Redacción Canal Abierto | Junto a una comitiva del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde llegó a la Argentina y es noticia en todas las portadas de grandes medios de comunicación. Desde cuál será el menú con que Mauricio Macri recibirá en Olivos a la mandamás del organismo, hasta cómo la visita afectará el tránsito en la Ciudad de Buenos Aires, periodistas y analistas políticos entretienen y se esfuerzan por agregar datos de color al cónclave.
Sin embargo, son pocas las líneas o espacio televisivos respecto de la agenda política y financiera, o bien del sinfín de movilizaciones en repudio al acuerdo crediticio entre FMI y el Gobierno. Mucho menos, del perfil del personaje que lo preside y sus claroscuros.
En diciembre de 2016, la Corte de Justicia de la República (CJR) francesa condenó a la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, por negligencia en el desvío de fondos públicos.
La causa remite a cuando, en 2008, la por entonces ministra de Finanzas del conservador Nicolas Sarkozy aprobó una recompensa de 403 millones de euros para el millonario Bernard Tapie por la disputada venta de una firma, y de 45 millones más –libres de impuestos- en concepto de perjuicio moral para el empresario.
Según la justicia de su país, Lagarde -nombrada ministra en junio de 2007- dio luz verde a poco de asumir a un arbitraje privado para resolver el litigio que enfrentaba al Crédit Lyonnais, entonces banca pública, con Tapie, quien había apoyado la campaña de su amigo Sarkozy. Fue entonces que, a su cargo, la cartera de economía decidió resolver en tiempo récord la mediación en favor del amigo del Presidente y en perjuicio del Estado.
Amigos son los amigos
Según la CJR, la entonces ministra no recurrió ante al “nefasto” arreglo, se dejó aconsejar solo por los que apoyaban el arbitraje y las pretensiones de Tapie, aceptó una compensación “exorbitante” y cerró el caso precipitadamente sin consumir el plazo que disponía la ley.
En su descargo ante los jueces, Lagarde señaló que estaba muy ocupada al frente de un macroministerio (era superministra de Economía, Finanzas, Industria y Empleo en el Gobierno de Nicolas Sarkozy) y gestionando la crisis mundial, y apuntó a que todo se hizo a sus espaldas y fue quizá víctima de un fraude.
La CJR desestimó tales excusas y resaltó la imposibilidad de que Lagarde no haya consentido el millonario beneficio en su carácter de abogada familiarizada con los arbitrajes comerciales.
Tras el veredicto que la declaró culpable, el FMI no sólo respaldó a su jefa sino también prorrogó su mandato al frente del organismo. A través de un comunicado, señaló que “reafirma su confianza plena en la capacidad de la directora gerente para continuar llevando a cabo de manera efectiva sus tareas”.
Condena firme, sanciones suaves
Aunque la decisión judicial minó por completo su reputación de “gestora competente” ante los franceses, Lagarde salió casi impune. La justicia gala la liberó de consecuencias penales e incluso de que la condena figurase en su prontuario. La excusa fue la de su estatura política internacional al momento del fallo, y que los hechos que la incriminan ocurrieron en plena crisis mundial.