Por Melissa Zenobi | El video de la modelo Sofía “Jujuy” Jiménez bailando durante una visita al programa “A la Barbarossa” que se emite todas las mañanas por Telefé copó las redes sociales. Al hacer una demostración de pasos de baile, se vio una mancha de sangre en su pantalón blanco. Más tarde se supo que esta situación, a la que los medios rápidamente tildaron de “percance femenino”, era parte de una campaña de productos para personas que menstrúan. Apariciones de este estilo hubo en programas similares en otros países de América Latina.
Afortunadamente, el tipo de reacciones que generó en alguna época la flatulencia de María Amuchástegui en TV ya quedaron superadas. Ahora la polémica redundó sobre si era publicidad engañosa por no aclarar que se trataba de una campaña impulsada por una marca de toallitas íntimas. Finalmente, la modelo volvió al programa de Georgina Barbarossa, donde remarcó: “No es una simple campaña publicitaria, es algo con concientización. La idea era marcar el tema, plantearlo en la mesa y que se cuestione”.
Mercedes Matilla Fosser es antropóloga sociocultural, e integra la Red de Circuladoras, una organización de activistas menstruales ecofeministas, y propone repensar sobre los modos en que se habla de estos temas. “Siempre la mancha de la sangre aparece en el espacio público como algo disruptivo, y como lo que no se tendría que haber sido visto, y esto tiene que ver con el tabú menstrual”.
No hay dudas de que es fundamental sacar a la menstruación del closet. Sin embargo, en ese camino también es preciso dejar de reforzar estereotipos. “Pensemos que la respuesta de Jujuy ante la mancha es que sintió vergüenza, y si esto era parte del ‘sketch’, esta asociación con la vergüenza la vamos a cuestionar. Entonces, si fue un sketch guionado, y estaría bueno que expliciten cuál es el laboratorio atrás de todo esto, pienso ¿Por qué sintió vergüenza? ¿Quién escribió ese guion? ¿Fue alguien que menstruaba o alguien que nunca menstruó en su vida?”, se pregunta Matilla Fosser.
A su vez, la antropóloga -que también investiga sobre políticas públicas en torno a la gestión menstrual- remarca: “Para que un tabú se sostenga tiene que haber un consenso social. El hecho de que la sangre menstrual siga generando escándalo, o este tipo de repercusiones, es porque todavía nos faltan debates a nivel social. En este sentido es fundamental preguntarnos ¿Qué pasa con la incomodidad de la mancha en la tele?”.
En esta línea, Matilla Fosser aclara: “Como activistas menstruales creemos que sí hay que decir el lugar desde el que se habla, porque los productos de gestión menstrual no sostenibles están haciendo mella en el cuerpo de las mujeres y de las disidencias”.
Menstruar es político
Bajo esta consigna, los activismos insisten en la necesidad de despatriarcalizar la menstruación. “El tabú que se imprimió socialmente a lo largo de las culturas en el mundo y se sostiene porque el cuerpo menstrual ha sido patologizado, medicalizado, desjerarquizado, o sea, no se le dio, ni se le da el lugar o el espacio que ese cuerpo tiene en la reproducción y en la producción de la vida”, explica Mercedes.
Pero además, puede leerse como una parte de la desigualdad económica estructural en las identidades feminizadas. “Menstruar no es en sí mismo un factor de desigualdad por ser mujer. Digamos el problema es cómo tenemos que terminar menstruando, cómo se puede gestionar ese sangrado, qué impacto tiene esa gestión del sangrado en nuestra vida diaria, en nuestro hacer, en nuestras tareas de cuidado y acompañamiento”, agrega la antropóloga.
Sobre la política pública
Con la irrupción de los feminismos en la esfera pública, y el impulso del movimiento internacional de activismo menstrual, estos temas comienzan a aparecer en la agenda de los gobiernos y de los organismos internacionales. “Desde el Estado y desde los territorios se vienen presentando propuestas, estamos pudiendo meter ideas nuevas. Hay acción, pero obviamente es insuficiente”, dice Matilla Fosser.
Según la sistematización de Economía Feminista, hay proyectos legislativos en torno a la gestión menstrual presentados en ocho provincias, la mitad están aprobados. También hay iniciativas de ordenanzas en al menos 15 municipios de todo el país.
En junio del 2022, la senadora del Frente de Todos Nora Giménez presentó un proyecto de ley de Equidad de Género en los precios de bienes de consumo, para quitar el “impuesto rosa”, que es el costo adicional que se le impone a algunos productos por estar destinados a mujeres. Sin embargo, este proyecto aún no ha tenido tratamiento parlamentario.
Desde la Red de Circuladoras y EcohouseGlobal -organización ambientalista- en conjunto con el Ministerio de Desarrollo Social se implementó un programa territorial de dos segmentos de cuatro meses cada uno con capacitaciones a referentes territoriales en relación a la gestión menstrual, con los ejes puestos en la educación, la salud, y el ambiente.
También está el Programa Integral de Gestión Menstrual, una política pública nacional interdisciplinaria con el objetivo de generar acciones tendientes a que las personas menstruantes puedan conocer las diferentes opciones existentes. “Seguimos trabajando en cómo se van implementando las políticas entendiendo que es algo que está en disputa”, reconoce la antropóloga.
Educar para transformar
Matilla Fosser insiste en la importancia de seguir abriendo debates y espacios de información. En este sentido, afirma que si bien los activismos están produciendo materiales para trabajar en función de la promoción de la educación menstrual para hacer acompañamiento a estos procesos y dar información sensible y de calidad, hay una ausencia de la educación menstrual en la Educación Sexual Integral.
“Falta mucha información sobre ciclo menstrual como un proceso complejo de poder transmitir y cuesta mucho atravesar las barreras impuestas de los tabúes sobre la menstruación, sobre la sexualidad, sobre la propia palabra de las personas. Empezar a hablar de las ‘partes íntimas’ implica hablar de un montón de intimidades de la persona”, explica Matilla.
El desafío es romper barreras en un sistema patriarcal y capitalista al que no le sirven personas conectadas con sus deseos y emociones. “Tenemos que ser hiperproductivas, hiperreproductivas, y super flacas y desconectadas de nuestros cuerpos. Estamos haciendo construir estos nuevos caminos para infancias más libres, para poder cortar con las situaciones de violencia sexual y empezar a ver al otro de otro modo”, remarca.
En esta línea, dice que se trata de “la posición en la que nos ha dejado el patriarcado históricamente nos encuentra hablando hoy de estas cosas y pensando en cómo vamos a vivir una vida libre de violencia, cuánta violencia imprime un tabú, qué mensaje transmite, qué mensaje vamos a transmitir nosotros, cómo vamos a disfrutar”.
“Al no tener información también nos patologizamos, nos llenamos los cuerpos de sustancias como de anticonceptivos, antiinflamatorios, etcétera”, -destaca y sugiere- “pasar a una gestión menstrual sostenible con productos como copas menstruales, toallitas lavables de tela, bombachas menstruales, esponjas marinas, otros elementos que no producen impacto ambiental y en el entorno ni en el cuerpo”.
Finalmente Matilla Fosser y toda la Red de Circuladoras proponen “seguir forjando ideas que tienen que ver con un mundo más integrado, y generar nuevos consensos de circulación y de estar en la vida para construir un mundo más amable que nos pueda incluir realmente”.