Por Nicolás Poggi* | En un contexto adverso para muchos sectores sociales, los jubilados supieron constituirse como un sujeto político opositor de envergadura ante el ajuste libertario.
En las tradicionales marchas de los miércoles –ya superaron las 1780–, azotadas con una feroz represión gubernamental desde que asumió Javier Milei la presidencia, el reclamo por los derechos de los trabajadores de la tercera edad logró erigirse en una bandera popular transversal. Un reclamo que supo aglutinar el apoyo de los hinchas de fútbol, en un fenómeno inédito en la tradición reciente de la protesta social, y el de organizaciones populares de base, gremios y colectivos de la sociedad civil.
Poner el cuerpo en la calle para repudiar el veto al aumento jubilatorio, exigir la extensión de la moratoria previsional y la provisión de los medicamentos gratuitos por parte del PAMI, entre otras demandas, no fue gratuito. La policía, a cargo de la ministra Patricia Bullrich, respondió con golpes, bastonazos y gases hirientes a las movilizaciones de las y los jubilados. Nada de eso, sin embargo, contrarrestó a este actor social.
Malas Palabras dialogó con cinco jubilados de distintas procedencias militantes e identidades políticas en la sede central de la CTA Autónoma, desde el trotskismo hasta el peronismo de base y la Teología de la Liberación. Con más de 70 años de edad, y un mayor o menor grado de participación en la protesta social de los últimos años, todos coinciden que no es momento de ceder, sino de redoblar la apuesta en las calles para hacerse oír.
Jorge Podolsky (76) y Virginia Fernández (70) pertenecen a la agrupación “Jubilados Insurgentes”. De profesión farmacéutico y docente, Jorge fue dirigente estudiantil, militante fabril y preso político durante las dictaduras de Alejandro Lanusse y Jorge Videla. Virginia, que ejerció toda su vida como enfermera, militó en los 70 y se jubiló a los 60 años, aunque siguió trabajando hasta los 64.
María Zulema Palavecino (73) trabajó en Entel y Telefónica, donde fue delegada gremial; María Ester Albarello (77) es psiquiatra jubilada pero sigue atendiendo en su consultorio particular; militó en la agrupación Guardia de Hierro, además se afilió al PJ en la presidencia de Héctor Cámpora, pero se desafilió durante el menemismo.
Y Marta Márquez (72), licenciada en Trabajo Social y ex presidenta del gremio de profesionales de la salud CICOP; desde fuera de lo partidario, su militancia provino del cristianismo revolucionario de la Teología de la Liberación.
A continuación, los fragmentos más salientes de un extenso diálogo sobre qué implica hacer política en tiempos de deep motosierra, y en torno al significado de exponerse en la esfera pública durante la tercera etapa de la vida.
–¿La militancia es algo nuevo en sus vidas o es parte de su historia?
María Ester Albarello: “La militancia es mi vida. Empecé a militar a los 21 años, fui pasando por distintos lugares y en el gremio, finalmente, encontré ese lugar para seguir militando. Empecé en el peronismo después del Cordobazo, y de ahí no pude parar. Es parte de mi ADN”.
Zulema Palavecino: “Yo también, más o menos a esa edad. Creo que nuestra generación fue cruzada por esa actividad militante porque era algo natural de un joven querer transformar la sociedad. En este momento, con tantas derrotas encima, los jóvenes ya toman más distancia”.
“También militaba en la facultad, en esos años no había nadie que no militara. Es más, empecé a militar casi como una obligación de decir “Quiero estar y saber qué hacer”; opinaba en las asambleas y no me perdía ninguna. Y bueno, me cruzó el golpe de Estado. Vivía en Neuquén y me tuve que ir de provincia en provincia. Un caso común, pienso que muchos habrán pasado algo parecido”.

“Después, cuando entré a trabajar en Entel, en los 80, me asenté porque era mi lugar. También trabajé en empresas petroleras, pero no me gustaba mucho. Yo quería participar en lugares donde pudiese ejercer alguna práctica gremial. Y ahí fui delegada”.
Jorge Podolsky: “Yo también soy un hijo del Cordobazo y de la generación del ‘70, una generación muy creativa, con muchas ganas de transformar la sociedad. Mi militancia empezó en el frente estudiantil”.
“A los pocos meses, ya por elecciones, fui dirigente estudiantil, estaba en la Comisión Directiva y desde ahí no paré. Después tuve militancia más comprometida: participé en frentes fabriles, estuve proletarizado, fui preso político en la época de Lanusse y estoy amnistiado”.
Virginia Fernández: “Siguiendo un poco lo que está diciendo Jorge, creo que la mirada política sobre la vida es lo que caracteriza a parte de la generación de los 70. Tenía 16 años cuando me contacté con mi grupo de secundario, en Vicente López, con un profesor de teatro que era un trotskista y que nos empezó a enseñar y a abrir la mirada sobre los grandes textos. Y después la vida me llevó a abandonar la militancia. Hice un pasaje muy leve por el kirchnerismo, pero no me satisfizo la manera de militar que tenían los compañeros”.
Marta Márquez: “Vengo de la otra vertiente de los ‘70 que es la militancia desde el cristianismo, la Teología de la Liberación, la militancia en barrio popular en la Villa 21. A raíz de esa militancia, sacerdotes del tercer mundo y todo eso, terminé estudiando la carrera que es mi profesión, que es Trabajo Social”.
“Durante un tiempo uní militancia con el ejercicio profesional: o sea, hice del ejercicio profesional mi militancia. Hasta que en los ‘90 entré, por primera vez, a trabajar en el Estado nacional, en la Comisión de Pensiones. Durante el menemismo fue la primera vez que me afilié a un gremio y empecé a militar en ATE, donde hicimos toda la pelea durante el menemismo”.
La ronda de los miércoles
–La posibilidad de ser reprimidos en una etapa de la vida en la que el cuerpo o la salud son más endebles, ¿les preocupa demasiado, tan solo un poco, o piensan que es una preocupación transversal a todas las militancias?
María Ester Albarello: “A mí particularmente no me preocupa, tengo ganas de salir a matarlos, eso es lo que me sale, necesidad de matar. Además, históricamente, me acuerdo de haberme enfrentado a la policía. Me acuerdo cuando llegó Perón a Ezeiza, a mí me tiraron gases lacrimógenos, hubo muchas corridas también. Es parte de la actividad, pero otros se asustarán, obvio, uno no va desprevenido, siempre tiene que tomar cuidado, pero me parece que la calle es nuestro ámbito de pelea”.
Zulema Palavecino: “No es que uno no tenga miedo porque a veces los ves ahí, que parecen extraterrestres esos policías que vienen tan pertrechados con esos cascos, con tapados, con esos escudos. Los ves de costado. Parecen robots, son grandotes y uno es un chiquitito, te parece que te van a dejar aplastado en el piso. Pero creo que el miedo se vence rápido con la conexión que tenemos con lo que estamos luchando, eso es más fuerte. O sea, el miedo queda a un costado y resistimos, todos estamos ahí”.

“No es que nos empujan y nos vamos, nos quedamos, tampoco los provocamos, no queremos que haya un muerto. Queremos defender nuestro espacio, la calle es un derecho y nos parece totalmente fuera del lugar que nos vengan a sacar. Gastan semejante cantidad de dinero en esos efectivos, para dejar la ciudad sin custodia. Nos parece desproporcionado. Aparte, ante la gente que falta, porque hay muchos que no pueden venir porque están mal de salud, no pueden caminar, sentimos también esa responsabilidad que estamos por ellos, eso nos hace resistir”.
Jorge Podolsky: “Hay dos tipos de miedo, el miedo a lo conocido y el miedo a lo desconocido. Creo que como todo ser humano es hasta natural que tengamos miedo. Yo desconfiaría mucho de las personas que dicen “No tengo miedo a nada”, es más, me parecería algo medio peligroso. En cuanto a la represión, sí, la conocemos, de la década de ‘70 la conocemos. El primer gas lacrimógeno lo recibí en el año ‘69, en la calle. Sé cómo es la represión, siempre digo que hay que conocer bien cómo actúan ellos para poder estar un paso más adelante y ser más inteligente que ellos”.
“Pero, sí, el miedo está y es sano tener el miedo que es precautorio para preservarnos, pero ¿preservarnos para qué? Para poder seguir militando y seguir luchando, ese es el objetivo. Yo no estoy de acuerdo con el concepto de un combate feroz a una represión que tiene una estructura absolutamente superior a la que nosotros tenemos. Nosotros vamos con una bandera, a lo sumo con volantes, con nuestras voces, no es lo mismo. Entonces, siempre planteo que tenemos que vencer al miedo y ser más inteligentes que la represión”.
Virginia Fernández: “Faltaría a la verdad si dijera que no me da miedo ver semejante espectáculo represivo para algo que estamos haciendo nosotros, que es tomar el micrófono, dar unas vueltas y mostrar nuestras banderas en el semáforo. Es decir, me parece absolutamente irracional. Por supuesto que tengo miedo, pero más que miedo tengo mucha preocupación, estoy cada vez más preocupada porque empiezo a percibir un revival de los discursos de los ‘70”.
“Es decir, los `zurdos de mierda, son todos chorros, van a correr, hay que matar a los zurdos´. Ese tipo de discursos que se instala en buena parte de la sociedad. Entonces, eso es lo que sí me da verdadero miedo y el otro miedo, el miedo de pensar que me pueden pegar, que me pueden gasear, que me pueden quemar, que me pueden tirar al piso como efectivamente hacen, es un miedo humano y es inevitable”.
Marta Márquez: “A mí sí me preocupa la represión y hemos vivido esto de hacer marchas desde el sector de salud, y de tener que marchar con la policía al lado, es una sensación en la boca del estómago, tener que marchar con la policía al lado. También me preocupa que hemos marchado con compañeros, más jóvenes, muy jóvenes que nunca vivieron estas situaciones”.
“Y en una movilización, yo me sentí poniéndole el hombro a una compañera muy joven, una enfermera que estaba asustada porque la policía la pecheaba, la empujaba. Entonces, eso sí, a mí me preocupa y me vienen todas esas vivencias. Por supuesto, eso no significa que uno no debe estar en la calle. Lo que sí pienso es que tenemos que hacerlo colectivamente, que es la manera en que se pueden enfrentar estas cosas, que son graves. Yo no quiero ni minimizar, ni quitarle el precio de pensar que por eso no vamos a salir, pero estoy preocupada”.
El pueblo los abraza
–¿Qué sintieron en las últimas semanas tras recibir un súbito e increscendo apoyo popular a la marcha de los miércoles?
María Ester Albarello: “Lo de los hinchas me pareció maravilloso porque, además, ellos no son barras bravas, me pareció una cosa muy nueva, bárbara. La sensación es que empieza a movilizarse ya organizadamente cada uno con su identidad defendiendo en forma colectiva, en este caso a los jubilados”.
Zulema Palavecino: “A mí me encantó, pero no sólo me encantó, sino que noté una onda expansiva de apoyo, de felicidad. La gente decía “Qué suerte”, a los que no podían ir les parecía fenómeno; entonces, era como que todo el mundo empujó eso. Ahí se notaba los que estaban sufriendo en silencio, porque ven que les están pegando a un sector tan vulnerable y la gente decía “Pero será posible”, y no sabían qué hacer”.
“Para mí fue el apoyo más genuino que tuvimos, porque los hinchas de fútbol son los representantes de su barrio y equipo. Es lo más genuino. Están metidos en el corazón de todos los barrios, todo el mundo tiene un club en el corazón”.

Jorge Podolsky: “Lo que ha ocurrido es un fenómeno sumamente interesante porque, en realidad, los que respondieron con sensibilidad y solidaridad no fueron precisamente los sectores que supuestamente tenían que haber respondido: los partidos políticos, los sindicatos tradicionales, la CGT. Respondieron los sectores que yo considero más sanos, los más sensibles”.
“Es como en una familia psicopateada: el sector que se revela es el más sano y es así como ha pasado en la sociedad. Los hinchas tienen una característica: son espontáneos y se expresan muchas veces en la cancha con sus gritos, expresan sentimientos populares y lo que pasó fue la explosión de sentimientos populares frente al ataque que nos hacían como jubilados”.
Virginia Fernández: “Lo que nosotros vemos es que nuestra persistencia a través de los miércoles, en mínimos números al principio, fue siendo cada vez más apoyada por sectores en lucha de distintos lugares. Empezaron a acercarse los obreros de fábricas ocupadas o de fábricas de las que habían sido despedidos o suspendidos”.
“Se empezó a acercar la gente de la salud, vinieron del Hospital Bonaparte, la gente del Garrahan, del Ministerio de Salud. Empezaron a venir sectores porque, evidentemente, nos hemos convertido en una vanguardia, aunque suene presuntuosa; es decir, hemos sido el único sector coherente en su lucha a través de todos los miércoles”.

Contra el edadismo
–Para el relato dominante, la tercera edad es un momento de la vida destinado a ser abuelos o, en el mejor de los casos, a retirarse a sus casas para despilfarrar consumo y ocio. ¿Qué piensan al respecto?
María Ester Albarello: “Particularmente no voy a marchar los miércoles, pero porque me voy a las otras marchas, por la defensa de la salud, del Bonaparte y también allá donde yo vivo, en San Isidro, con el tema de la interrupción del embarazo. Me emociona esto, el concepto de la vanguardia, que también fue vanguardia en otro momento. Esto es lo que tiene que ver con lo que uno fue aprendiendo en aquellos años, por eso estamos acá y seguimos”.
Zulema Palavecino: “Y sí, digamos que una vanguardia uno se imagina que va cambiando con las épocas. O sea, hay épocas donde la vanguardia es un sector, otra vez otro, pero por esas casualidades de la vida, uno fue antes y sigue siendo ahora, que nos toca en distintos sectores y volvemos a estar. Es casi un privilegio. Nosotros tomamos esta posta con mucha responsabilidad, como era la militancia en aquellas épocas”.
Jorge Podolsky: “A mí se me estaba ocurriendo en estos momentos hacer un nuevo banner, una nueva bandera que diga `Viejos son los trapos´. Porque en realidad la sociedad va evolucionando, es decir, en los años 70 uno cazaba el periódico de elección y si leía `el sexagenerario´, lo reventaban al pobre tipo”.
“Ya directamente uno cumplía 60 años y era un fósil viviente; es decir, la sociedad fue evolucionando. Y, en realidad, la biología nos apoya, porque la biología ha descubierto que las neuronas siguen generando en nuestro cerebro independientemente de nuestra edad. Y muchos creativos, escritores y científicos elaboraron sus mejores obras después de los 70 años. Entonces, estamos fresquitos y, además, nuestra práctica demuestra todo lo que podemos hacer”.
Virginia Fernández: “Creo que la vejez es un concepto cultural que tiene que ver con un sistema de valores que corresponde a este sistema donde se ve como el momento de la vida en que la vida se termina. Cuando, personalmente, creo que es el momento en que uno puede redescubrir qué quiere ser, después de haber pasado toda la vida más de 10 horas fuera de la casa produciendo capital, produciendo riqueza”.
“Entonces, me parece que esa es la idea que tenemos que modificar socialmente, para que la vejez sea una etapa de experiencia, de placer, una etapa donde uno redescubre o descubre cómo completar ese día que por fin le pertenece completamente”.

Marta Márquez: “Pensaba en dos cosas frente a la riqueza de conceptos. Una es la pregunta de qué otra cosa haríamos más que militar, si hemos militado en diferentes espacios todo el tiempo. Y también pensaba en la frase de Bertolt Brecht: `Los que luchan toda la vida son imprescindibles´, pero no imprescindibles para colgarse un galardón, sino imprescindibles para la transmisión, para la necesidad de transmitir a las otras generaciones”.
*Publicada originalmente en la Revista Malas Palabras.
Fotografías: Leo Vaca