Redacción Canal Abierto | La semana comenzó con el anuncio de un principio de acuerdo entre el FMI y Economía cuyos detalles aún no se conocen. Pero el organismo internacional y Economía aseguraron, al unísono y por redes sociales, que “se han acordado los objetivos y parámetros centrales” y que el acuerdo “busca consolidar el orden fiscal y fortalecer las reservas reconociendo el fuerte impacto de la sequía, el daño a las exportaciones y los ingresos fiscales del país”.
La letra chica se conocerá entre hoy y mañana pero en la antesala el ministro de Economía, Sergio Massa, dispuso una devaluación fiscal que llevó el dólar solidario de $460 a $495 (unificándolo con el dólar tarjeta), el dólar para importar servicios de $270 a $338, el dólar para importar bienes de $270 a $290, y el dólar para la exportación de maíz o productos regionales de $300 a $340.
Los expertos sostienen que estas medidas son un guiño al FMI para demostrar que Argentina está haciendo lo posible para obtener los dólares que necesita para afrontar los próximos vencimientos. Pero, sin un nuevo acuerdo, los próximos se volverán imposibles de pagar, con todo y buena voluntad.
“La renegociación obedece a que la deuda argentina es impagable. Ahora estamos un poco más livianos en términos de los acreedores privados, pero a partir de 2024 van a empezar a aparecer los pagos de deuda más fuertes a los bonistas. Argentina va a tener una carga de deuda entre privados, FMI y otros organismos multilaterales que la está llevando a un camino de insostenibilidad clara que va a tener que reestructurar”, sostiene María Emilia Val, especialista en sociología económica en el Centro de Estudios Sociales de la Economía de la Universidad Nacional de San Martín, e investigadora del CONICET.
Luego agrega: “El acuerdo se está revisando y flexibilizando porque se están incumpliendo las metas en las diferentes revisiones”.
¿Qué ocurrió con el acuerdo al que arribó Martín Guzmán en 2020?
—El parámetro que tenemos de una negociación muy fuerte, que fue la de 2005, y la de 2020 fue bastante más humilde en términos de sus resultados porque lo que se logró fue básicamente bajar la tasa de interés, no se redujo nada del capital. Básicamente, se pateó la pelota unos años para adelante.
Lo que queda del acuerdo de facilidades extendidas va a requerir que el FMI se muestre un poco flexible. Y a partir de 2024, cuando tenga que hacerse un nuevo acuerdo para refinanciar la deuda que queda, vamos a ver qué sucede en varias cuestiones: en relación a los mercados internacionales y en la orientación de la política económica del nuevo gobierno. Porque Mauricio Macri pudo financiarse en los mercados internacionales al ritmo y en el monto que lo hizo porque Argentina estaba relativamente desendeudada en dólares.
¿Hay un buen acuerdo al que puede arriba Sergio Massa en estas negociaciones?
—Un buen acuerdo es no tener al FMI condicionando tu política económica a través de un préstamo. Hasta ahora, el Fondo se mostró bastante flexible. En términos ideales, un buen acuerdo sería aquel que te permita crecer y a partir del crecimiento, pagar. Uno negocia un acuerdo con desembolsos y pagos y ciertas condicionalidades que se pueden ir revisando, pero no sé cuánto se puede hacer como novedoso.
Las recetas tradicionales del Fondo son las que conocemos: ajuste fiscal, generar una recesión para que bajen las importaciones, a partir de ahí generar superávit externo para generar las divisas para pagarles a ellos y a todos los demás acreedores, porque el FMI actúa también como garante de repago de todas las deudas que tiene un país. En el medio pasa todo lo que pasa en la economía, en el tejido industrial y las repercusiones sociales que tiene eso.
Con esta deuda, con este orden geopolítico, con Estados Unidos estando un poco más flexible pero queriendo todo el tiempo mantener su hegemonía sobre el patio trasero, que es América Latina, con la economía como está, no sé cuánto más se puede hacer. Massa está incorporando elementos nuevos, como pagarle con yuanes al Fondo. Está mostrando cierta cintura en lograr acuerdos, en mantener cierta venia de Estados Unidos para, por lo menos, llegar a fin de año.
La flexibilidad que muestra el FMI ¿está relacionada con que no aumente la hegemonía de China en la región?
—Hay muchas cosas que están jugando ahí. China está disputándole a Estados Unidos por fuera, con sus bancos, y adentro de las organizaciones multilaterales de Bretton Woods, aunque todavía es un poco ambiguo y en algunos lugares juega un papel complementario.
También hay que tener en cuenta que el FMI es, en parte, un instrumento de la política exterior de sus principales accionistas, sobre todo Estados Unidos, pero también es una institución que tiene sus propios intereses. El Fondo tampoco quiere volver a pasar por una crisis de legitimidad en el sistema monetario y financiero internacional como la que tuvo a finales de los 90. Entonces, Argentina había sido el mejor alumno, había seguido todo el recetario del Fondo y había caído en una crisis impresionante.
Por otro lado, opera la lógica de la propia historia que tiene Argentina con el FMI, que es larga, compleja, con muchos hitos. Argentina es un actor, en términos históricos, medio bipolar: tiene gobiernos que se alinean automáticamente con Estados Unidos y con el FMI; pero por otro lado tiene una historia también de mucho cuestionamiento da las reglas del sistema financiero internacional. Con diferentes grados de éxito en sus estrategias, ha sido contestataria. Esa impronta argentina también juega en la negociación. En algunos momentos esto es bastante condicionante pero en otros nos da cierto margen de maniobra, como está demostrando ahora Massa. Estamos en una situación muy frágil, donde los actores con los instrumentos que tienen, en las condiciones en las que operan, están haciendo lo que pueden.
Patricia Bullrich, una de las precandidatas a presidenta por Juntos por el Cambio, está planteando que hay que abandonar el cepo. ¿Hacerlo no permitiría la fuga de los dólares que se necesitan para pagarle al FMI?
—Aunque en los últimos años se flexibilizó un poco, para el manual del FMI cualquier tipo de intervención sobre el mercado cambiario es una distorsión, aunque en los últimos días se mostró un poco más flexible a tolerar controles de capitales y entrada y salida de divisas. Pero, evaluando la situación argentina, no sé cuánto el Fondo recomendaría salir del esquema de control de cambio de un día para el otro.
¿De quién puede financiarse Argentina para «blindar» el Banco Central, como dice Bullrich?
—Es el tema, ¿quién nos presta? Porque no sé cuánto el FMI podría prestarnos más, porque todavía les debemos el préstamo multimillonario anterior. Argentina 2024 no va a ser Argentina 2016, los privados no van a estar dispuestos a darnos dólares.
Faltan las elecciones de agosto, las de octubre, y hay que ver cómo llega el Banco Central hasta ese momento y quién gana. Porque, además, los actores del mercado local e internacional siempre están operando para desestabilizar un poco más. Y la coalición opositora está trabajando activamente para que la bomba le explote al gobierno actual. Bullrich habla porque puede, porque en campaña se puede decir cualquier cosa, pero en la realidad es más complejo. No se trata sólo de los grandes actores, sino de los pequeños que hoy no pueden acceder al dólar ahorro. Si se abre esa canilla, bastante gente va a querer comprar dólares.
En los cálculos más optimistas, ¿cuánto nos va a llevar salir de la órbita del FMI?
—Vamos a tener al Fondo en la economía doméstica durante muchos años. Y después de las elecciones pienso que va a haber un alineamiento mucho más fuerte con las condiciones que imponga el FMI, que van a ser mucho más estrictas.
A menudo se le achaca al acuerdo conseguido que es inflacionario. ¿Qué responsabilidad tiene efectivamente en la inflación?
—El acuerdo con el Fondo y todas las dinámicas que impone no pueden comprenderse por fuera de toda la dinámica inflacionaria que tiene la Argentina. No creo que la causa de la inflación argentina sea el acuerdo, es una variable más de un problema multidimensional. Estas nuevas medidas recientemente anunciadas, al encarecer importaciones, servicios y bienes van a repercutir inevitablemente en el nivel de inflación, pero ya estamos en un régimen de alta inflación donde cualquier maniobra repercute en la inercia inflacionaria que tiene la economía. El problema es más de fondo, es más estructural, y dudo que si sacáramos al Fondo de la ecuación el problema se terminase. El FMI es una variable importante pero no es la única.
¿Hay forma de frenar la inflación y cumplir con el Fondo?
—En el contexto en el que estamos está bastante difícil.
Ilustración: Marcelo Spotti