Por Federico Chechele | A dos semanas de las elecciones primarias, sobrevuela un fuerte malhumor general y un gran desinterés por la política. Los adjetivos esta vez no están demás, se llega a una elección tras haber padecido una cuarentena estricta, con un buen porcentaje de vacunados pero luego de atravesar la ametralladora mediática de la duda, con pérdidas de puesto de trabajo de seis dígitos, con una inflación del 50% anual y un 40% de pobreza. Si a todo esto se le suma la liviandad para discutir lo que viene, siendo honestos no se le puede exigir mucho al electorado.
Llamativamente, uno de los temas que más se discutió en los últimos días fue qué gobierno endeudó más a la Argentina y cada uno lo contó a su manera. Desde Juntos se difundieron números que muestran un aumento de la deuda durante los gobiernos de Cristina Kirchner y en el de Alberto Fernández. Uno de los voceros de esta maniobra fue Mauricio Macri -a quien Horacio Rodríguez Larreta no puede controlar-, que suelto de cuerpo habló de la deuda en sus propios medios empresariales. Salió ileso y algo de culpa recae en el Gobierno al no cumplir con la promesa de investigar la deuda y señalar a los responsables.
El propio Martín Guzmán tuvo que salir a refutar el asunto: “Hay un expresidente y una exgobernadora que han marcado que el endeudamiento es un problema de nuestra administración, y que nos estamos endeudando más que la administración precedente. Sus números son incorrectos. Nuestro gobierno no se está endeudando en dólares”.
“No estoy apurado por firmar un acuerdo con el FMI, los que me apuran son los que quieren que me haga cargo de la deuda de ellos”, salió al cruce el Presidente para pegarle a la oposición pero también para desmentir un principio de acuerdo con el FMI. Aseguran que para el electorado más duro del Frente de Todos, sería piantavotos.
Hasta acá lo más interesante y, por lo que se ve hasta ahora, ésta podría ser señalada como la peor campaña electoral desde el retorno de la democracia.
Consignas y aforismos sueltos prevalecen en diferentes plataformas para llegar a todos los públicos con una liviandad espasmódica. Se esquivan los debates ante cálculos mezquinos. Nadie se anima a hablar de una reforma en la Justicia, del salario universal, resolver cuestiones habitacionales a millones de personas o explicar lo que es Vicentin o la Hidrovía del Paraná para avanzar en la nacionalización del comercio exterior.
De hecho, el Gobierno se había comprometido a utilizar un discurso positivo, con propuestas hacia adelante; hasta se había difundido un punteo del qué decir y cómo plantearlo. Pero se desplomó. Hoy la herramienta oficial más utilizada es pegarle a los cuatro años de la gestión macrista con eje en su líder.
Y si ese es el plan del oficialismo, cuando se observa a los diferentes frentes opositores todo decae. Desde el cumpleaños de la pareja del Presidente en la Quinta de Olivos hasta la supuesta falta de vacunas, cuando ya se consiguieron 50 millones de dosis. Desde la acusación al Presidente por salir a defender a la docente que discutió política con sus alumnos, hasta el disparo que recibió el diputado provincial de Corrientes Miguel Arias mientras participaba de un acto de cierre de campaña del Frente de Todos en una localidad cercana a Paso de los Libres. En fin.
Y como apostilla, Javier Milei, un candidato que vocifera consignas de ajustes, marginal liberal de derecha igual a Jair Bolsonaro que pregona postulados al límite y propulsor de la antipolítica al que le renunciaron tres postulantes de Córdoba al enterarse de los antecedentes penales de otro integrante de la lista. De eso, hasta llegar a Cinthia Fernández, precandidata del partido cuya figura más conocida es José Luis Espert, que tras bailar semidesnuda apuntando a las feministas salió a cruzar los cuestionamientos con frases como “¿Es más grave verme en pelotas o que los políticos te dejen en pelotas a vos?”. En fin (2).
Ante este panorama no llama la atención que en las últimas elecciones realizadas en Misiones y Salta la participación de la ciudadanía haya mermado hasta llegar a un lamentable 60% de votantes. Algo que también proyectan las últimas encuestas para este 12 de septiembre por aquel malhumor y desinterés que esta nota señalaba al principio.
El oficialismo quiere mayoría en el Congreso y la oposición se quiere hacer fuerte para volver a gobernar en 2023, sin embargo, pareciera se quieren sacar la elección de encima. No es casualidad que desde el 2005 ningún gobierno haya podido capitalizar las elecciones de medio término: Porque perdieron, porque no pudieron o porque no se animaron.