Por Pablo Bassi (@pablobassi_) | Ernesto Picco acaba de publicar el libro “Soñar con las Islas: una crónica de Malvinas más allá de la guerra”, ganador en 2019 de la beca de Crónica Viajera que otorga la Fundación Gabriel García Márquez junto a la Michael Jacobs. Una crónica de viaje, entramada en una investigación periodística que narra el presente de un territorio sobre el que (acierta el tráiler) no sabemos mucho más que fue usurpado y tenemos soldados muertos.
Ernesto Picco es docente de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, es periodista, trabaja en radio, colabora freelance en diversos medios, y en 2010 publicó en Anfibia una crónica sobre su primer viaje a las islas, que financió de su bolsillo por la inquietud de conocer.
“Soñar con las islas” relata cómo se volvieron ricos los isleños después de la guerra, sus nuevas formas de organización política, el impacto de la inmigración implantada desde todos los continentes del mundo, una ola de abusos sexuales a menores y el trabajo esclavo en los barcos de las multinacionales que pescan en las islas.
Entrevistó a trabajadores de comercio, la pesca y el turismo, políticos, empresarios, diplomáticos, ex combatientes. Se subió a 28 colectivos de larga distancia, 14 aviones y 3 barcazas. Perfiló la sociedad de 3000 personas –el doble que en 1982–, que vive al lado de la base militar más grande de América del Sur.
Naciste después de la guerra y vivís desde siempre en Santiago del Estero, a más de 2700 kilómetros de las islas. ¿Por qué elegiste hablar sobre Malvinas?
-La pregunta sería por qué no, ¿no? Es uno de los temas sobre los que hay menos información y sobre el que más desconocemos lo que pasa ahí. Me preocupa que no nos joda saber qué pasó después del ’82. La guerra pasó hace 40 años y en las islas transcurrieron un montón de cosas.
¿Con qué te encontraste?
-Viajé con la idea de contar quiénes son los isleños, qué hacen, de qué viven, cuáles son sus luchas internas. Mi primer viaje, en 2018, comprobé todo lo bonito que te venden: su organización política, su nivel económico. Llevaba un dato del año anterior: habían tenido el PBI per cápita más alto del mundo. Fui a la defensiva, y me encontré con gente que se abrió para charlar conmigo.
En mi segundo viaje, en 2019, vi las partes más oscuras de las islas. Ellos tienen un Estado de Bienestar que sostiene educación, salud, pensiones de retiro o vivienda para madres solteras. Todo con recursos propios, no girados por Inglaterra. Y todo gracias a las licencias de pesca que venden a empresas de todo el mundo. Recursos naturales que, hay que decirlo, están en disputa, porque son argentinos. Y en esos barcos, los controles son muy laxos. Las situaciones en las que trabajan los marineros son dramáticas; hubo denuncias por violaciones a los derechos humanos, marineros tirados por la borda, marineros muertos. Esas historias están presentes en el libro.
¿Cómo se compone la sociedad?
-Los isleños representan el 40%: son descendientes de hasta nueve generaciones. Una chicana que me hicieron, es que su familia está allí desde antes que la nuestra llegara a la Argentina desde Italia, España o Siria. Y entre ellos hay posiciones diferentes respecto a la Argentina y a Gran Bretaña.
Otro porcentaje es inglés (muchos funcionarios y empresarios), otro menor es chileno, peruano, santaeleno, inmigrante de territorios británicos de ultramar, países europeos y africanos, como Zimbabue.
Ocurre que el gobierno necesita promover migrantes, porque tiene plata y planes de desarrollo, pero carece de recursos humanos. Entonces ofrece incentivos económicos, derechos sociales, eventualmente políticos. La asamblea legislativa, por ejemplo, tiene una legisladora chilena. El dueño del principal canal de televisión también es chileno. Se había ido a trabajar como electricista.
Durante la presentación del libro de editorial Prohistoria dijiste que la guerra implicó una derrota bélica y también del conocimiento. ¿Querés ahondar?
-Perdimos el territorio y lo perdimos de vista. Cuando pensamos en Malvinas, lo hacemos pensando en un video sepia, en los aviones, en los soldados que volvieron tristes, en los heridos, en la Plaza de Mayo y Galtieri arengando. En general, no mucho más. Me asombra que no haya hambre por conocer. Los historiadores estudian más bien el pasado, quienes se dedican a las relaciones internacionales estudian algunas cosas del comercio. Entonces, la derrota del conocimiento tiene que ver con no saber qué ha pasado en Malvinas durante los últimos 40 años.
Muchos excombatientes que van a las islas llegan y dicen algo muy doloroso: “A estos tipos les terminó conviniendo más que viniéramos, peleáramos, perdiéramos y nos fuéramos”. Porque desde que nos fuimos, están mejor. Incluso, desde antes de llegar, porque antes de la guerra Inglaterra también intentaba deshacerse de ese territorio. Argentina había avanzado a través del comercio, la diplomacia, la prestación de servicios, la distribución de energía, las maestras que viajaban a dar clases de español. La Argentina había logrado instalar un depósito de YPF e incluso flameaba la bandera en suelo isleño, y estaba todo bien. Y con la guerra todo eso se cortó. Esto tiene un peso simbólico y cultural terrible.
Contás que estaban por devolver las islas.
-Sí, algo que se discutía desde la década del ’60. Quienes se resistían a eso eran los isleños. Hay fotos de ellos con carteles que decían “Keep the Falklands british” (Mantengan a las Falklands británicas). Se lo pedían a los funcionarios ingleses que iban a las islas a medir la temperatura de cómo estaba la cosa socialmente para entregarlas.
Los isleños no tenían reconocida la nacionalidad británica ni podían quedarse a trabajar en Inglaterra. Para los británicos, eran extranjeros.
En 2013 hay referéndum en las islas y ellos votan a favor de ser británicos
-Ellos preguntan: “¿Desea usted que las islas mantengan el estatus de territorio británico de ultramar?” (Gran Bretaña tiene 13 territorios de este tipo en el mundo, y hay otros 4 o 5 más de otros países, un residuo del colonialismo del siglo XVIII y XIX). Y el 98% votó afirmativamente. Una jugada muy astuta, porque fue una respuesta a las declaraciones del exministro de Defensa argentino, Arturo Puricelli, que había dicho que los isleños eran rehenes del gobierno británico.
¿Hay un sentimiento de pertenencia en esa mezcla de nacionalidades?
-Sí, hay un sentimiento de pertenencia muy fuerte de parte de los isleños, aunque hay una reconfiguración de su identidad británica. Ellos se sienten británicos, ves calcomanías que dicen “We are british”, porque fue una lucha muy grande obtener nacionalidad británica. Pero Ahora hay el doble de gente que en la guerra. Y con la llegada de inmigrantes, incluso latinoamericanos, esa identidad se reconfigura a tal punto que en la casa de gobierno donde vive el gobernador enviado por la reina, en el edificio más grande de las islas, se festeja la fiesta patria chilena.
¿Qué aporte creés que puede hacer el libro a esa herida abierta como pueblo?
-Poder visualizar contradicciones, entender por qué creció Malvinas luego del ‘82, saber quiénes viven. Para que nuestro reclamo internacional, que se ha convertido en política de Estado, algún día sea realidad, será mediante el diálogo con los isleños. Y para eso, hay que conocerlos.