Redacción Canal Abierto | “¡Hola a todos!” fueron las primeras palabras que Javier Milei soltó ante una plaza del Congreso nutrida, aunque menos concurrida de lo esperada por el oficialismo entrante.
Esa primera línea de Panic Show de La Renga y la voz ronca -como imitando a Chizzo Nápoli, el cantante de la banda- fue el único pasaje, digamos, liviano del discurso. A partir de entonces, el mandatario miró al pasado y no ahorró en culpas pretéritas para explicar este complejo presente.
“¡Nos han arruinado la vida!”, dijo sobre el último siglo, reduciendo al ridículo un análisis sobre los avances y retrocesos de nuestro país en múltiples problemáticas y desafíos. En la misma línea, exageró el diagnóstico sobre la crisis con pronósticos, por ejemplo, hiperinflacionarios en torno al “52% mensual” y “15.000% anual”. Todas cifras sin sustento ni respaldo, y que ya fueron desmentidas o relativizadas por economistas ortodoxos y heterodoxos, a la izquierda y a la derecha del presidente.
En definitiva, poco importan los datos de la realidad cuando el diagnóstico está resuelto de antemano, y lo que se ensaya es menos una respuesta que una extorsión: “No hay solución alternativa al ajuste”. Eso sí, lo novedoso es la celebración de la militancia convocada a tan dura proyección, incluido el aumento de la pobreza y el hambre.
La estrategia u operación política y mediática no tiene nada de nuevo: una administración asume y enarbola la “pesada herencia” (término acuñado por Mauricio Macri a partir de 2015) para justificar los errores u horrores que sobrevendrán. Y así ganar tiempo, o quizás capital político si es el desastre queda reducido en comparación al supuesto debacle anunciado.
También te puede interesar: Todos los hombres y mujeres del presidente
En este caso, hay que reconocer cierta coherencia con un relato ajustador que arrancó bien temprano: en campaña, con la motosierra como estandarte de los libertarios; y luego, poco antes de asumir, con el “no hay plata” que Milei repitió en cada una de las entrevistas con medios amigos.
Si de buscar un origen o la cúspide de este pensamiento se tratase, imposible no mencionar a quien es referente, ídola y una de las “grandes líderes de la historia de la humanidad” para el recién asumido mandatario argentino. “No hay alternativa” (There is no alternative, en inglés) fue el famoso slogan popularizado por Margaret Thatcher.
Durante sus 11 años en el poder, la ex Primera Ministra británica se limitó a seguir con poco criterio las recetas más polémicas y radicales de un conjunto de economistas neoliberales continuamente reivindicados por Milei, como el norteamericano Milton Friedman o los austriacos Friedrich Hayek y Ludwig von Misses. Todos ellos, caracterizados por su fanatismo anti-Estado y por su adoración al libre mercado.
¿Los resultados? Industrias previamente estables en la minería, la manufactura, el acero y más desaparecieron, y con eso la virtual desaparición de las comunidades que dependían de esos empleos. El ensanchamiento de la brecha entre regiones pobres y prósperas del reino vía reducciones impositivas a los más ricos, incrementó fuertemente la desocupación y deterioró el poder adquisitivo de los salarios, privatización de servicios públicos a mansalva y desmantelamiento de un andamiaje de seguridad y protección social que hasta entonces era un faro para las economías desarrolladas, entre otras cosas.
Para imponer su visión ortodoxa de la economía, avanzó contra sindicatos y reprimió duramente todo tipo de oposición a su programa. El conflicto más icónico –y que mejor ilustra su manodurismo– fue el despido, en 1984, de 20 mil trabajadores del carbón y la declaración de ilegal de las protestas obreras.
Unos años antes, se había mostrado inflexible ante las huelgas de hambre de los republicanos irlandeses prisioneros en Irlanda del Norte. La medida fue desconvocada después de que diez prisioneros fallecieran ante la indiferencia de Thatcher, lo que terminó desencadenando en una radicalización del conflicto independentista y el ascenso del Sinn Féin, hasta entonces un partido minoritario, en una fuerza política de primer orden.
La cruel imagen que construyó de sí misma, la dureza de sus posiciones –en muchas ocasiones, sobreactuada e innecesaria- y los resultados económicos desastrosos de su gestión hizo que en una de las elecciones de medio término se popularizara el slogan: “Si Maggie es la respuesta, la pregunta debió ser muy tonta”.
Foto: Telam