Redacción Canal Abierto | Un hombre y su mensaje disruptivo, mesiánico, un tanto paranoico y provocador contra el “wokismo”. Es la escena que Javier Milei debió imaginar ayer por la noche, en la previa a su intervención en el Foro de Davos.
A los ojos de sus seguidores, probablemente cumplió con creces las expectativas: repleto de lugares comunes, su discurso pasó por la autocelebración -y junto a él, el de “luminarias” como Elon Musk, Donald Trump, la premier italiana Meloni, su par húngaro Viktor Orban y el mandatario salvadoreño Nayib Bukele) y diatribas contra el resto… del universo.
En esta ocasión, ¿quieron fueron merecedores de la violencia presidencial? Las mujeres y los feminismos, los gobiernos -en particular, europeos-, el colectivo LGTBQ+, los organismos y foros multilaterales, las universidades, los intelectuales, la ciencia, los sindicatos, los bancos, buena parte del periodismo y los medios de comunicación.
“La ideología woke es el cáncer que hay que extirpar”, resumió Milei, forzando un concepto cuyo uso es casi exclusivo en los Estados Unidos. Una evidencia más del desesperado esfuerzo por emular a su par norteamericano, su “querido” Trump.
A contra mano de todos los estudios y organismos estatales y supraestatales, atacó las banderas del feminismo al asegurar que “la igualdad ya existe ante la ley en Occidente y que lo demás es una búsqueda de privilegios”.
“¿Acaso mujeres y hombres no son perfectamente iguales en un mundo libre? Las defensoras de esa aberración tienen además la obsesión por el victimismo. ¿Acaso no saben que la mayoría de los presos son hombres?” se preguntó Milei, antes de caer en el ridículo: “No se quejan de que los plomeros sean hombres”.
“Sin ir más lejos, hace pocas semanas fue noticia en todo el mundo el caso de dos americanos homosexuales que, enarbolando la bandera de la diversidad sexual, y fueron condenados a cien años de prisión por abusar y filmar a sus hijos adoptivos durante más de dos años. Quiero ser claro que cuando digo abusos no es un eufemismo, porque en sus versiones más extremas la ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil. Son pedófilos, por lo tanto, quiero saber quién avala esos comportamientos”, lanzó en un tramo de su alocución, equiparando homosexualidad y pedofilia, que no merece el más mínimo análisis.
En su cruzada contra las mujeres, volvió a utilizar el argumento anti abortista más débil, y que a estas alturas no esgrime ni el más obtuso militante anti derechos: “fue inventado con la excusa de que el aumento de la población terminaría con el mundo. Resultado: ahora los nacimientos son cada vez más escasos”.
La lista estigmatizante continuó contra inmigrantes, donde repitió los argumentos de sus amigos ultraderechistas españoles de Vox, y los militantes políticos. “La nueva forma de hacer política es decirle a la gente las cosas en la cara”, dijo a pocas semanas de contar que aprovecharon el verano para ocultar los despidos en medio de las vacaciones.
Ante un auditorio que se iba vaciando con el correr de los minutos, el Presidente señaló que “el mundo abraza a la Argentina” y consideró que “se convirtió en un ejemplo”.
Presente en Davos, Suiza, la enviada especial del diario La Nación contó que “cuando Javier Milei terminó su discurso de odio, el público parecía pasmado, aplastado por tanta violencia. Como sucedió el año pasado, los aplausos fueron escasos”.
¿Qué pasa en Davos?
El Foro Económico Mundial es una fundación con sede en Ginebra. Entra en la categoría de Organización No Gubernamental (ONG) u Organización de la Sociedad Civil (OSC). No obstante, la relevancia que las autoridades políticas y el periodismo mundial dan a este encuentro habla del poder que tienen los convocantes, las principales trasnacionales del planeta.
Allí asisten, además de los gerentes o CEOs (Chief Executive Officers) de las mayores empresas mundiales, numerosos jefes de estado, funcionarios, algunos académicos y periodistas invitados. Incluso, las empresas participantes llegan a pagar hasta u$s 680.000 para tener acceso.
Su objetivo declarado es “mejorar la situación del mundo”, un fin demasiado altruista para el millar de corporaciones miembro que ostentan facturaciones anuales de más de cinco mil millones de dólares.