Redacción Canal Abierto | La última semana de septiembre de 1997 Sebastián Luis Alberto Bordón, de la localidad bonaerense de Moreno, estaba de viaje de egresados en El Nihuil, a 320 kilómetros de la ciudad de Mendoza.
En medio de la excursión escolar, comenzó a sufrir episodios de alteración nerviosa. Las maestras a cargo del grupo lo llevaron a un médico que le dio Valium para calmarlo y, algunos días después, finalmente, fue llevado al destacamento policial. Allí el comisario Carlos Plácido Escobar –luego acusado de homicidio–, llamó a su padre quien le aseguró que lo iría a buscar al día siguiente. Sin embargo, esa noche Sebastián se escapó de la comisaría golpeando al cabo Esteban Merelo.
Un patrullero con el oficial Daniel Gómez, el cabo Abelardo Cubillos y el agente Roberto Gualpa, salió a buscarlo y lo encontró. Le dieron una paliza feroz y lo devolvieron al destacamento, donde Merelo también aprovechó para vengarse. Y lo abandonaron en un sótano donde agonizó y finalmente murió días después, no por las heridas, sino por falta de atención y alimentos.
Tal como había anticipado, Luis Bordón llegó al otro día, pero su hijo ya había sido ocultado y a partir de allí los jefes policiales y parte de la justicia mendocina desplegaron un improvisado operativo de desviación que tuvo a la familia en vilo hasta que apareció el cuerpo. Luego, esos esfuerzos criminales se convirtieron en una gran trama de encubrimiento, que sólo la lucha de la familia pudo desenredar con los años.
La periodista Maricarmen Almada, coautora del libro El crimen Bordón. Un caso de impunidad policial junto a Silvia Licht, explica a Canal Abierto que el caso tiene puntos de comparación con la desaparición de Santiago Maldonado: “La justicia actuó al principio tratando de desviar la búsqueda, como sucede hoy con Maldonado. La fuerza policial siempre preparada para golpear y matar, y la Justicia que nunca actúa a tiempo. Hay que recordar el proceder del juez Waldo Yacante en complicidad con una adivina que desviaba la búsqueda hacia San Luis”.
Se refiere a la parapsicóloga Amanda Ledesma –informante habitual de la Policía de Mendoza– y al camionero Humberto Vega Giménez, luego condenados por encubrimiento, que declaraban haber llevado a Bordón afuera de la provincia.
Lamenta Almada: “no hemos cambiado demasiado desde aquel tiempo. El sistema educativo tuvo que ver con lo que le pasó a Sebastián, las maestras abandonan a un chico enfermo en un destacamento policial, y la policía dura, de gatillo fácil, la policía que mata, lo golpea hasta dejarlo morir en un sótano».
El asesinato se convirtió en uno de los casos emblemáticos de violencia institucional, puso en jaque al gobernador Arturo Lafalla y provocó la caída del secretario de Gobierno provincial y de toda la cúpula de la policía mendocina. Por el homicidio del joven recibieron condenas siete policías y dos civiles. Las penas fueron desde los dos a los quince años de prisión, mientras que otros tres imputados quedaron absueltos. Hoy todos los acusados están libres excepto Trentini, que se encuentra en prisión por estar implicado en delitos de lesa humanidad durante la última dictadura.
12 de octubre

Según la causa judicial y todas las investigaciones, los policías arrojaron el cuerpo de Sebastián en un barranco del río Atuel, pero no llegó a caer hasta el fondo, sino que quedó en una “mesa” salida del peñón, a 60 metros. Allí fue encontrado por unos baqueanos que viajaron desde Moreno para colaborar con la búsqueda junto a otro lugareño.
“No se puede entender el caso fuera de contexto –explica Almada–, hay que analizar a la sociedad mendocina, que es muy de derecha, con una iglesia fuertemente conservadora. Una sociedad que queda envalentonada con la policía dura. En ese marco matan a un pibe a los golpes y lo dejan abandonado”.
Un lamentable caso de estudio es el de las maestras a cargo. El joven tuvo una crisis de angustia y no supo ser contenido por las profesoras Ana María Bava y Patricia Mabel Landalde, junto con Jacinto Araujo, director de la Escuela Media 4, que se sacaron de encima a Sebastián y lo dejaron en el destacamento policial, mientras su padre viajaba para buscarlo.
Almada analiza que “cometieron un enorme error al dejar a un chico con un trastorno de personalidad, sin suministrarle la medicación que le habían recetado en Mendoza y abandonarlo. Los testimonios de los compañeros son estremecedores, como lo puteaban las maestras. Le decían ´vos negro de mierda no nos vas a cagar las vacaciones´. No cualquier maestra abandona a un chico en esas condiciones. Con el tiempo la mamá, Miriam Medina, que es una enorme luchadora, logró que se haga justicia separándolas del cargo, pasaron a cumplir tareas en la escuela fuera del aula, pero nunca enfrentaron a la justicia penal”.
La familia Bordón abrió en su propio hogar “La Casita de Sebastián”, un jardín maternal y centro comunitario en el barrio Tres de Diciembre. «Miriam siguió la lucha acompañada por los hijos que han tomado la bandera, con una decisión de seguir eternamente buscando la verdad”, recuerda la investigadora.
(*) Maricarmen Almada se hizo amiga de la familia Bordón cubriendo periodísticamente el caso para el diario Página /12. Luego publicó su investigación en el año 2001. En 2007 editó un libro sobre el asesinato de María Marta García Belsunce, “El Crimen De La Dama De Pilar”.