Por Elisa Corzo | “La Diplomatura es un pilar fundamental en el proceso que estamos viviendo, porque como mujeres trabajadoras tenemos el desafío de construir sindicatos feministas. En ATE siempre decimos que nos estamos reinventando, y para nosotras no es posible un sindicato transformador y revolucionario si no es feminista”, expresa Silvia León, secretaria de Organización del gremio estatal y de Género de la CTA Autónoma, en el acto de cierre de la Diplomatura en Feminismo, Trabajo y Políticas Públicas.
Ya en su título, el ciclo de formación surgido de un convenio con el Instituto Interdisciplinario de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, condensa la emergencia de un encuentro que hasta hace poco parecía imposible: el cruce entre feminismo y sindicato.
Mónica Tarducci, histórica militante feminista y coordinadora de la Diplomatura que inició el pasado 6 de agosto, explica: “cuando en los `80 la academia empezó a trabajar la problemática de género y sindicalismo, ´feminismo´ era una palabra que no se podía decir. Las grandes movilizaciones de los últimos tres años, a partir del Ni Una Menos, han hecho que se pierda ese miedo. Esas nuevas luchas permitieron una mayor actuación de las mujeres en el sindicalismo”. Es que “un millón de personas en la calle”, asegura, “no lo ha logrado ningún partido político ni movimiento social”. “Entonces, yo creo que hay que prestar atención a este movimiento”.
Para la antropóloga, que la Universidad se meta en el gremio es importante porque derriba el mito de un feminismo exclusivamente “burgués”: “yo distribuyo textos en los que se ve que, en la historia del movimiento, las discusiones principales giraron en torno a clase y género, o que en el siglo XIX, los anarquistas y socialistas entendieron -luego de arduas discusiones- que la mujer sufría las mismas condiciones de trabajo que los varones, pero que además trabajaba en la casa”.
Así, a vuelo de pájaro, Tarducci mencionó solo algunos de los temas que se abordaron en el primer módulo, en el que se hizo un recorrido crítico por la genealogía del movimiento, recuperando biografías, metodologías y reivindicaciones, desde la irrupción de la lucha de las mujeres por el voto y los derechos civiles y políticos en la Revolución Francesa, hasta las peleas por los derechos sexuales y reproductivos en los `60, o el encuentro del feminismo y la lucha por Memoria, Verdad y Justicia en los `80 en Argentina, o la fundación de grupos como ATEM y sus debates con el lesbofeminismo en la Capital Federal durante los `90.
Quienes participaron de la Diplomatura, en su mayoría mujeres, lesbianas, trabajadoras nucleadas en ATE y en la Central, hicieron una evaluación de la cursada y reivindicaron la posibilidad de acceder a la historia del movimiento. “Pensaba que esta lucha era de ahora, y no”, admitieron varias. Las más jóvenes, las de la generación Ni Una Menos, hablaron de la importancia de nutrirse de la historia del movimiento que hoy define sus identidades. Otras, con más recorrido, se emocionaron al recordar cómo, años atrás, esa militancia no encontraba eco dentro del sindicato y hablaron de los esfuerzos por autoformarse y formar a compañeros y compañeras.
“En épocas de crisis, temas como el género o la sexualidad son moneda de cambio. Por eso, hoy, nuclearnos en estos espacios de protección es políticamente estratégico, porque además ganamos herramientas conceptuales para dar la batalla política”, reflexionó Marcelo Zelarrayan, profesor de la Diplomatura y miembro del vapuleado Programa Nacional de Educación Sexual Integral.
Algo de eso, quizás, es lo que prende, contagia y genera un compromiso tan fuerte de las trabajadoras con la formación. Algunas de ellas, incluso, son despedidas producto del feroz ajuste que aplica el Gobierno macrista. Entre debates y olas feministas se las veía, en los recreos, vendiendo aritos para sustentarse.
“Mi nombre es Estela, soy de Zárate. Nos levantamos a las 5 de la mañana, entramos a trabajar a las 6, salimos a las 2 y de ahí tomamos el colectivo para venir acá, y no se nos cae una pestaña. Somos dos pero nos dan ganas de que acá estén todas. Ya tenemos todos los textos fotocopiados para darles el curso a las chicas. No sé cómo va a salir pero lo vamos a intentar”. Fueron palabras que dejaron a todo el auditorio sonriente y emocionado, y un relato que representa el espíritu de lo dicho por otra compañera: “Esto es semilla y va a germinar”.