Por Luis Bilbao | Nicolás Maduro debía ser destituido el 10 de enero. Tras el primer fracaso, sucesivas fechas fueron posponiendo el límite, siempre con el mismo resultado. A esta altura no hay modo de negar lo obvio y la prensa se adecua a una realidad contraria a sus deseos. “Ya nadie niega que la intensa presión política sobre el régimen chavista está perdiendo impulso”, admite una nota editorial del diario Clarín el 14 de abril.
Probada la dificultad para derrotar a la Revolución Bolivariana por medios políticos y presiones económicas, a Estados Unidos le resta darse por vencido o utilizar su última ratio: invasión y guerra.
Esto último fue el objetivo de la reciente gira del secretario de Estado Michael Pompeo por Colombia, Chile, Paraguay y Perú. Simultáneamente hubo una cascada de declaraciones de altos funcionarios militares y civiles estadounidenses, así como informes y trascendidos sobre planes para invadir Venezuela antes de fin de 2019.
Es claro que la guerra requiere del secreto. ¿Por qué entonces tanto ruido? Hay una doble explicación. La Casa Blanca pretende asustar al enemigo y hacerlo retroceder sin combate, porque la perspectiva de guerra divide a la clase dominante estadounidense y, mucho más, a las mendicantes burguesías latinoamericanas.
El miedo, suponen los estrategas del Departamento de Estado, divide a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y desmoraliza a la población chavista. No por acaso se empeñan en poner a Siria como ejemplo. La prensa venal ha llegado a señalar que Venezuela será “la Siria de Rusia en América Latina”.
Los asesores del Sr. Donald Trump le habían explicado en noviembre pasado que Maduro caería en enero porque la FANB se fracturaría y lo abandonaría. Confiaron en lo que en Venezuela se califica, con típico humor, “cañonazos de un millón de dólares”, apuntados a altos mandos de la FANB para neutralizarlos sin pólvora. Los hechos prueban que esa arma tan efectiva dio resultados ínfimos.
Al parecer, además de medir mal la realidad interna de la institución militar, olvidaron que existe un Partido Socialista Unidos de Venezuela y Milicias Populares con alrededor de 3 millones de hombres y mujeres en armas.
Algo más explica la escalada de amenazas: Washington necesita convencer al Grupo de Lima (GL) de su inexorable marcha hacia una intervención militar contra la Revolución. Porque ni siquiera este bloque de súbditos, más parecido a la brigada Brancaleone que a una base estratégica contra la Revolución en América Latina, tiene el mínimo de cohesión para afrontar una estrategia de guerra popular prolongada que de Venezuela y Colombia se expandiría al continente entero.
Pompeo no logró convencer a los presidentes visitados y su fracaso se tradujo en un contundente revés el lunes 15 en la reunión de cancilleres del GL, en Santiago de Chile. (Ver Grupo de Lima: intervención militar no es una opción).El mensaje es explícito: en la actual coyuntura las burguesías latinoamericanas no acompañan la aventura guerrerista de Trump.
A cambio aceleran en el desmantelamiento de Unasur y prometen un nuevo organismo regional con neta definición contrarrevolucionaria, mientras redoblan calumnias e infundios contra Venezuela.
En tanto la oposición interna a la Revolución está más dividida y desorientada que nunca, sumando a sus problemas la imposibilidad de sostener la fantochada de un “presidente encargado”, cuya única chance de sobrevivencia efectiva es el derrocamiento de Maduro.
Probada la dificultad para derrotar a la Revolución Bolivariana por medios políticos y presiones económicas, a Estados Unidos le resta darse por vencido o utilizar su última ratio: invasión y guerra. Además de medir mal la realidad interna de la institución militar, olvidaron que existe un Partido Socialista Unido de Venezuela y Milicias Populares con alrededor de 3 millones de hombres y mujeres en armas.
Paréntesis favorable para la acción
De esta manera se abre una pausa en la escalada militar, aunque el anuncio de invasión para fin de año bien puede ser una táctica para actuar por sorpresa. Puede creerse, sin embargo, que por el momento se apuesta todo, otra vez, al agravamiento de la situación económica, con la expectativa de que acabe por demoler la base de sustentación de Maduro.
Para la dirección político-militar de la Revolución este paréntesis ofrece la oportunidad de recomponer el funcionamiento del aparato productivo y atacar las causas internas que permitieron su deterioro. A su vez, para el activo militante implica la posibilidad de superar la parálisis frente a la embestida hemisférica comandada por Washington.
Es obvio que tras la conducta de los presidentes del GL está el temor a las derivaciones sociales internas de una desestabilización regional. Sin embargo, cuentan en grado sumo la posición de China frente a las amenazas estadounidenses y la enérgica muestra de compromiso de Rusia frente a un eventual ataque militar de Estados Unidos a Venezuela.
Como “calumniosas e irresponsables” calificó el portavoz del ministerio de Exteriores chino, Lu Kang, las declaraciones de Pompeo respecto a la posición de Beijing. Entiéndase que éste no es un lenguaje diplomático. Por su parte Rusia fue acusada de intervencionismo por la prensa hemisférica, igualando su apoyo a una invasión.
Como sea, las cancillerías del GL tomaron nota del contenido económico y geopolítico del apoyo que exigía Washington. Y lo negaron.
En cambio, en la conducta de los gobiernos sumisos no gravitaron las fuerzas antimperialistas y anticapitalistas–excluidos los países del Alba- imposibilitadas de representar los intereses y los sentimientos de una inmensa mayoría de la población latinoamericana. Un gobierno travestido como el de Ecuador llegó al extremo de quitarle el asilo político a Julian Assange. La ausencia de reacción regional muestra hasta qué punto la desarticulación de esa fuerza potencialmente decisiva permite a Washington y sus secuaces cometer actos de inédita y descarada vileza sin obtener la respuesta que merecen. Pareciera dominar una obstinada negativa a ver la agonía de la democracia burguesa.
De esta manera se abre una pausa en la escalada militar. Puede creerse, sin embargo, que por el momento se apuesta todo, otra vez, al agravamiento de la situación económica, con la expectativa de que acabe por demoler la base de sustentación de Maduro. Las cancillerías del GL tomaron nota del contenido económico y geopolítico del apoyo que exigía Washington. Y lo negaron.
Hallar una instancia efectiva de coordinación, reflexión y acción política conjunta de la militancia antimperialista y anticapitalista no es una conclusión teórica. Es una necesidad práctica impostergable. Washington no se dará por vencido en este punto. Sin contar con el riesgo de un zarpazo inesperado, vale la certeza de un acoso permanente y la búsqueda sin pausa de una brecha para invadir a Venezuela. Se puede confiar en que la dirección político-militar de la Revolución Bolivariana hará lo necesario para defenderse. Pero si desde Alaska a Tierra del Fuego no se alistan las fuerzas para cerrarle el paso al guerrerismo estadounidense, la lógica de la crisis capitalista transformará incluso la conducta timorata del grupo de Lima y estará planteada la posibilidad de violencia generalizada en la región.
@BilbaoL