Redacción Canal Abierto | Skinhead no es sinónimo de fascismo. Es más, puede llegar a ser su antítesis. Muestra de ello es La Cultura del Barrio (LCDB), el primer club antifascista del país y de Latinoamérica, libre de “xenofobia, racismo y machismo”.
Este espacio social y deportivo que hoy funciona en el porteño barrio de Villa Crespo es hijo de Acción Antifascista Buenos Aires, una organización nacida al calor de las luchas populares que culminaron en el estallido de diciembre de 2001. “Estuvimos en las asambleas vecinales, durante la represión frente a la fábrica Brukman, en la resistencia al desalojo al Padelai, los acampes post Masacre de Avellaneda”, recuerda Luis Tabera, uno de sus fundadores y referente.
El documental La Cultura del Barrio se estrena este domingo 25 de septiembre en el Teatro San Martín y narra la historia del club, pero también la de un movimiento cultural joven que devino en construcción política que hoy despliega su acción social en los barrios. “Aparte de lo estético y lo musical que de primera mano nos atrajo y acercó, veíamos que se construía un espacio de crítica y encuentro más amplio que sólo ir a escuchar una banda”, cuenta uno de sus integrantes, Juanfa LIjtmaer, durante el film dirigido por Gastón Marin.
Ni más ni menos que una alternativa frente a la mercantilización del deporte y la cultura, una demostración de que se puede sostener un proyecto en el tiempo con crecimiento constante: “Apostamos a construir un espacio en contra de todo prejuicio, trabajando en lo cotidiano, en el día a día, un espacio de encuentro y de articulación frente al individualismo propio de estos tiempos que corren”.
Aquel ideal inicial de trascender el entorno -el grupo de amigos o banda de música- los llevó a realizar el 1er Festival Antifa, un 24 de marzo de 2008 en el porteño Pasaje Enrique Santos Discépolo. “Podía tocar una banda de ska, metal, cumbia o punk, no importaba el género mientras fueran antifascistas, sólo importaba la unión de culturas callejeras con ideologías afines”, recuerdan.
Al poco tiempo y tras algunos un par de eventos que terminaron en represión policial, surgió la necesidad de lograr su propio espacio físico, como describe Tabera: “un lugar de encuentro”. Primero fue en “la maderera”, una casa medio abandonada ubicada en Velazco y Darwin, que el grupo refaccionó y abrió al barrio con recitales, muestras y ferias.
Fue en uno de sus patios que comenzó la experiencia deportiva de LCDB, la escuela de boxeo. “Íbamos hasta cuando llovía”, rememora Bruno Szerman, hoy profesor y entrenador.
“Parecía una aventura casi imposible, pero ellos se lo plantearon como una apuesta a largo plazo que iba a tener éxito”, asegura Enrique Martín, periodista especializado y autor de Narices Chatas.
Luego vino la sede de Murillo 957, también en Villa Crespo, donde hoy en día decenas de personas practican varios deportes y disciplinas -boxeo, muay thai, kick boxing, yoga, entre otras-, disfrutan de actividades culturales y artísticas, gestionan proyectos sociales y trabajan. Incluso llegaron a realizar un desfile de modas, claro está, independiente y autogestionado. “Queremos ser cada vez mejores porque creemos que la gente se lo merece, quienes vienen a pasar un buen momento y los que laburamos acá”, dice Tabera.
De grupo de amigos con ganas de tener un espacio a ícono de la cultura alternativa porteña y club deportivo reconocido por la Federación Argentina de Box, los primeros 20 años de vida de LCDB ya tienen su película y la confirmación de que la construcción autogestiva puede no tener límites.
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