Por Federico Chechele | ¿Qué va a hacer el campo popular? Votará a Massa porque Cristina Kirchner, la vicepresidenta y mayor líder del país de los últimos 20 años ya lo bendijo. También elegirá a Grabois porque naturalmente se siente más cómodo. Va a votar a la oposición porque no obtuvo respuestas económicas y no llega a fin de mes. Se recostará en el troskismo y además votará en blanco en desacuerdo con todas las propuestas. Visto así, la dispersión tendrá su lugar e irá variando en las diferentes instancias electorales.
Se descuenta que la mayoría de votos del campo popular recaerá en el precandidato a presidente Sergio Massa porque ya contó con la aprobación de Cristina Fernández. Más allá del relato que se quiera armar sobre quiénes y cómo se terminó de configurar la fórmula Massa-Rossi, lo cierto es que a los dos días de consagrarse internamente los candidatos del Gobierno, la vicepresidenta sentó a su lado al ministro de Economía en un acto vinculado a los derechos humanos, nada más alejado de la historia del propio Massa.
Con la anuencia de la vicepresidenta y el arrastre de votos que esto conlleva, se descarta que un sector muy grande del peronismo y otro tanto del kirchnerismo introduzcan la boleta con Massa a la cabeza. Además del alto conocimiento público, el ministro cuenta con todo el aparato del Gobierno para que su estrategia política-económica y la campaña electoral sean abastecidas por los grandes medios de comunicación con los que, dicho sea de paso, goza de más afinidad que cualquier otro dirigente de ese espacio.
A pesar de toda esta ingeniería, el Gobierno decidió que en las PASO de Unión por la Patria el mandamás del palacio de Hacienda tenga como rival a Juan Grabois del Frente Patria Grande. La respuesta a la pregunta que encabeza esta nota se recuesta cómodamente en el dirigente social, hasta se podría descontar que parte del campo popular lo votará contento. Aunque, para ser honestos, la crispación hacia la fórmula Massa-Rossi recolectará más votos entre la progresía intelectual de los grandes cascos urbanos que del voto cartonero. Las contradicciones del campo popular muchas veces se resuelven con pragmatismos y otras con lo que hay a mano.
Cabe pensar que el campo popular organizado en corrientes políticas, sindicales y movimientos sociales no saltará el cerco hacia la oposición de la derecha más rancia que se presenta en estas elecciones como lo son las dos vertientes de Juntos por el Cambio con la disputa de Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich; a lo que hay que sumarle la incierta aparición de Javier Milei. Sin embargo, la historia reciente demuestra lo contrario.
Desde el plano ideológico, una porción del sindicalismo y sectores sociales se han manifestado a favor de estos laboratorios de ideas conservadoras y fascistas que promueven reformas laborales, represión, quita de derechos, racismo y xenofobia. Los triunfos electorales del macrismo no contaron sólo con el voto de las clases alta y media acomodada: para llegar a la presidencia obtuvieron votos de todos los estratos sociales incluido los sectores organizados. Además, y como dicen los manuales electorales en todo el mundo, la falta de respuestas a los problemas económicos generan derrotas a los oficialismos.
Se asegura que el Gobierno le entregó las PASO a Grabois (sin candidatos propios) para contener la fuga de los votos hacia el Frente de Izquierda. El troskismo irá a internas con el Partido Obrero y el MST contra la fórmula presidencial del PTS. Mientras debaten el rol del movimiento piquetero, entre otros matices, este espacio suele aprovechar las diferencias entre sectores del peronismo, progresismo y la izquierda nacional cuando el candidato no convence a las mayorías. Esta elección también puede ser una nueva oportunidad.
Por último aparece el tan denostado Voto en Blanco, archienemigo de los focus group que, recostados en sillones enormes, profesan que el “sobre vacío” es hacerle el juego a la derecha, no jugarse por el futuro del país y demás enunciados que obturan las últimas ofertas electorales que se le brindó al campo popular: Daniel Scioli, Alberto Fernández y Sergio Massa.
A escasos meses de terminar el mandato, nadie puede desconocer que el Frente de Todos terminó siendo una gran propuesta electoral para derrotar al macrismo pero que no estuvo a la altura de la expectativa que generó el triunfo de 2019. Continuar con el acuerdo que llevó adelante el macrismo con el Fondo Monetario Internacional permitió que cogobierne los destinos del país con ajuste, inflación y pérdida de salario.
A semanas de ir a las urnas, el campo popular tiene que atravesar las contracciones de votar por un candidato al que no le tiene confianza porque “cualquier gobierno de este lado es mejor que uno de ellos”, “no queremos volver a pasar lo mismo que durante el macrismo”, “ya no tenemos fuerzas para resistir otros cuatro años”, “nos vienen a quitar derechos y con represión”. Todas verdades honestas pero que profundizan una democracia cada vez más endeble.
Porque no es necesario ir a las encuestas para saber que las PASO de Unión por la Patria las ganará Sergio Massa. Sí hay un dilema para saber quién ganará la interna entre Larreta y Bullrich. Y que Milei será la tercera opción electoral ya se sabe. Ante este escenario, el que ya ganó – parafraseando a la deshojada margarita – es Washington, que logró imponer a los cuatro candidatos más firmes de las próximas elecciones.
La intromisión electoral de los Estados Unidos en estas elecciones está más expuesta que nunca. Es a partir de ello que, más allá del rol que juegue el campo popular, ya se sabe que seguirá gobernando el FMI imponiendo políticas de ajuste y avanzado sobre los recursos naturales. Después será cuestión de elegir los pequeños, grandes o inmensos matices que diferencian a los precandidatos. Y suponer hasta dónde se animarán a ir.
Gane quien gane, y más allá de la repartija de votos, la clave será siempre empujar por la unidad del campo popular, para resistir o para avanzar.