Redacción Canal Abierto | Cada masacre a manos de niños o jóvenes en una escuela reflota la discusión sobre las regulaciones en torno a la compra y tenencia de armas.
En la mayoría de los casos, las terribles imágenes y relatos provienen de los Estados Unidos, donde 90 millones de personas, de una población de 310, poseen un total de 200 millones de armas. De hecho, en el país del norte el debate al respecto atraviesa campañas electorales, divide aguas partidarias y se encuentra fuertemente atravesado por lobbys empresariales, como en el caso de la influyente Asociación Nacional del Rifle (NRA, según sus siglas en inglés).
Desde la campaña que lo llevó a la presidencia, el actual mandatario Donald Trump se mostró como un ferviente defensor de la portación. La muestra más grotesca de ello fue la aprobación en febrero de 2018 de una legislación para que los enfermos mentales puedan comprar armas.
Sin embargo, la militarización de la sociedad civil no es un flagelo que se circunscriba a la fuertemente armada sociedad estadounidense. Tampoco lo es el respaldo político a la tenencia. En Argentina, por ejemplo, meses atrás la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich encabezó un ensayo local en ese sentido al afirmar que “el que quiera estar armado, que ande armado”.
Algo similar, o aún peor, sucede en Brasil. Allí, en enero pasado, el ultraderechista Jair Bolsonaro decretó una modificación normativa que flexibiliza la política armamentista. La disposición permite que cada ciudadano compre hasta cuatro armas y acaba con la obligatoriedad de que la Policía Federal evalúe previamente los argumentos con los que el comprador certifica la adquisición. La rúbrica del presidente brasilero extiende de cinco a diez años el plazo para revisar el permiso de tenencia. Por cierto, la disposición deja sin efecto la Ley Federal del Estatuto del Desarme, aprobada en 2003 y ratificada por el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva.
En este marco, tampoco resultó extraña la instalación -un mes antes de que asumiera Bolsonaro- en Brasil dos nuevas fábricas de armas, una árabe y otra checa.
Fue justamente en uno de los distritos mas populosos del gigante sudamericano que tuvo lugar esta mañana una nueva masacre. En esta oportunidad, dos jóvenes entraron a los tiros en una escuela en San Pablo y mataron a siete chicos. Luego, los atacantes se habrían suicidado, según informaron medios locales.
De acuerdo con estimaciones del estudio Mortalidad Global por Armas de Fuego, Brasil (43.000 fallecidos) y Estados Unidos (37.200) son las naciones que registran más muertes con armas de fuego en el mundo, seguidas por India (26.500); México (15.400); Colombia (13.300); Venezuela (12.800); Filipinas (8.020); Guatemala (5.090); Rusia (4.380) y Afganistán (4.050).
De acuerdo con estimaciones del estudio Mortalidad Global por Armas de Fuego, Brasil (43.000 fallecidos) y Estados Unidos (37.200) son las naciones que registran más muertes con armas de fuego en el mundo, seguidas por India (26.500); México (15.400); Colombia (13.300); Venezuela (12.800); Filipinas (8.020); Guatemala (5.090); Rusia (4.380) y Afganistán (4.050).
El informa también señala que la muertes relacionadas con armas en todo el mundo superaron a las provocadas por conflictos y terrorismo cada año de 1990 a 2016, con la excepción de 1994, cuando se produjo el genocidio de Ruanda.
Es cierto el dicho, “las armas las carga el diablo”. Pero es obligación de las castas gobernantes de cada país no librar al azar, o a mano de Lucifer, tanta herramienta de muerte.