palabra “paz” más de cien veces, pero el verdadero eco que escuchamos es “guerra, guerra, guerra”.
Cuando era adolescente en Calcuta (India), solía ir al teatro Gorky Sadan a ver las películas del director soviético Andrei Tarkovsky, que reflexionaban sobre la vida y el deseo humano de ser mejor. Una de estas películas, Espejo (1975), sobre la atrocidad de la guerra, está anclada en los poemas del padre del cineasta, Arseny Tarkovsky. A medida que aumentan las tensiones en Ucrania, el poema del anciano Tarkovsky “Sábado, 21 de junio” (en referencia al día anterior a que la Unión Soviética fuera atacada por la Alemania nazi en 1941) nos advierte de la creciente amenaza de guerra:
Queda una noche para construir fortificaciones.
Está en mis manos, la esperanza de nuestra salvación.
Añoro el pasado; entonces podría advertir
A los que estaban condenados a perecer en esta guerra.
Un hombre al otro lado de la calle me oiría gritar,
“Vengan aquí, ahora, y la muerte pasará de largo”.
Sabría la hora en que estallaría la guerra
Quién sobrevivirá a los campos y quién morirá.
Quiénes serán los héroes galardonados,
Y quién morirá fusilado por los pelotones de fusilamiento.
Veo la nieve en Stalingrado, toda regada
De cadáveres de los pelotones enemigos.
Bajo los ataques aéreos, veo Berlín
La infantería rusa entra marchando.
Puedo predecir cada complot del enemigo
Más que inteligencia de ningún tipo.
Y sigo suplicando, pero nadie me escucha.
Las personas que pasan respiran aire fresco,
Disfrutando de las flores de verano en junio,
Todas inconscientes de la fatalidad que se avecina.
Un momento más y mi visión desaparece.
No sé cuándo ni cómo acabé aquí.
Mi mente está en blanco. Miro el cielo brillante,
Mi ventana aún no está tapada por las rayas entrecruzadas.
* Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. La nota fue publicada originalmente en www.thetricontinental.org y republicada en Canal Abierto con autorización del autor y su instituto.
Foto principal: Un cohete Himars es disparado contra una posición rusa el 29 de diciembre de 2023 en un lugar sin especificar del frente de Ucrania. Crédito: Serhii Mykhalchuk (Global Images Ukraine/ Getty). Tomado de elpais.com