Redacción Canal Abierto | “Las coberturas periodísticas de hechos delictivos en un 70% están cifradas sobre las imágenes del Sistema de Monitoreo Urbano del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Los eventos policiales de los noticieros son un desfile inagotable de estas imágenes. Eso, además de abaratar los costos de producción, tiene que ver con la aparición de un subgénero del periodismo policial que es la seguridad y la inseguridad, que no es sino la construcción del miedo que siempre requiere de un enemigo social: los trapitos, los cartoneros, los menores”.
El análisis de Ricardo Ragendorfer, periodista especializado en noticias “delincuenciales” —reniega de llamar al género “policial”—, vino a responder a una pregunta que dio origen a la charla: ¿Qué cambió en la presentación mediática del delito?
En el marco de la presentación del libro El delito televisado: ¿Cómo se producen y se consumen las noticias sobre inseguridad y violencia en la Argentina? 2016-2020 (Biblos), organizada por el Instituto Argentino de Desarrollo Económico (IADE), Ragendorfer junto con la defensora del Público y periodista, Miriam Lewin; la rectora del Instituto Superior de Seguridad Aeroportuaria, Sabrina Calandrón; y dos de los editores de la obra, Gabriel Kessler y Natalia Raimondo Anselmino, disertaron sobre la configuración del discurso televisivo sobre los crímenes, la violencia y la inseguridad, sobre sus intenciones, sus causas y sus efectos.
La precarización laboral y la irreflexión en los medios
Gracias a una sistemática observación y análisis de la trastienda de la producción informativa y de su materialidad precaria, El delito televisado presenta los resultados de un equipo de investigadores del campo de las ciencias sociales que se abocó al estudio de la producción de las noticias sobre delitos en los noticieros televisivos de las cuatro ciudades más grandes de la Argentina, entre 2016 y 2020.
Editado por Kessler, Raimondo Anselmino, Martín Becerra y Natalia Aruguete, el libro ofrece un cruce entre la televisión y el mundo académico que permite un abordaje integral del fenómeno para comprender cómo se construye la agenda mediática y, en consecuencia, la pública.
Por su parte, y en su rol de defensora del Público, Lewin detalló que, en sus análisis sobre las coberturas televisivas, la Defensoría estableció que “hay una enorme policialización de los contenidos televisivos” y que “lo nuevo es que las notas policiales son cada vez más largas”.
“También aparece la estigmatización de niños, niñas y adolescentes, y prácticamente la invisibilización de esta franja etaria si no es vinculado a lo policial, en su rol de víctima o victimario, es decir ‘el pibe chorro’: el pibe de una determinada barriada del Conurbano que se viste y habla de determinada manera”, agregó la periodista. Lo mismo ocurre con las personas adultas mayores, sólo presentes en notas previsionales o delictuales.
En números, las noticias policiales cubren el 31,5% del tiempo televisivo y el 20% de la cantidad de noticias, números que están sesgados a causa de la pandemia y su injerencia en el aumento de las notas de salud. “Si no, serían más”, afirmó Lewin.
“En la irreflexión de poner al aire una cámara de seguridad a veces se vulneran derechos, porque el delito pudo haber sido cometido por una persona menor de edad, y no se blurea su cara. Las imágenes de cámaras de seguridad, además, tienen un efecto adictivo”, analizó la periodista, quién también detalló que el 25% de las fuentes de las noticias policiales son exclusivamente estas cámaras y que esto se ve agravado por la precarización laboral, hay poca gente para hacer mucha tarea.
Sin embargo, hubo un avance significativo en la responsabilidad en las coberturas de noticias de género, lo que fue acicateado, de acuerdo con Lewin, gracias a la intervención de “audiencias activas” que denuncian en redes los tratamientos sin perspectiva de género.