Redacción Canal Abierto | Los gobiernos de Cambiemos decidieron pasar a la ofensiva en su cruzada contra los sindicatos, envalentonados tras las concentraciones del #1A. La virtual correlación de fuerzas favorable, que podría ser no más que un espejismo, los hizo cruzar una línea que podría sensibilizar por sobre manera a la sociedad: la represión a docentes.
El domingo cerca de las 20, bajo una intensa lluvia, decenas de maestros pertenecientes a CTERA estaban por montar una escuela itinerante en la Plaza de los Dos Congresos. “Buscamos llamar la atención con esta estructura. Hace pensar en la carpa blanca de los noventa pero recargada. La idea es buscar formas lucha alternativas al paro. Para que la sociedad nos siga acompañando vamos a volver a las aulas en los próximos días, pero no vamos a dejar de visibilizar nuestro reclamo y de demostrar que es el gobierno el que tiene que dar una solución porque es el que creó este conflicto”, había expresado minutos antes Mariano Denegris, de la confederación docente.
En los hechos, los manifestantes no estaban cortando ninguna calle. La Policía de la Ciudad les impidió montar estructura alguna, sacó los palos y les arrojó gas pimienta.
¿Cuál era el objetivo de los maestros? Difundir durante los próximos días el deterioro de la educación pública bajo la administración macrista. Una manera de protestar contra la decisión del ministro de Educación Esteban Bullrich de incumplir la orden judicial de convocar a paritaria nacional docente. Y de exigir el cumplimiento de la ley de financiamiento educativo, que dispone del 6% del PBI para el sector.
La ofensiva de Cambiemos contra los sindicatos no sólo se tradujo en palos e incumplimiento de la ley, sino en el inicio de los trámites para quitarle a los gremios bonaerenses la personería gremial. Les cabe el sayo bajo el cual reside la mafia de los sindicatos, como así también están en el ojo del ministerio de Trabajo, que intensamente busca alguna desprolijidad extorsiva.
La educación pública y los docentes han ganado en la sociedad un respeto que, más allá de los embates, sigue en pie en grandes porciones. El riesgoso camino adoptado por el gobierno podría costarle caro. Ni siquiera Carlos Menem se atrevió a reprimir guardapolvos blancos.