[mks_highlight color=»#ff0000″] Por Carlos Fanjul [/mks_highlight]
“Este será un partido ideal para que se confundan los imbéciles. El encuentro entre Inglaterra y Argentina tiene suficientes elementos como para que valga por sí sólo. Es por los Cuartos de Final. El que pierde queda eliminado. Además representa un choque de estilos absolutamente distintos. No se necesitan elementos conflictivos. No hace falta agregarle ningún condimento extra a esto que, de por sí, tiene un sabor futbolístico muy grande. La mezcla de política y el deporte es permanente. Pero la política no está metida adentro de una cancha. Allí somos hombres que tenemos la misión de jugar y no otra cosa. Es una oportunidad muy grande para darle una verdadera elección al mundo para establecer distancias con toda clase de histerismo”.
El texto fue escrito por Jorge Valdano pocas horas antes del inolvidable partido entre Argentina e Inglaterra durante el Mundial ’86, y fue en dirección con lo que todo el grupo intentó que ocurriera para no desviar su atención de lo que debía hacer dentro de la cancha. Pero, ¿saben qué? Era medio pavote pensar que así debía suceder.
Y, además, podemos asegurar sin equivocarnos: mejor que eso no sucedió y que los jugadores argentinos jugaron con la misma necesidad de que se produjera un triunfo que esperaban los millones de argentinos que se pegaron a las pantallas para la victoria albiceleste, a sólo cuatro años del dolor por la Guerra de Malvinas.
Es imposible que los seres humanos no mezclemos las cosas y, a los desafíos del talento o las capacidades, no les agreguemos lo que nos dicta el corazón. La alegría o la bronca, como en aquel caso, le significa al corazón más latidos. Y motiva a correr el techo de las posibilidades.
En el actual Mundial de Rusia, los partidos entre España y Marruecos -con su historia de conflictos repetidos-, o el de Serbia ante Suiza -con dos jugadores albaneses-kosovares marcando los dos tantos de la victoria helvética-, no resultaron excepciones a aquella idea. Y varias cosas ocurridas en ambos choques ratifican aquello de que “el corazón tiene razones que la razón ignora”’.
Diego sobre el caballo blanco
Valdano hoy reconoce que se equivocó en la percepción de aquel partido y coincide en que no supo medir algo que salía de las tripas y que eso correría los límites de lo habitual:
“Los días previos al partido, las Malvinas se convirtieron en protagonistas. Intentábamos centrarnos en el partido, pero todas las preguntas giraban en torno a ese tema, hasta el punto de generar una interferencia muy incómoda. El tema podía utilizarse como un factor motivante, pero tenía el peligro de que nos olvidáramos de jugar. Ahora, más allá de lo que yo pensaba antes del partido, el hecho de que hasta hoy se lo siga recordando de la manera en que se lo hace, demuestra que estaba equivocado. Parece increíble, pero no lo es, que el contexto político provoque que el gol con la mano haya convertido al mejor gol de la historia del fútbol en el otro gol. Había un resentimiento patrio muy grande contra Inglaterra. En la Guerra de las Malvinas, aunque solo sea por la desproporción de fuerzas, los ingleses metieron miles de goles con la mano. Esta devolución es totalmente menor y simbólica, pero no impide que sea tan festejada. Diego ese día representó a todos y se vengó de los ingleses por la Guerra de las Malvinas. Y eso lo convirtió en un referente sociológico y político. Podría haber retornado al país sobre el caballo blanco de San Martín, y hubiera estado bien”.
Más que un peñón
No es nuevo que hay tensiones. Las relaciones bilaterales entre España y Marruecos han resultado, históricamente y en la actualidad, sumamente complejas y han tenido continuas tensiones políticas y diplomáticas, llegando incluso a conflictos militares en el pasado.
Marruecos, desde su independencia el 2 de marzo de 1956, ha demostrado que no es un vecino cordial y que tiene pretensiones como gran potencia en el norte de África.
Desde el nacimiento de Marruecos como Estado se sucedieron las batallas: en 1975 se llevó a cabo la llamada “Marcha Verde”, con un humillante desenlace para el ejército español que tuvo que evacuar el Sahara y entregarlo a los marroquíes. También hay que contar los incidentes fronterizos en Ceuta y Melilla, y los apresamientos de barcos pesqueros españoles que fueron la crónica habitual durante las décadas de los años 80 y 90. Y por último, el rey actual Mohamed VI, que en 2002 protagonizó el incidente del islote de Perejil, la retirada en 2001 del embajador en Madrid y la presión de los inmigrantes en las fronteras de Ceuta y Melilla en 2008 y 2010.
En España aseguran que no existen bases jurídicas para que los africanos reivindiquen los territorios del norte africano, porque así lo establecen diversos títulos de adquisición de soberanía y tratados de límites fronterizos de los siglos XVIII, XIX y XX. Y bla, bla, bla. Los marroquíes pueden llegar a pensar que a San Martín le decían lo mismo en el Virreynato del Río de La Plata, no hacen caso a tanto acuerdo colonial, y nunca dejaron de tironear por lo propio.
Hoy, los intereses capitalistas y también la xenofobia le indican a los españoles que el siempre conflictivo Estrecho de Gibraltar resulta una puerta de entrada a los inmigrantes africanos, y le temen a esa llegada.
Periodistas españoles consideran que Ceuta y Melilla, dada su situación estratégica, suponen la protección del flanco sur y suroccidental de Europa y el control del Estrecho. Son la base sur de su seguridad y el primer escalón protector de cualquier ataque por parte de Oriente como de África.
Explicación más, explicación menos, los cierto es que el enfrentamiento futbolístico entre ambos en el presente Mundial no fue uno más. Al menos para Marruecos. Los propios jugadores marroquíes reconocieron que, más allá de posibilidades de clasificación, le tenían un hambre especial a los españoles. Y, por lo que se pudo ver, a punto estuvieron de subirse al mismo caballo blanco que Maradona.
Iago Aspas evitó en el primer minuto de descuento lo que hubiera resultado una humillación para los españoles. Fue empate 2 a 2, como final de un partido áspero y por momentos parejo, en el que sobraron empujones, fiereza y mojadas de oreja para pelearse, después, debajo del foquito de la esquina.
Serbia-Suiza y las broncas de otras cunas
El partido en serbios y suizos tuvo también conflictos latentes de historias pasadas y de protagonistas de otras nacionalidades enfrentadas.
En ese cotejo, ocho apellidos traían conflictos de tiempos recientes, que se arrastraban desde la disolución de la vieja Yugoslavia. Elegiremos sólo a tres, que resultaron los goleadores de la victoria suiza por 2 a 1.
Hace tres años, ya el partido entre Serbia y Albania correspondiente a la fase de clasificación para la Eurocopa 2016 fue suspendido antes del final del primer tiempo debido a un enfrentamiento entre los jugadores de ambos equipos, después de que un dron sobrevolara el terreno de juego con una bandera albanesa. ¿Quiénes fueron dos de los protagonistas que intercambiaron golpes aquella noche? Taulant Xhaka y Aleksandar Mitrovic, dos apellidos que se repitieron en el choque del actual Mundial ¿Cómo fue eso? Mitrovic fue el autor de la ventaja parcial serbia, mientras que Granit Xhaka, hermano de Taulant, hoy representa a los suizos y marcó el tanto del empate, luego de lo cual hizo en el festejo el símbolo del águila bicéfala, un gesto representativo de Albania y Kosovo. Corrió hacia un costado de la cancha en Kaliningrado y entrelazó los dedos pulgares para hacer el símbolo del águila.
El autor del gol decisivo, por su parte, fue nada menos que Xherdan Shaqiri, quien antes del inicio de Rusia 2018 presentó sus botines, uno con la bandera suiza y el otro con la de… Kosovo. Eso generó un cruce de opiniones, que llegaron incluso hasta las esferas políticas de Serbia. Cuando convirtió el 2 a 1, Shaqiri se quitó la camiseta e hizo el mismo gesto: manos al pecho y el águila albanesa-kosovar.
Ya en la previa del partido, el serbio Mitrovic criticó duramente a Shaqiri: «Si ama tanto a Kosovo, ¿por qué no juega con su equipo?».
Sin embargo, en el cierre de la primera parte, las cámaras de TV mostraron a ambos dialogando en buenos términos y chocando sus manos en señal de un saludo cordial.
Más allá de todo, la alegría de los goleadores helvéticos resultaba superior a cualquier tipo de enojos exteriores. Y tenían motivos. Por ejemplo, el padre de Xhaka fue preso político durante tres años y medio en la antigua Yugoslavia por participar en manifestaciones contra el gobierno, tras lo que decidió exiliarse en Suiza en 1992.
Shaqiri, por su parte, nació en la ciudad kosovar de Gnjilane y emigró a Suiza con un año, lo que lo ha llevado siempre a expresar su compromiso con la identidad nacional de sus padres. De hecho, ya en 2012 no celebró un gol frente a Albania en una situación que generó polémica en sus nuevas tierras suizas.
La bandera
Historias de sufrimientos pasados, que no sólo no borran las competencias futboleras sino que inundan a ellas de sentimientos y expresividades públicas de los actores.
¿Está mal? Para nada. La persona que sufrió es la misma que corre alocadamente en un gol, o que amaga a pelearse con un rival. Es natural. Es humano.
Seguramente, uno de los que supieron expresar ese goce interno que se siente por alguna forma de revancha, tanto del protagonista como del hincha que es parte de esa misma conmoción interna, fue el enorme Eduardo Sacheri.
En su cuento “Me van a tener que disculpar” reflejó como nadie los que los argentinos vivimos con aquellos goles de Maradona a los ingleses, del que sólo tomamos algunas frases sueltas:
Así que están ahí los tipos. Los once nuestros y los once de ellos. Es fútbol, pero es mucho más que fútbol. Porque cuatro años es muy poco tiempo como para que te amaine el dolor y se te apacigüe la rabia. Por eso no es sólo fútbol.
Y con semejantes antecedentes de tarde borrascosa, con semejante prólogo de tragedia, va este tipo y se cuelga para siempre del cielo de los nuestros.
Porque delante de sus ojos los afana.
Y aunque uno desde acá diga bueno, es suficiente, me doy por hecho, hay más. Porque el tipo además de piola es un artista.
Arranca desde el medio, desde su campo, para que no queden dudas de que lo que está por hacer no lo ha hecho nadie.
Y aunque va de azul, va con la bandera. La lleva en una mano, aunque nadie la vea, y empieza a desparramarlos para siempre.