Redacción Canal Abierto | Este jueves a las 18 (Argentina) se estrena en redes sociales el documental “Una laguna negra”, dirigido por la cineasta Maricarmen Sordo, sobre la lucha de la población maya de Kinchil contra la contaminación y el desequilibrio social ocasionado por las megagranjas porcícolas establecidas en esa comunidad.
Todo comenzó en mayo del 2018, cuando trabajadoras y trabajadores de la región comenzaron la búsqueda de ganado desaparecido. Fue esa intriga la que los llevó a los terrenos aledaños a la megagranja de cerdos de Kekén, Yucatán, donde encontraron una laguna negra: “removimos el agua y salía un olor diferente, que penertaba y lastimaba la nariz”.
Al poco tiempo, la población local descubrió no solo sus efectos sobre el medio ambiente, sino los resultados sociales producto de las malas prácticas en las cuales incurrían las empresas, como el despojo de terrenos. A partir de entonces comenzó la ardua lucha que relata “Una laguna negra” para enfrentar el desastre ecológico y humano.
En mayo de este año, Greenpeace México publicó el informe “La carne que consume al planeta”, que pone en evidencia cómo la industria porcícola en la región crece de manera exponencial a costa de invadir Áreas Naturales Protegidas (ANPs), contaminar el agua, afectar el ecoturismo de los cenotes, generar deforestación en la selva maya y violentar los derechos humanos de pueblos indígenas.
Según el estudio, de las 257 granjas porcícola con registro en alguna base de datos oficial en la Península de Yucatán, 122 (47%) están establecidas en regiones consideradas sitios de atención prioritaria para la conservación de la biodiversidad.
Veinte granjas se ubican en sitios de conservación y 120 en sitios de restauración, 65% de ellas están en lugares de prioridad extrema. Al menos 43 se ubican en cuatro Áreas Naturales Protegidas (ANPs) y una en un sitio RAMSAR, que se refiere a humedales de importancia internacional.
El funcionamiento de estas granjas para la producción de carne pone en peligro los derechos medioambientales en la región. El estudio de Greenpeace reveló que todas las muestras de tomas de agua de las granjas exceden los límites recomendados de amonio (NH4), nitritos (NO2) y nitratos (NO3) para garantizar la salud de las personas.
Otro efecto de las megagranjas es la deforestación, una grave amenaza para especies catalogadas en peligro de extinción. Un ejemplo es el jaguar en la selva o los peces ciegos en cenotes.
Una advertencia para la Argentina…
A principios de 2020, el anuncio de un posible acuerdo con China para producir industrialmente carne porcina en nuestro país activó las alarmas. En medio de una pandemia provocada por un virus de origen animal, el rechazo a estas macrogranjas llegó incluso a oídos del Presidente: a mediados de diciembre Alberto Fernández recibió en Casa Rosada a la modelo y representante de la Unión Vegana Argentina Liz Solari, quien le presentó medio millón de firmas en contra de la iniciativa. Tras el encuentro, transcendió una foto del mandatario posando junto a una urna con la frase “No al acuerdo porcino con China”.
hoy Argentina produce 6 millones de cerdos al año. De concretarse este acuerdo, nuestro país pasaría a producir 100 millones de porcinos. Las grandes granjas, que en el país concentran el 50% de la producción, actualmente generan problemas ambientales. Esos conflictos, se verían multiplicados por 20.
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“Tienen varias características de riesgo para la salud humana. Por un lado por la contaminación ambiental que generan, y por otro , por la inducción al desarrollo de gérmenes, tanto bacterias como virus, que ya han desencadenado epidemias y algunas pandemias con consecuencias complicadas para la vida de millones de personas”, señala en comunicación con Canal Abierto, Medardo Avila Vázquez, médico pediatra de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados y coordinador de REDUAS (Red Universitaria de Salud y Ambiente). Vale insistir en que la motivación de China para impulsar este proyecto es externalizar estos riesgos que recientemente han provocado que, debido a una epidemia de gripe porcina africana, hayan debido sacrificar cientos de millones de animales.
“La epidemia más grande de virus respiratorios anterior a la del coronavirus, es la de la “gripe española” de 1918. El virus se desarrolló en los primeros gallineros industriales de Estados Unidos, que se crearon para producir alimentos en forma masiva para los ejércitos de la Primera Guerra”, historiza Ávila.
“Juntar en corrales en cantidades de miles de individuos genera susceptibilidad de estos animales a infecciones que se transmiten de animal a animal y terminan comportándose como incubadoras de nuevos gérmenes y de nuevas epidemias. Los virus tienen la capacidad de mutar, de modificar sus características genéticas muy rápidamente. Cuando un virus que ha mutado encuentra la posibilidad de replicarse masivamente en chanchos o en gallinas o en murciélagos, como en el caso del coronavirus, esa mutación se convierte en algo extraordinario. Las macrogranjas son las incubadoras de desarrollo de virus pandémicos más peligrosas que conocemos, son una amenaza a la salud pública”.
Ficha técnica:
- Dirección: Maricarmen Sordo -también en fotografía-
- Producción: Andrea Buenfil Sosa
- Producción en línea: Alberto Rodríguez
- Investigación y guion: Patricio Eleisegui
- Asistencia de fotografía: Roberto “Toby” Carvajal
- Sonido directo: Adriana Otero y Jason Ramno -quien además hizo diseño sonoro-
- Música original: Víctor Cancino
- Edición y color: Jairo Mukul
- Asesoría legal: Eduardo Arenas, con la colaboración del Consejo Maya del Poniente de Yucatán Chik’in-Já