Por Mariano Vázquez | El 15 de junio de 2015, el magnate Donald Trump anunciaba su intención de postularse para la candidatura presidencial dentro del Partido Republicano. No era tarea fácil: debía competir contra otros dieciséis candidatos que lo miraban con recelo, al igual que la cúpula partidaria, debido a su condición de outsider y sus modales provocadores. Ya había tenido dos intentos frustrados: el primero en el 2000, cuando buscó la nominación por el Partido Reformista, fundado por otro millonario excéntrico: Ross Perot; el segundo en 2012, esta vez por el Grand Old Party. En ambos casos, abandonó la carrera por la falta de apoyos.
Sin embargo, en junio de 2015 algo ya venía mutando en el humor social. En su primera aparición pública como precandidato, Trump lanzó lo que luego sería su retórica habitual de mentiras, con comentarios racistas: “Cuando México envía su gente, no envían a los mejores. Envían gente que tienen muchos problemas […] traen drogas, crimen, son violadores, y supongo que algunos son buenas personas”. Las repercusiones dieron vuelta al mundo. Los analistas políticos predijeron la caída en desgracia de quien había alcanzado alta visibilidad desde 2005 con el reality show The Apprentice, donde maltrataba a empresarios que competían por un premio jugoso y la posibilidad de dirigir alguna de sus empresas.
Dos semanas después de aquella diatriba antimexicana, Fernando Del Rincón, una de las caras visibles de la cadena CNN en Español, respondió indignado, enumerando los contratos que Trump había perdido con empresas latinas, y dijo: “Usted ofendió a la humanidad […] se llama xenofobia […] usted podría ser considerado un presunto violador de derechos humanos, ¿aun así tiene intenciones presidenciales, en serio? Usted cree que con esto siquiera pueda ser candidato a presidente, déjeme como mexicano hablar en su lengua nativa: I think your universe is smaller, from my point of view your universe could soon collapse, and by the way, I am Mexican (creo que su universo es más pequeño, desde mi punto de vista su universo pronto podría colapsar, y por cierto, soy mexicano), en serio”.
Nadie estaba contento con sus exabruptos: ni la élite del Partido Republicano, ni los medios, ni las corporaciones. Sin embargo, Trump no estaba dispuesto a moderarse, ya que había detectado un creciente enojo que se venía macerando en amplias capas postergadas de la sociedad estadounidense. El enojo, la indignación, el odio se venían normalizando con fuerza en los medios de comunicación y en las redes sociales. La emergencia de las llamadas “nuevas derechas” (una forma de edulcorar al neofascismo) no era un fenómeno pasajero, y el empresario neoyorquino lo divisó rápidamente: ser grosero, misógino, homofóbico y racista daba bien en los focus group. Finalmente, ganó cómodamente la interna republicana y luego las elecciones presidenciales ante Hillary Clinton, un nombre de peso en la política norteamericana.
En el peculiar sistema electoral de los Estados Unidos, el presidente es elegido de manera indirecta a través de un Colegio Electoral de 538 electores, de los cuales se necesitan al menos 270 para ganar. Además, el que obtiene un Estado (aunque sea por un voto) se lleva todos los electores –no hay sistema proporcional–, lo que permitió que Trump alcanzara la presidencia para el período 2017-2021 a pesar de haber perdido el voto popular por casi tres millones de votos.
Cuatro años después, tras perder las elecciones con Joe Biden, otra vez los analistas dieron por terminada la carrera política de Trump, especialmente después de incitar a sus seguidores más alienados para que asalten el Capitolio el 6 de enero de 2021, en un último y desesperado intento para desconocer los resultados electorales. La primera potencia mundial mostró al mundo imágenes dantescas de un intento de golpe de Estado comandado desde la propia Casa Blanca. No hubo castigo para el conspirador.
Los récords de Trump
Las especulaciones acerca de una elección cerrada y un tedioso conteo de varias semanas cayeron en saco roto. En la madrugada del miércoles, pocas horas después de cerrados los comicios, las exit polls (encuestas de boca de urna) mostraban a Trump victorioso y rompiendo varias marcas políticas. Una de ellas es que, tras 131 años, se convirtió en el segundo presidente en lograr dos mandatos no consecutivos.
El diario británico The Guardian le subrayó ácidamente otro hito: “Trump se convierte en el primer criminal convicto en llegar a la Casa Blanca. A sus 78 años, también es la persona de mayor edad jamás elegida para el cargo”. Son 34 los cargos que pesan en su contra. La agencia estadounidense AP se refirió en términos similares: “Donald Trump acaba de ser elegido el 47.º presidente de Estados Unidos, un sorprendente regreso político para un expresidente que se negó a aceptar la derrota hace cuatro años, enfrentó decenas de condenas por delitos graves y sobrevivió a dos intentos de asesinato”.
Trump y un retorno recargado a la Casa Blanca, tras propinar una derrota feroz a Kamala Harris y al Partido Demócrata. Ganó tanto en el Colegio Electoral como en el voto popular (rozando, hasta el momento, los 71 millones de votos, frente a los casi 66 de su oponente). En distritos con escrutinio casi terminado, el 90% se inclinó por Trump. Es elocuente el mapa del voto que publica el New York Times en este informe, donde las flechas indican los cambios en comparación con 2020: rojo es para Trump y azul para Harris. Mientras más grande la flecha, más grande el cambio. Harris perdió un promedio de cinco puntos respecto de Biden.
Trump se hizo fuerte en los swing states, Estados en los que el voto entre ambos partidos es históricamente parejo: Pensilvania (19 votos electorales), Carolina del Norte (16), Georgia (16), Michigan (15), Arizona (11), Wisconsin (10) y Nevada (6). Son considerados los Estados claves para definir al ganador. El republicano ya ganó en Pensilvania, Carolina del Norte, Georgia, y Wisconsin, y mantiene ventaja en los tres restantes.
Además, arrebató la mayoría en el Senado y podría hacerlo también en la Cámara de Representantes. Respecto de la elección contra Biden, Trump amplió su ventaja en el voto rural y suburbano, redujo la diferencia en zonas de tendencia demócrata y recibió fuertes apoyos de nuevos votantes, con gran adhesión entre varones latinos, a pesar de su verba racista y xenófoba (similar a la del presidente argentino Javier Milei, Jair Bolsonaro o Viktor Orban), avivada por el apoyo explícito del dueño de X, el ultra Elon Musk.
Trump ha prometido la deportación “más grande en la historia”. ¿Cómo se explica entonces el voto latino? Porque es un voto que contempla más la situación económica que la del origen o pertenencia racial. El estilo de Trump ha sido copiado por Milei: este llama “ratas” a los políticos opositores, mientras que Trump los denomina “alimañas”. Milei se autopercibe “emperador”, Trump quiere ser “dictador por un día”. Ambos ven a los periodistas y medios como “enemigos” y prometen venganza.
La errática política exterior de Trump en su primer mandato también es una incógnita en esta segunda vuelta. Sus declaraciones en estos últimos meses han sido contradictorias respecto de China, Israel, Rusia, América Latina y la Unión Europea. Hay más interrogantes que respuestas. ¿Incrementará la guerra comercial con Beijing? Ante la incertidumbre de guerra regional en Medio Oriente, ¿Israel se sentirá aún más impune que con Biden? ¿Le soltará la mano a Ucrania? ¿Cumplirá sus promesas antiinmigrantes y amenazas contra Venezuela y Cuba? ¿Se retirará de la OTAN?
Ante tantas preguntas, surgen certezas: La oficina del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, se apuró a informar que fue el primer líder en felicitar al presidente electo, que la charla fue cordial, que acordaron trabajar juntos por la seguridad de Israel y que trataron el conflicto con Irán. Esto acontece mientras las Fuerzas de Defensa de Israel anunciaron la partición del norte de la Franja de Gaza y la imposibilidad de retorno de sus habitantes, es decir, una limpieza étnica de la que nadie quiere tomar cartas, y el American Israel Public Affairs Committee (AIPAC), un grupo de lobby sionista en Estados Unidos, celebró que 318 candidatos, tanto demócratas como republicanos, resultaran electos con su respaldo. Más genocidio en pleno desarrollo.
En un mundo convulsionado, el próximo líder de la primera potencia mundial promete agitar aún más el avispero.
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Publicado originalmente en Sangrre