Por Corina Duarte | Una vez más, cientos de pibes y pibas marcharon por las calles de La Plata denunciando que El Hambre es un Crimen». La bandera de lucha de Cajade y Morlachetti le puso freno a la amenaza de lluvia. Bailando, cantando y sonriendo llegaron desde Plaza Moreno hasta Plaza San Martín, frente a la Gobernación provincial. Las rejas que la protegen del pueblo que la vota decían: “Acá se cocina el hambre”.
Los voceros y voceras tuvieron entre 10 y 19 años. Encabezando la marcha, integrando la Coordinadora de Niñez, Juventudes y Territorio, el Foro Por los Derechos de la Niñez y Adolescencia, las obras, clubes, centros culturales y hogares que trabajan con pibes en los barrios, conversaban entre sí, se reían, se sacaban selfies y denunciaban la persecución y el hostigamiento que reciben por estar en la esquina “porque pasa una moto y la gente dice ‘nos van a robar’. La policía nos para, nos pregunta cosas”.
Karen, de la Casa Joven de la Obra del Padre Cajade, decía: “nosotros necesitamos que nos apoyen a los chicos. No hay trabajo, no hay comida. Las cosas aumentan cada vez más”. Le gustaría ser actriz. También le gusta cantar, bailar, tiene hermanos y vive con su mamá y sus hermanos en Melchor Romero. “Casi nunca nos escuchan a nosotros. Nos prometen muchas cosas y nunca las cumplen. Y eso me da bronca”, expresaba arreglándose el pelo, poniéndose aún más bonita ante cada palabra.
-¿Estás contenta de estar acá?
-Si re…
Rocío caminaba con su hijito Ramiro de un año y un mes. Estaba sola, sin pareja: “Estamos marchando por todo. Venimos a marchar por la inseguridad, por la suba del gas, la luz, por la falta de trabajo, por la falta de policías en el barrio. Yo soy de Villa Elvira, y cuando mis amigos están tranquilos sentados y no están haciendo nada malo, la policía va y los interrumpe. Y eso te jode, ¿cómo no te va a joder que vayan a molestarte cuando estás con tus amigos? Ahora, lo único que me interesa es terminar la escuela y cuidar a mi hijo».
-¿Se te hace muy difícil sola y con tu hijo?
-Estoy muy contenta con mi hijo, me ayudan mucho mi mamá, mi familia, mis amigos, los educadores de Casa Joven. Todos me ayudan mucho.
Ludmila tiene 17 años. También fue vocera de la marcha. Contó que quedó en ese rol “por decisión propia. Tenía ganas de contar lo que anda pasando en la sociedad, y por eso elegí ser vocera. Soy de El Retiro, y pasa mucho que vulneran nuestros derechos. Nos ponen etiquetas cada día. Dicen que todos los pibes son peligrosos, que salen a robar. Por usar visera nos miran mal. Si estamos en una esquina están pensando que nos estamos drogando. A la familia de mis amigos les cuesta un montón llegar a fin de mes, no pueden pagar el gas. La plata no te alcanza, sólo alcanza para comer día a día y nada más”.
-¿Qué es lo que te gusta hacer?
-Muchas cosas. Andar en la calle peleando por mis derechos me encanta. Cuando sea grande quiero ser directora de cine.
Maxi tiene 17 años. Es grandote y no muy alto. Sin vergüenza arranca el relato: “Soy del Frente Ciudadano por los Derechos. Estamos acá en esta marcha que nuclea a todos los que pensamos que los gobiernos se tienen que ocupar más de los barrios que vivimos en la periferia. Yo soy de Melchor Romero. Y los barrios de la periferia somos los más golpeados por el ajuste. Acá estamos para repudiar estas políticas, para pedir que los pibes y las pibas que vivimos en los barrios somos personas que queremos vivir felices”.
-¿Qué te gusta hacer?
-A mí me gusta militar, me gusta el rock nacional y me gusta mucho leer. Me gusta mucho preguntarme cosas. En mi casa somos siete hermanos. Mis viejos laburan, no es el mejor laburo pero somos agradecidos de tener trabajo.
Brisa tiene 15 años. Es de Los Hornos, un barrio popular, enorme de la ciudad. “Estamos movilizando por los derechos de los niños. Adónde los jóvenes tengamos la voz. A mi me gusta todo esto, ayudar a los chicos para que no haya hambre, para que se cumplan sus derechos, para que podamos hablar y tener la palabra”.,
-¿Estás contenta de marchar?
-Demasiado. Marchar con los chicos es una alegría enorme.
El documento final también fue leído por todos, uno al lado del otro sobre el escenario. De frente se preparaba la Orquesta del Movimiento Justicia y Libertad. Un pibe con un contrabajo casi tan alto como él, empuñaba el instrumento que aprende desde hace dos años. “No es tan difícil. Ensayamos los lunes y los jueves. Está bueno”. Se llama Esteban, y formaba parte de la construcción de la música potente de violines y guitarras que la Gobernadora no escuchaba, aunque sonara frente a su ventana.
“Nos vestimos como queremos. A ustedes les molesta que seamos de barrio y que usemos viseras. Cada ropa pertenece a una época y la ropa forma parte de nosotros y nosotras y nos identifica. Marchamos porque los grandes nos enseñan a competir desde muy temprano. Pero nosotros entendemos que podemos cambiar las reglas. Los juegos no tienen géneros ni reglas”, decían, y la plaza en silencio aplaudía.
A los costados una murga calentaba. El grupo de hip hop BGH tiraba pasos y los pibes y las pibas seguían, interrumpiéndose de orgullo y risa adolescente:
“Hablando y escuchando es como resolvemos los problemas. Y si después de hablar no nos escuchan, tenemos que hacer quilombo. Hoy salimos a la calle porque no queremos que los adultos nos culpen por todo, ni nos encierren ni nos castiguen”.
“A veces nos sentimos con las manos atadas, sentimos que nos usan. A veces juntamos tanta rabia que hasta nos insultamos entre nosotros y nosotras y dejamos de valorar la vida. Pero hoy no”.
“Hoy marchamos porque nos gusta la política y queremos discutirla. Porque dicen que somos chiquitos para no darnos pelota, pero cuando vamos al municipio a pedirles que hagan una plaza en el barrio no nos dan bolilla”.
“Tenemos proyectos, deseos y esperanzas. No somos peligrosos. Estamos en peligro. Sino abrís la cabeza, no te crece el corazón. El hambre es un crimen” dijeron, fuerte, muy fuerte, una vez más, como hace décadas, hasta que alguien escuche.