Inés Hayes | Cuando a los 8 años Virginia estuvo viviendo en la casa de La Habana, nunca imaginó que años más tarde sería el escenario que daría lugar a su primer largometraje, La Guardería, que cuenta los años en que los hijos e hijas de miembros de la organización argentina Montoneros vivieron allí para ser protegidos de la dictadura (1976-1983).
La Guardería es una película que habla sobre una gran casa blanca con jardín y palmeras, en La Habana, Cuba, hogar durante muchos años de un grupo de más de 30 niños cuyas edades iban de los 6 meses a los 10 años. Eran hijos de militantes de la organización Montoneros, que pasaron una parte importante de su infancia lejos de sus padres.
Estos niños, hoy hombres y mujeres, nos cuentan su historia, recrean las fantasías y recuerdos de su estadía entre 1978 y 1983 en esa casa que llamaban “La Guardería”. Estaban a cargo de otros compañeros, quienes les daban el cariño y los cuidados que necesitaban. Aprendieron a relacionarse con otra cultura, sin perder la propia, a convivir con la nostalgia, a esperar con ansias las cartas o noticias de sus padres, que sabían que sus hijos eran objetivos militares, y que si no los preservaban podían ser secuestrados, apropiados y desaparecidos.
La directora del film fue una de esas niñas y en esta película intenta buscar en los adultos de hoy a esos niños que fueron, con las construcciones fantásticas y el sentido de la realidad, con los juegos y la historia familiar que les era común, con el temprano contacto con la muerte, con la alegría y la tristeza de esos años. Le interesaba además confrontar la similitud entre las fantasías que ellos tenían sobre su país y las de sus padres. Reconstruir el modo como entendían el exilio y las razones por las que estaban lejos, y también sobre cómo ven hoy su historia y su relación con las decisiones que sus padres tomaron, que marcaron su infancia.
El regreso al país –en el mejor de los casos con sus padres y en otros con abuelos o parientes–, implicó enfrentarse a una realidad que no conocían. La Argentina real distaba mucho de la fantasía que habían creado sobre ella y volver, si bien era cumplir un sueño, no fue como siempre lo imaginaron.
¿Qué queda de aquella niñez?, ¿qué marcas se hicieron cicatriz y de cuáles fue necesario deshacerse?, ¿cómo y qué era Argentina para ellos?, ¿cómo la veían desde Cuba?, ¿cómo fue el reencuentro esperado? Estos niños han crecido, han tomado diferentes caminos y hoy pueden ver su historia con la perspectiva que le permiten los años, y al reencontrarse no hay duda de que el sentimiento de familiaridad que se creó hace más de treinta años sigue vivo: siempre serán los niños de la guardería cubana.
¿Cómo definirías la temática de La guardería?
La guardería trata de una casa de familia, una casa colectiva, donde vivían muchos niños cuidados por militantes que hacían la parte de familia. Los padres y madres de estos niños y niñas volvieron a Argentina en la contraofensiva de los Montoneros para colaborar para que terminara la dictadura y los niños y niñas estaban al cuidado de compañeros y compañeras en La Habana, Cuba.
¿Cuántos años tenías cuando llegaste?
Yo tenía 3 años y viajamos con mi hermano que tenía 8; la diferencia con el resto de los niños y las niñas es que nosotros viajamos con mi mamá cuando mataron a mi papá en 1979. La mayoría de los otros chicos y chicas estaban allá mientras sus padres estaban acá y no habían desaparecido todavía cuando los dejaron.
¿La guardería funcionó de 1978 a 1983?
En 1978 se tomó la decisión de armarla. Se pensó la contraofensiva y al mismo tiempo se pensó en la guardería y funcionó más activamente entre 1979 y 1981. Después siguió funcionando hasta 1983, pero con menor cantidad de niños y niñas.
¿Cómo fue la recepción del documental en los lugares donde se pasó, en centros culturales, en escuelas?
Yo estoy muy contenta porque cuando la hacíamos teníamos la duda de si iba a ser una película que iba a ser entendida por más personas, si iba a ser interesante para las personas que no tenían que ver directamente con esta historia, pero lo que vi es que interesa mucho. Se arman debates también sobre los modelos de familia y los modelos de crianza.
¿Cuáles son los recuerdos que tenés más vivenciales?
Cuando nos juntamos están las anécdotas de lo que nos pasaba y los juegos y lo que significó Cuba y la guardería para nosotros.
¿A qué se jugaba?
Había juegos como la mancha, la escondida, la rayuela, pero había otra parte que tenía que ver con nuestras propias historias: hacíamos batallas, había malos y buenos, jugábamos a volver al país y recuperarlo.
¿Qué les contás vos a tus hijos?
Ellos la vieron, pero no me han preguntado detalles todavía, tienen 11 y 9 años. Van saliendo como retazos, supongo que más adelante me preguntarán más. Saben de su abuelo, saben que es una historia dolorosa, el más chiquito me decía que es una historia muy triste.
¿Qué significó para vos en lo personal poder hacer la película?
En principio, me costó mucho animarme a hacerla. Tuve muchas trabas internas, pero también fue como una fuente de elaboración de la niñez. Yo los veo siempre a los chicos y chicas de la guardería, a algunos más, a otros menos, pero es la primera vez que pregunto sobre esto fuera de un ámbito de asado o con un mate de por medio.
¿Cómo recuerdan la Cuba de esos años?
Para nosotros era maravillosa, el clima tropical, el mar cerca, salir a la calle, era como un pueblo La Habana hace 40 años con poca tecnología. Seguramente en este relato obvio muchas cosas porque era lindo vivir con niños, pero no teníamos a nuestros padres ahí.
¿Y cómo era la vivencia de los que estaban sin sus padres?
Yo creo que había una tristeza compartida, porque sabíamos lo que podía pasar, pero también negábamos parte de la realidad. Cuando alguien desaparecía, nosotros estábamos seguros de que iba a aparecer.
¿La consigna de aparición con vida tiene que ver con esto?
Sí, totalmente. Como era tan reciente nosotros pensábamos que se podía volver atrás, también forma parte del pensamiento mágico de los niños y niñas.
*Publicado originalmente en el sitio América XXI