Por Maxi Goldschmidt / Revista Cítrica | ¿Cuánto tiempo tardaremos en darnos cuenta? ¿Será muy tarde cuando eso ocurra? ¿Tanto nos gustan los espejitos de colores?
Vaca Muerta es eso: espejitos de colores.
La reserva de petróleo no convencional más grande de Argentina y la segunda de gas no convencional más grande del mundo es, o podría ser, una gran oportunidad para el país. Aunque todo hace indicar que, como casi siempre, será un negocio para pocos. Y lo que es peor: una tragedia para muchos.
LOS MUERTOS DE VACA MUERTA
Ariel Sajama tenía 41 años. Murió hace un mes a causa de una explosión en un pozo en el área Aguada del Chivato, en Neuquén, operada por la firma Medanito. Durante 2018, fueron cinco los obreros petroleros que se llevó el megaemprendimiento “que va a salvar al país”, según el presidente Mauricio Macri: Julio César Sánchez, Mauricio Segura y Miguel Ángel Chocola Fernández murieron aplastados; César Poo, por un politraumatismo de tórax producto de un golpe; Daniel Torres murió después de varios días de estar internado con quemaduras severas por un incendio.
Además, hay varias causas abiertas que apuntan a los propios trabajadores o a sus compañeros como responsables. Los “accidentes”, cotidianos y que no trascienden por las presiones de la industria, están íntimamente relacionados con el acuerdo para aumentar la productividad que sellaron el Gobierno nacional, el neuquino, las petroleras y el Sindicato de Petróleo y Gas Privado de Río Negro, Neuquén y La Pampa.
«Todo el tiempo hay capacitaciones pero después cuando llegamos a los pozos no cumplimos con nada. Los ritmos de producción obligan a que no se respeten las medidas de seguridad. Los accidentes son más comunes de lo que se cree”, dice un supervisor de YPF que, por supuesto, pide anonimato.
POZOS QUE NO VEN…
Nashira tiene siete años, pantalón rosa y una remera con muchas estrellas. “No podíamos dormir por el ruido, y mi hermanita lloraba porque le dolían los oídos”. La hija mayor de Estela Raninqueo y Adrián Jaramillo también quiere dar su testimonio. La familia vive en la Calle Ciega Nº 10 en el barrio Costa Este, en Allen, Río Negro. A 200 metros de una locación con varios pozos, y rodeados de torres de perforación que afectan a decenas de vecinos, algunos de los cuales prefieren no hablar: YPF ofreció firmar, a cambio de más de 20 mil pesos, un acuerdo de confidencialidad y que les impide protestar o reclamar judicialmente.
«Trabajan desde las 8 de la noche hasta las 6 de la mañana, porque a esa hora no hay controles. Es constante el zumbido de los motores, y lo más insoportable es el pi pi de los camiones cuando hacen marcha atrás”, cuenta Adrián, que es empleado rural y se angustia porque “mi hija Mailen se despierta llorando y me pide por favor que apaguemos el ruido».
“Empezó a venir humo, olor a azufre y los obreros salían corriendo. A los pocos días aparecieron muchos pájaros muertos. Y nos dolía todo el tiempo la cabeza”
Durante dos años las obras estuvieron paradas. Fue tras la explosión de julio de 2015. “Empezó a venir humo, olor a azufre y los obreros salían corriendo. A los pocos días aparecieron muchos pájaros muertos. Y nos dolía todo el tiempo la cabeza”, cuenta Estela, con su hija menor en brazos. Se llama Jaqueline, tiene un año y cinco meses. “En diciembre convulsionó. No sabemos por qué, pero para nosotros es por las torres: nunca nos explicaron por qué fue la explosión ni qué es ese olor que sentimos y nos da dolor de cabeza y alergia”.
El de esta familia no es un caso aislado. Es uno entre tantos. Y la respuesta oficial, como durante años se escuchó respecto a los agrotóxicos, es que “no hay estudios” que demuestren que los daños a la salud están relacionados con esta industria. Pero es mentira. Ya hay estudios que demuestran los efectos del fracking.
«Genera diferentes tipos de enfermedades y perjuicios a la salud de las personas expuestas a esa técnica, tanto los trabajadores como quienes viven cerca. Eso pasa en Argentina, donde a través de una cámara infrarroja pudimos ver muchos de los gases emitidos que no se pueden ver a simple vista pero que son altamente contaminantes. La técnica de fracking es una innovación dañina que afecta tanto a la salud pública como al cambio climático. Es urgente crear regulaciones para preservar a las personas y el ambiente frente al avance de la industria petrolera», le dijo a Cítrica, desde Estados Unidos, Priscilla Villa, de la ONG Earthworks, que el año pasado tomó registro de las emisiones de la Estación Fernández Oro.
«Entre los problemas de salud asociados se encuentran: anomalías en el esperma, menor crecimiento fetal, enfermedad cardiovascular y patologías respiratorias»
A pocos metros del yacimiento de mayor producción gasífera de Río Negro, viven decenas de familias. Además de estar expuestas a la contaminación y el olor constantes, tienen otro problema: el precio de la garrafa.
«Metano, benceno, tolueno, etilbenceno y xileno entre otros compuestos orgánicos volátiles (VOC, por sus siglas en inglés). Son disruptores endocrinos, es decir que tienen la capacidad de interferir con las hormonas a bajos niveles de exposición. Entre los problemas de salud asociados se encuentran: anomalías en el esperma, menor crecimiento fetal, enfermedad cardiovascular y patologías respiratorias. Estas demostraciones vuelven a poner en alerta la situación de salud no solo de la gente que vive en el sector sino también de los trabajadores que se ven expuestos a estas emanaciones», explica Martín Álvarez Mullally, en una nota publicada por Observatorio Petrolero Sur donde se puede ver el video de las emisiones de gases tomadas por la cámara infrarroja.
Tampoco fue muy difundida la historia de Rubén Ibáñez, a quien a menos de cien metros de su casa le instalaron un pozo de extracción de gas que explotó el 19 de marzo de 2014.
“Llamas de más de treinta metros, un olor terrible y al poco tiempo graves problemas respiratorios”, dice Rubén, que tiene una mancha en un pulmón y que para pedir el resultado de los estudios que le hicieron en el hospital de Allen tuvo que recurrir a la Justicia. Una fiscal ordenó el allanamiento al hospital y sólo encontró la tapa de su historia clínica: había sido robada o destruida.
Dina Migani es, además de Secretaria de Medio Ambiente de Río Negro, dueña con su familia de una empresa de productos químicos que trabaja con las petroleras.
Algunos médicos de Neuquén y Río Negro no se animan a hablar públicamente respecto a los efectos que puede producir vivir cerca de un pozo. Incluso, algunos que sí lo hicieron, luego recibieron presiones.
¿Cuáles son las políticas públicas de los estados nacional y provinciales para obtener más información, para prevenir, contener, para tratar a la cantidad de personas que sufren vómitos, dolores de cabeza y estómago, problemas respiratorios, pancreatitis, y porcentajes alarmantes de casos de leucemia y otras enfermedades?
FUNCIONARIOS, FUNCIONALES
El caso de Dina Migani es paradigmático: la “sociedad” entre funcionarios y empresarios en este caso es demasiado explícita: Migani es, además de Secretaria de Medio Ambiente de Río Negro, dueña con su familia de una empresa de productos químicos que trabaja con las petroleras.
«Ustedes no son periodistas. Son unos chantas. Quiero saber sus nombres y apellidos”, nos amenazó cuando la entrevistamos, luego de preguntarle por Quinpe, su empresa familiar con sede en Fernández Oro, justamente una ciudad que se opone al fracking. Migani, encargada de controlar los estudios de impacto ambiental previos al inicio de las perforaciones, como así también de fiscalizar que durante el funcionamiento de cada pozo se cumplan todas las normas, no pudo contestar cuántos pozos hay en la provincia.
Y consultada por los riesgos ambientales que puede ocasionar la industria hidrocarburífera, su respuesta automática fue: “Es mucho más contaminante la gente que no separa la basura”.
«A partir de que se descubrió Vaca Muerta, salieron funcionarios por radios a decir que nosotros no éramos originarios, que habíamos llegado hace poco”
Además de haber sido denunciada por incompatibilidad de funciones, Migani fue cuestionada por diferentes organizaciones, como Greenpeace, FARN y Observatorio Petrolero Sur, debido a que la planta de tratamiento de residuos peligrosos de Catriel fue habilitada sin el consentimiento de la población y sin cumplir el debido proceso de Audiencia Pública.
En Neuquén, el actual secretario de Desarrollo Territorial y Ambiente, Jorge Lara, no se queda atrás. Hace unos días fue testigo en un juicio “por usurpación” contra la comunidad Mapuche Campo Maripe.
Lara, que en 2013 acusó a la comunidad de “no ser mapuche”, mandó a hacer un relevamiento histórico-antropológico para “terminar con el conflicto” pero al ver los resultados del mismo se negó a aceptarlos y difundirlos. E incluso dijo que no contaba con los mapas que demostraban la ocupación ancestral. Eso sí: los mapas luego llegaron a manos de las petroleras que operan en la zona.
MENTIRAS QUE TIEMBLAN
«Nos decían en la escuela ‘indios’; el intendente de Añelo, Darío Díaz, iba con mi hijo y nos conoce de siempre. (El ex gobernador de Neuquén) Sapag le entregó una placa a mi tía como primera pobladora de Añelo. La primera libreta de casamiento es de mi padre, y la segunda de mi abuelo. Y hasta apareció un mapa del Ejército de los años veinte que dice que el único poblador del lote en cuestión era mi abuelo. Pero de pronto, a partir de que se descubrió Vaca Muerta, salieron funcionarios por radios a decir que nosotros no éramos originarios, que habíamos llegado hace poco”. Albino Campo es ex lonco de una comunidad que se transformó en un dolor de cabeza para el Gobierno nacional, provincial y las petroleras: en septiembre del año pasado un fallo le ordenó a Patricia Bullrich abstenerse de intervenir allí, donde en junio de 2017, por orden del Ministerio de Seguridad, la Gendarmería ingresó de manera violenta, ocupó el territorio y mantuvo cercado durantes horas a varios integrantes de la comunidad.
“En dos años hicieron un desastre; había petróleo tirado por todos lados y piletas a cielo abierto con petróleo sin ningún tratamiento”
Y hace apenas unas horas la justicia neuquina también les dio la razón, al absolver a seis integrantes de la comunidad acusados de «usurpar» sus propias tierras.
Campo Maripe, que sufre una persecución represiva y judicial por parte de gobiernos y petroleras desde hace años, reclama al menos 11 mil hectáreas que le corresponden y que vienen siendo perforadas sistemáticamente por diferentes empresas: YPF, Chevron, Pluspetrol, Tecpetrol, Shell y Apache. “En dos años hicieron un desastre; había petróleo tirado por todos lados y piletas a cielo abierto con petróleo sin ningún tratamiento”, dice Albino Campo, que señala hacia el sur: “Ese pozo de allá se descontroló y está todo el suelo quemado. Morían pájaros y animales, que ahora ya ni se ven por acá. Nos hicieron pozos por todos lados. Más de cuatrocientos. No podemos frenarlos porque dicen que el suelo es de la provincia. Y tampoco es que estamos en contra del progreso. Solo pedimos que no nos contaminen”.
Una de las promesas corporativas y gubernamentales más escuchada en Neuquén, en tiempos en que el fracking aún no se había instalado, era que el riesgo de sismos era:
ce-ro.
El 7 de marzo pasado, Sauzal Bonito sufrió el sismo de mayor intensidad de su historia: 4,8 en la escala Richter. La tierra, en ese paraje, se mueve cada vez más seguido. Muy cerca se encuentra “Fortín de Piedra”, la explotación de gas no convencional de Tecpetrol, la empresa de Paolo Rocca que durante 2018 tuvo un crecimiento tan rápido y desproporcionado que sorprendió incluso a la industria.
“Hace tres años Tecpetrol está perforando muy cerca del río Neuquén. A los pocos meses, comenzaron las explosiones»
“Los techos bailan, todas las casas están rajadas, se desprenden rocas de las montañas. Son como explosiones abajo de la tierra, como una bomba que dura unos segundos. Miren si un día se cae la casa y me mata a un nieto”, se queja, angustiado, Celestino. Nació hace 71 años en esta zona pero nunca vivió algo similar.
Para la comunidad mapuche Wirkaleo no hay dudas. “Hace tres años Tecpetrol está perforando muy cerca del río Neuquén. A los pocos meses, comenzaron las explosiones. Desde la empresa nos dicen que ellos no tienen nada que ver y que es por una falla de la tierra. ¿Justo ahora que empezó todo esto?”.
Mientras funcionarios de Defensa Civil y del INPRES (Instituto Nacional de Prevención Sísmica) se limitaron a decir que “los temblores son algo esperable en la zona” y que tomarían medidas de prevención, no hay ningún plan de contingencia. Ni tampoco ambulancias ni un hospital cerca. El único bombero de la zona suplica que le den asesoramiento por si “pasa algo más grave”.
A fines de enero en las cercanías a Sauzal Bonito, según informó un centro de sismología chileno, se detectaron 38 sismos en un lapso de 36 horas. Y desde diciembre a fines de marzo, el número asciende a 82.
¿Estamos hablando de un negocio millonario porque no contempla la cantidad de vidas, tierra, agua, aire y biodiversidad que estamos perdiendo para siempre?
«No nos daban las manos para sacar a los chicos. Gritaban, lloraban, todos teníamos mucho miedo. Dormimos en carpas por miedo a los derrumbes”, cuenta Jobita, una de las abuelas que muestra la rajadura de su casa y dice: “Piensan que somos ignorantes, y que les vamos a creer que las perforaciones en la tierra no tienen nada que ver”.
LA TEORÍA (Y PRÁCTICA) DEL DERRAME…
…y de las explosiones, los sismos, los “accidentes” laborales, los basurales, los desechos tóxicos y altamente contaminantes, las enfermedades, las muertes y las grandes tragedias ambientales a la vuelta de la esquina.
Si Vaca Muerta es un negocio tan fantástico -algo que se pone cada vez más en duda entre diferentes economistas y voces autorizadas dentro de la industria- ¿no se podría invertir un poco en prevención, en cuidado, en remediación, en protección? ¿O justamente estamos hablando de un negocio millonario porque no contempla la cantidad de vidas, tierra, agua, aire y biodiversidad que estamos perdiendo para siempre? Y en ese caso, ¿se puede seguir hablando de Vaca Muerta como la gran oportunidad argentina?