Por Sergio Rodríguez Gelfenstein | La situación internacional tan compleja y convulsa que vive el planeta en los últimos años, sobre todo desde el inicio de la pandemia en 2020 y la guerra de la OTAN contra Rusia que comenzó en octubre de 2014 pero que este año ha tenido una importante escalada, ha influido poderosamente en casi todos los acontecimientos políticos del planeta.
Muy a su pesar, el Estado sionista no ha podido apartarse de tal dinámica que empieza a influir directamente en el acontecer interno y en la capacidad de decisión del gobierno. Así, la guerra en Ucrania y las sanciones de Estados Unidos y sus apéndices contra Rusia ha significado un golpe a un mercado gasífero mundial sometido a fuertes vaivenes que hacen imposible mantener la estabilidad para los consumidores.
Por esta razón, ante el litigio fronterizo con el Líbano, el ente de ocupación que usurpa el territorio palestino se ha visto obligado a consentir las condiciones que Hezbollah ha establecido para llegar a un acuerdo. Europa ha exigido a Estados Unidos e Israel “bajar la guardia” para aceptar la mayor parte de los puntos de vista de la organización de la resistencia libanesa que aprovechando la coyuntura y las necesidades de gas del Viejo Continente, forzó un trato que no sólo resuelve el asunto vinculado a la explotación y producción del combustible sino que también reconoce derechos soberanos de el Líbano sobre territorios que le pertenecen y que estaban en cuestión.
Por otra parte, mientras el acuerdo ha generado unidad nacional en torno a Hezbollah en el Líbano, en Israel ha despertado todo tipo de apreciaciones contradictorias y lucha de tendencias como expresión de una debilidad interna que crece con el tiempo y que se manifiesta en una profunda crisis social, deserción y huida de jóvenes para no cumplir el servicio militar y resquebrajamiento de la unidad tan publicitada en el Estado sionista como instrumento de cohesión para justificar la represión contra el pueblo palestino así como cumplir con su papel de gendarme de la política de Estados Unidos en la región.
Todo tipo de declaraciones públicas dan cuenta de esta situación. Cuando los términos del acuerdo aún no eran conocidos el ex jefe de la División de Inteligencia Militar del ejército israelí, Amos Yadlin, opinó que aunque “los criterios para el acuerdo no se han publicado, [existe] la suposición […] de que [el secretario general de Hezbollah, Hasan] Nasrallah (foto principal) obtuvo todo lo que quería, por lo que se siente satisfecho…” y agregó: “Cuando escuché el discurso de Nasrallah, sonó como alguien que conoce el trato y lo presenta al público libanés como un éxito para ellos. Hay puntos muy complicados que aún no conocemos”. Yadlin aseguró que el acuerdo era importante para ambas partes. Según él, para Israel significaba conseguir una “calma” muy necesaria.
Una apreciación semejante hizo el canal israelí KAN. Estimó que “un país que sufre un conflicto y está dividido políticamente como el Líbano, parece más unido que Israel con respecto a todo lo relacionado con la cuestión de la disputa sobre las fronteras marítimas”. Así mismo, valoró que el resultado obtenido significo un éxito para Nasrallah en “la batalla de la conciencia en las negociaciones para demarcar las fronteras marítimas”.
En este contexto, el ex primer ministro israelí Benjamín Netanyahu la emprendió contra el actual premier Yair Lapid, asegurando que éste se había rendido ante las amenazas de Nasrallah porque Hezbollah recibirá “territorio soberano de Israel y un yacimiento de gas valorado en miles de millones de dólares, sin ningún debate parlamentario ni referéndum”. Lapid le respondió diciendo que a pesar de no haber llegado al acuerdo deseado, eso, “no era razón para unirse a la campaña de propaganda de Nasrallah”
Otros criterios apuntan en la misma dirección. El analista político israelí, Rafif Droker, destacó que Israel habría retrasado el acuerdo marítimo con el Líbano durante 200 años si no hubiera sido por el poder militar de Hezbollah. Por su parte, el experto en asuntos árabes Zvi Yehezkeli dijo que: “Israel retrocedió debido a las amenazas de Nasrallah” y agregó que el pueblo libanés le agradece porque protegió sus derechos. Coincidiendo con la apreciación general, este especialista cree que el líder de Hezbollah utilizó los problemas políticos locales de Israel y la necesidad internacional de gas, asegurando que Tel Aviv está en una situación tal que “cualquier guerra con Hezbollah sería destructiva para los israelíes”.
Por su parte, la ministra de interior israelí Ayelet Shaked declaró que las amenazas fueron el catalizador para llegar al pacto de demarcación de la frontera marítima. Según ella, fue muy vergonzoso que Nasrallah amenazara a Israel con disparar contra las plataformas israelíes en el campo de gas de Karish que se encuentra en la zona en disputa, si su país comenzaba a extraer el hidrocarburo antes de la firma del convenio. No parece serio proviniendo de una funcionaria de un Estado que ha invadido dos veces a el Líbano y que tiene ocupada a Palestina y parte de Siria en el Golán. Shaked manifestó que tales amenazas al acuerdo fueron “un catalizador para firmar”.
Se refería a las advertencias de Hezbollah que anunció que no iba a permitir la explotación del gas sino se consideraban los puntos de vista del gobierno de el Líbano. El 3 de julio, tres drones enviados por Hezbollah sobrevolaron las plataformas israelíes en el campo de gas de Karish enviando un poderoso mensaje que advertía a Israel contra cualquier infracción. Unos días después, el 13 de julio, el secretario General de Hezbollah hizo saber a Estados Unidos e Israel que si se impedía que el Líbano extrajera sus recursos marítimos, tampoco Israel podría hacerlo. Más adelante, el 31 de julio, Hezbollah publicó un vídeo que mostraba las plataformas israelíes, reiterando sus avisos a Israel contra sus intentos de explotar unilateralmente los campos de gas y petróleo.
Después de esto, Mawaf Fardy, un analista político citado por el canal de televisión libanés Al -Manar, dijo que Israel se vio obligado a hacer concesiones después de las advertencias de Hezbollah “lo que confirma que Israel no entiende otro lenguaje que el de la fuerza”.
En una mirada más amplia de la situación, ya el pasado 8 de septiembre, el mayor general Uri Gordin, nuevo jefe del Comando Norte del ejército israelí, alertó en el sentido de que Hezbollah podría disparar hasta 4.000 misiles contra Israel en los primeros días de un potencial conflicto bélico que podría desatarse. Según el alto jefe militar esto significa unas 10 veces más que los utilizados en la guerra de 2006 y aseguró que la organización libanesa podía ir incrementando la cifra a razón de 1.500 a 2.000 diarios.
Intentando matizar la información, Gordin afirmó que el número de misiles de alta precisión de Hezbollah es relativamente pequeño, pero que son suficientes para que instalaciones estratégicas civiles y militares, así como altos líderes del país estén entre los blancos a atacar. Agregando preocupación a su análisis, opinó que Israel no está preparado para interceptar tal cantidad de misiles por los que el número de víctimas podría ser muy alto. Y señaló que las ciudades de Haifa y Tiberíades estarían entre los objetivos de Hezbollah.
Ahondando en el conflicto interno generado, el exministro de Energía y actual miembro del parlamento, Yuval Steinitz, afirmó que: “Israel cedió un área de agua que representa 17 veces el tamaño de Tel Aviv”. Así mismo, en una entrevista con el periódico de extrema derecha Israel Hayomel, cercano a Netanyahu, el ex embajador de Estados Unidos designado por Donald Trump en Israel, David Friedman criticó duramente el pacto afirmando que Hezbollah estaba en una buena posición porque fue el ganador; “… sin ser parte directa de las negociaciones, fue su posición la que trajo a el Líbano el 40% adicional… Este aumento, en comparación con lo que había en el pasado, es producto de la acción de ellos”.
Como se puede observar, la situación creada ha conmocionado a la sociedad israelí. En este sentido Roi Sharon, analista de asuntos militares del canal KAN consideró que ni los jefes militares ni los analistas de inteligencia israelíes u occidentales “pueden entrar en la cabeza de Nasrallah y lograr analizar lo que planea”. Yendo más allá, el exministro Tzachi Hanegbi, miembro del parlamento por el partido Likud, de extrema derecha, dijo que “cree más en Nasrallah que en los portavoces israelíes”.
Esta situación se produce en el mismo momento que todas las organizaciones políticas de Palestina reunidas en Argel, firmaron un compromiso de 9 puntos para avanzar hacia la unidad nacional y poner fin a la división que desde hace quince años mantiene enfrentados a Al Fatah y a Hamás. Entre los puntos, destaca la convocatoria de elecciones en el plazo de un año desde la firma del documento y el reconocimiento de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como único representante legítimo del pueblo palestino. Este llamado es una convocatoria para que partidos y movimientos como Hamás que gobierna en Gaza y la Yihad Islámica, entre otros que hoy no son miembros, se adhieran a la organización.
De esta manera, el más amplio espectro jamás alcanzado de fuerzas políticas palestinas estableció la “firme convicción” de que mantener la situación actual “favorece el ‘statu quo’ y alimenta el fracaso del proceso de paz en Oriente Medio”, además de beneficiar a la ocupación israelí.
Este debilitamiento de Israel que se manifiesta tanto en la unidad palestina como en el acuerdo limítrofe, considerado como la tercera victoria de Hezbollah contra el Estado sionista después del triunfo en las guerras de 2000 y 2006, son expresión de los éxitos de la lucha de la resistencia. En 2000, se logró la retirada de Israel de el Líbano; en 2006, el objetivo era recuperar a los combatientes presos en las cárceles del sionismo, lo que también se obtuvo. Ahora se trataba del reconocimiento de los límites marítimos libaneses y la aceptación de su derecho a explotar las riquezas que subyacen en ese territorio, lo cual sin duda debe apreciarse como un nuevo triunfo.
Aunque el convenio aún no se ha firmado, la aceptación de las partes que conducirá a la concreción de este se hará en Naciones Unidas, tras el rechazo de el Líbano de firmar bilateralmente un acuerdo con un Estado al que no le reconoce legitimidad.
Para la historia quedará esta batalla diplomática como un triunfo indudable del pueblo libanés y de todas las fuerzas de la resistencia antiimperialista y anti sionista.
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