Redacción Canal Abierto | A casi un mes del fatídico debate en Atlanta que lo puso en ridículo y tras varios traspiés públicos, Joe Biden cedió a las presiones y renunció a la candidatura para su reelección como presidente de los Estados Unidos.
Lo hizo a través de una carta donde defendió los logros de su gestión en estos tres años y medio, obviando -por supuesto- los fracasos o falencias que lo llevaron a dar un paso al costado.
Por cierto, se trata de una renuncia histórica en un país en el que es uso y costumbre darle la chance de un segundo tiempo a sus mandatarios. En el pasado, sólo Lyndon Johnson y Harry S. Truman declinaron esta oportunidad, aunque en ninguno de los dos casos con tanta proximidad a las urnas como ahora.
De todos modos, lo más relevante del texto de Biden fue el apoyo y respaldo a su vice, Kamala Harris. “Demócratas: es hora de unirse y vencer a Trump. Hagámoslo”, insistió el octogenario presidente.
De confirmarse, la ex senadora y fiscal volvería a hacer historia, como cuando se convirtió en la primera mujer afroamericana y de origen asiático en llegar a la vicepresidencia. Sin embargo, nada está dicho y aún queda un largo trecho.
Además de la venia presidencial, Harris ya consiguió muestras de apoyo de decenas de senadores y representantes, como Bill y Hillary Clinton. No así, al menos hasta el momento, de figuras como la ex líder de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, o el ex mandatario Barack Obama.
Es que la principal desventaja para Kamala es la de cualquier candidato en funciones: tendría vedada la bandera del cambio. Por el contrario, estaría obligada a enarbolar la idea de continuidad, poco atractiva para una sociedad desencantada y sumida en la polarización política extrema.
En parte por esto, no son pocos los gobernadores demócratas -por ejemplo, Shapiro (Pensilvania), Gretchen Whitmer (Míchigan), Roy Campbell (Carolina del Norte) o Andy Beshear (Kentucky)- que también se anotan para encabezar o acompañar las boletas de octubre.
En la misma línea, otros apuestan a nombres alejados de la política tradicional -del mundo del espectáculo, por ejemplo- e incluso promueven un operativo clamor por Michelle Obama, figura muy popular en el gigante del norte. De todas formas, varios rechazos previos (en 2022 llegó a decir que “detesta” que le pregunten al respecto) vuelven muy improbable la postulación de la ex primera dama.
En cualquier caso, quien fuera el o la elegida, se trata de un “barajar y dar de nuevo” para un Partido Demócrata que desde hace meses corre de atrás a Donald Trump.
Incluso antes del atentado en su contra, el republicano era el favorito en las encuestas. En buena medida, aprovechó la ventaja de ser percibido el candidato “jóven” o vigoroso, al menos en contraste a Biden. Hoy, en cambio, la que fue su principal arma puede volvérsele en contra: con 78 años, se convierte ahora en el candidato presidencial más viejo de la historia de EE.UU.
“El ESTABLISHMENT DE WASHINGTON, los medios que Odian a Estados Unidos y el corrupto ESTADO PROFUNDO hicieron todo lo posible para proteger a Biden, ¡pero él ha acabado abandonando la campaña, COMPLETA DESGRACIA!” fue la primera reacción del ex presidente a través de su red social Truth.
Pirotecnia verbal al margen, habrá que esperar a la Convención Nacional Demócrata que se celebrará en Chicago entre el 19 y el 22 de agosto para conocer el o la postulante, el grado de consenso con el que saldrá a la cancha y la estrategia con que buscará arrebatarle protagonismo a Trump.