Redacción Canal Abierto | El 8 de noviembre de 2000, por la pantalla de Canal 7 se vio “El beso de Judas”, cuarto capítulo de la serie Okupas. Si la obra creada por Bruno Stagnaro había impactado por su crudeza y por echar luz sobre una realidad a la que la ficción le era esquiva, la escena en la que el “Negro” Pablo y sus amigos aprietan a Ricardo (interpretado por Rodrigo de la Serna) marcó un momento inolvidable para quienes la vieron entonces o en las sucesivas repeticiones.
Dante Mastropierro es quien dio cuerpo y voz a tan temerario personaje y su vida trasncurrió en ámbitos y rodeado de personajes similares a los retratados en Okupas. Las memorias del Negro Pablo se titula el libro que recoge sus vivencias y que fue escrito junto a Martín Wain.
“Cuando me pongo a conversar con gente siempre saco algo. Capaz que vos hiciste una cosa y me recordó algo que pasó en mi infancia o lo que pasé de donde yo viví y salgo con una historia que a muy poca gente le pasó y me dicen que yo estaba en una película. Y lo que te estoy contando no es ninguna película, es real. Entonces, había gente me decía ‘Che con todas estas historias ¿por qué no haces un libro?, hay gente que capaz que le va a interesar leerlo, más que la gente te conoce’. Lo comenté con Bruno Stagnaro y él me dijo que yo tengo historias muy fabulosas como la de los OVNIS y otras que son cosas reales, yo no estoy inventando. Entonces, me mandó a Martín y empezamos a hacer el libro”, contó Matropierro entrevistado por Canal Abierto.
En un pasaje del libro, Mastropierro afirma que su papel del “Negro” Pablo no fue su primer actuación, sino que lo hizo toda su vida: “Para sobrevivir acá en este mundo, y más donde yo me crié, tenés que actuar todos los días, ¿me entendés? Yo me levantaba y tenía que pensar que tenía que hacer hoy para poder sobrevivir, para ver que iba a comer o porque ya me estaba quedando sin zapatillas, ¿me entendés? Era una forma de mi vida. Para mí, mi vida era una actuación. Actuar para poder sobrevivir. Entonces era como que yo estaba en otro ritmo”.
Okupas marcó un modo de contar historias en la televisión argentina y luego aparecieron producciones que buscaron emular el formato, pero nunca se llegó al grado de realismo que logró Stagnaro. En este punto, Mastropierro fue clave, aportando los conocimientos acumulados a lo largo de su vida en los ámbitos que se querían representar.
“Si vos no conoces del tema, no vas a escribir algo como tiene que ser. Porque, obvio, no lo conociste, no lo viviste. Pero acá estoy yo, papá, y te puedo decir cómo son las cosas, más o menos, porque todos los días aprendo algo nuevo. Pero entonces lo hacemos así, si no yo lo hago como vos digas. Pero después, si queda mal, no me echés la culpa a mí. Sos vos el director, está todo bien. Yo te hago el personaje que vos quieras, pero si sale mal hacete cargo. Hay veces que te ponen maquillaje para hacer de preso, vienen y te ensucian todo. ¿Vos te pensás que los presos están sucios? Los presos están más limpios que vos y que yo. Tenés que vivir en una villa mal para estar re sucio. O tenés que ser terrible cachivache que no te quiera nadie. Porque si vos no te bañás en un pabellón los mismos presos te dicen ‘capo, no se persiga, báñese. Ahí tiene jabón, toalla. Si no agarra los monos y tómatela’. Porque ahí hay piojos, hay ladillas y todo”, señaló Mastropierro.
“La gente dice que como Okupas no hubo algo igual y eso es porque había más realismo que otra cosa. Y a la gente le gusta eso, ¿me entendés? ¿Por qué hay programas que tienen rating todo el tiempo y que a la gente le gustaba ver mucho como Policías en acción? Porque veía que ahí no había cosas inventadas. Algunas sí, algunas no son la realidad de lo que pasaba. Y al ponerle un poco de realismo ahí a la gente que vio Okupas le gustó el cambio de los personajes, hablar del tema callejero y con ese dialecto”, destacó.
A lo largo de las 183 páginas de relatos, los acontecimientos de la historia argentina no se cuelan en ningún momento. Las historias son impermeables a los cambios de gobiernos, vaivenes económicos y sucesos sociales. Al respecto, Mastropierro explicó que “lo que pasa que es otro mundo, la gente ahí vive otro mundo. En esos barrios la gente se maneja ahí. A veces yo traía pibes de ahí para pasear acá en el centro y no conocían el Obelisco, ¿entendés? Y hasta ahora también porque se mueven en ese sector de provincia y viven en la realidad porque aparte estás acostumbrado”.
“Porque si vos decís que acá no te alcanza para el pan, no te alcanza para esto no te alcanza para lo otro. Pero allá estás acostumbrado a que con cualquier gobierno que esté igual te faltaba algo. Siempre te faltaba algo, ¿me entendés? Pero estás acostumbrado porque ahí entre pobres se ayudan. Tenemos dos paquetes harina, uno hace las tortas fritas, el otro hace mate cocido o y nada, tiramos las cartas y comemos lo que hay. Y somos los que somos y estamos los que estamos”, agregó.
Y planteó que “cuando entrás a la casa de un pobre, lo primero que te pregunta el pobre es si comiste. Y te va a ofrecer. Si tiene un guiso, te va a dar un guiso; si tiene mate, te va a dar mate. Lo que tenga lo va a compartir. Es otra es otra realidad que si vos no la viviste por ahí no la entendés”.
Y estas historias de solidaridad también son parte de Las memorias del Negro Pablo. No todo en el libro son relatos de peleas, asaltos y muertes. Mastropierro también comparte en su libro su costado más luminoso. Uno de ellos es el comedor Pancita Llena Corazón Contento, que maneja con su esposa Marcela en La Boca.
“Cuando mis pibes eran más chicos le dábamos la merienda a los chicos en el patio y están los nenes que se quedan porque saben que viene la merienda. A mí me pasó, yo iba a la casa de mis amigos y cuando iban a tomar la merienda me quedaba porque sabía que los padres también me iban a dar la merienda a mí. Capaz que en mi casa no la tenía porque mi vieja no estaba, estaba trabajando todo el día y yo no tenía ganas de hacerme algo o porque tenía que cuidar el gas o qué sé yo. Después la vida te repite las cosas, entonces vos ves que estos pibes se están quedando y hacía la merienda para todos. Amasamos unas tortas fritas como todo pobre y después implementamos lo de la comida y así surgió Pancita Llena Corazón Contento”.
“Había algo en él, una especie de áspera verdad callejera que saltaba a la vista y que podía funcionar muy bien en el proyecto que estábamos gestando [Okupas]. Incluso mientras filmábamos, Dante era un misterio para nosotros. Sentíamos que lo conocíamos y que podíamos confiar en él, pero al mismo tiempo había una barrera invisible… Definitivamente, percibíamos algo salvaje (que era justo lo que buscábamos), aunque todavía no conocíamos su otro lado, tan persistente como el bravío: su ternura”. (Bruno Stagnaro, en el prólogo del libro)
A modo de conclusión, Mastropierro se refirió al origen del nombre del comedor: “Mi señora también la pasó bravo de chica. Ella viene del mismo barrio que yo, eran hermanas gemelas. Las dieron a dos señoras para que las cuiden y las separaron porque la abuela no las podía tener. A ella la pusieron con una familia que vivía frente al Cementerio de Ezpeleta. Ahí la mandaban a vender flores y después le daban una Coca-Cola al mediodía para que descanse y un sandwich. Obvio que después tenía vivienda y todo porque la gente la estaba criando. Entonces, mi señora decía que cuando tomaba la Coca y comía el sándwich o lo que sea, decía ‘pancita llena corazón contento’ y después seguía trabajando”.
[mks_toggle title=»El libro» state=»open»]“Las memorias del Negro Pablo, De Los Álamos a Okupas, historias bravas, reales, extraordinarias”, de Dante Mastropierro, fue editado por Aguilar en marzo del 2023. 192 páginas.[/mks_toggle]
Entrevista: Manuel Rodríguez