Por Pablo Bassi | Juan Carlos Schmid presentó ayer su renuncia como secretario general de la CGT, confirmando así las declaraciones que el domingo realizó Pablo Moyano a Radio 10 y que generaron de todo tipo de versiones sobre delaciones y traiciones.
Más allá de los problemas de salud que Pablo y luego su papá Hugo deslizaran para explicar la decisión del triunviro, también expusieron como argumento el malestar de Schmid con sus compañeros al mando de la central obrera, Héctor Daer y Carlos Acuña.
¿Por qué serían Pablo y Hugo quienes anoticiaron a los medios sobre la decisión de un dirigente con el que estaban virtualmente enfrentados?
El moyanista Omar Plaini dejó entrever en la tarde de AM 530 que junto a Schmid se irían del consejo directivo de la CGT otros dirigentes, moyanistas. Está confirmado el caso de trabajadores de peajes y seguirían sus pasos aeronavegantes.
Según las consultas hechas por Canal Abierto, hay un grupo de sindicatos que lo están analizando. Entre ellos la conducción de Aefip y judiciales, aunque la rencilla de Piumato con Pablo aún esté a flor de piel. La danza incluye a cerveceros y agentes de seguro, protagonistas en la mesa chica de la CGT.
De concretarse este corrimiento, la alianza que supieron tejer gordos e independientes junto a la UOM quedaría debilitada. Si bien en principio ninguna coalición de gremios podría desplazarla, crece la amenaza del frente que Moyano tejió con el bancario Sergio Palazzo. Lo que se discute ahora en los sindicatos que analizan vaciar la CGT, es sumarse o no a ese espacio y presionar para convocar a un comité central confederal y renovar autoridades.
La salida de Schmid también afecta los planes de los movimientos sociales que a través suyo procuraban formar parte de la central obrera. Casi en soledad el titular de Dragado y Balizamiento abrió los brazos a la CTEP y Barrios de Pie, frente al elitismo de una mayoría que todavía concibe al movimiento de trabajadores como reducto de asalariados formales.
Los cristales rotos parecieran escenificar el epílogo de otra etapa más en la central obrera, surcada por una crisis de representación latente que la marca a fuego desde los noventa, expresada en los débiles lazos tendidos para conducirla y caracterizada por la tibieza con que impulsa el conflicto social.
El triunvirato nacido nueve meses después de la asunción del presidente Macri intentó oxigenar el mismo orden de gordos e independientes por entonces atomizados en Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y Antonio Caló, y fue desbordado en las calles todas las semanas por los cientos de miles de despidos, el cierre de industrias, la pérdida de poder adquisitivo, el avance de una reforma laboral y la ley de ajuste jubilatorio.
Ahora el núcleo cegetista deberá resolver cómo quedan configuradas las autoridades de la central. Si no prospera la idea de dejar el binomio de Daer y Acuña, debería asumir también Andrés Rodríguez, titular de UPCN.