Por Diego Leonoff | En la noche del 24 de octubre de 2023, a penas 48 horas después de la elección general que terminó en derrota de Juntos por el Cambio y confirmación del balotaje, Mauricio Macri recibía en el living de su casa a los hermanos Milei.
En secreto y luego de una campaña repleta de durísimas acusaciones entre candidatos de derecha y ultraderecha, se empezaba a cerrar el “pacto de Acassuso”. Este consistía en el respaldo macrista a la candidatura libertaria -con financiamiento y fiscalización incluida- a cambio de espacios de gestión en el futuro gobierno.
De la reunión también participó Patricia Bullrich, quien pasaría de candidata mimada del expresidente a primera en repudiar el liderazgo de este. La lista se engrosaría con el correr de los meses, debates parlamentarios y a fuerza de billetera desde el Estado nacional. En esta nota, un breve repaso por algunos a los que hoy Macri califica como los “que tenían precio y ya fueron comprados”.
El candidato a vice de Juntos por el Cambio, Luis Petri, fue uno de los primeros, en tándem con la ministra de Seguridad. En la repartija, se hizo con la cartera de Defensa, espacio de máxima visibilidad en un gobierno más que a fin al universo castrense y su pompa.
Sin embargo, el pase más resonantes y doloroso para el ecosistema macrista llegaría unos meses más tarde, con el intendente Diego Valenzuela, quien en las últimas horas acusó recibo y negó ser uno de los “comprados”: “Lamento que la frase esté tan alejada de la realidad”.
Pero el de Tres de Febrero no sería el único intendente en cambiar de filas: le siguieron Ramiro Egüen, de 25 de Mayo, y Fernanda Astorino, de Capitán Sarmiento, entre otros.
De igual manera, varios gobernadores, como los ex Juntos por el Cambio -si es que aún existe tal espacio- Leandro Zdero (Chaco), Alfredo Cornejo (Mendoza) y Gustavo Valdés (Corrientes). O el chubutense Ignacio Torres, en un principio blanco predilecto del bullying libertario y hoy uno de los mayores beneficiarios de las transferencias directas de Casa Rosada a las provincias.
De todos modos, si hablamos de financiamiento discrecional, imposible no mencionar a los peronistas Osvaldo Jaldo y Raúl Jalil. Por nombrar uno de tantos favores, el veto al aumento jubilatorio contó con el aval de tres diputados que responden al primero y la sorpresiva ausencia de otra legisladora estrechamente vinculada al segundo.
Todos y cada uno de ellos pagaron con creces esta buena relación con el Ejecutivo nacional, casi siempre ordenando a sus legisladores acompañar la postura oficialista en el Congreso. Ojo, no fueron los únicos: circunstancialmente, la mayoría de los gobernadores supo negociar, acordar y devolver favores a su debido tiempo, como en los casos de Rogelio Frigerio (Entre Rios), Alberto Weretilneck (Río Negro), Claudio Vidal (Santa Cruz), Rolo Figueroa (Neuquén) y un largo etcétera.
A nivel parlamentario, son numerosos los ejemplos, pero el premio mayor al panquequismo se lo lleva Edgardo Kueider y un supuesto cobro de coimas para aprobar la ley bases. Similares sospechas sobrevuelan sobre Camau Espínola, también peronista y uno de los pocos que rechazó la expulsión de su par tras el escándalo en la frontera con Paraguay.
Otro caso obsceno, aunque menos resonante, fue el de la senadora neuquina Lucila Crexell, cuyo voto a favor del mencionado proyecto resultó a cambio de un nombramiento en la UNESCO (finalmente frustrado).
En la Cámara Alta, quien también se desentendió de la conducción de Mauricio Macri fue el cordobés Luis Juez: tras varios cruces con el ex mandatario, en enero de este año renunció a la presidencia del bloque del PRO y anunció sus planes para ser el candidato libertario a gobernador
En este racconto, imposible obviar a los tristemente célebres “radicales con peluca”, partícipes necesarios de la ratificación del veto al aumento jubilatorio de septiembre de 2024 y comensales en el asado que el Gobierno brindó a aquellos “87 héroes”. Es decir, los diputados Luis Picat, Mariano Campero, Mario Pablo Cervi, Martín Arjol, y Francisco Monti, una escisión del bloque aliado al oficialismo de la UCR (presidido por Rodrigo de Loredo).
Un análisis aparte merecen los ex funcionarios macristas y hoy devenidos mileistas, Federico Sturzenegger y Luis “Toto” Caputo. Aquí la cuestión resulta diferente: sus perfiles técnico e ideológico en pos de una Argentina neoliberal los exime de las mismas sospechas de corruptela que lanza su ex jefe. Son convencidos, soldados de la causa financiera.
Incluso en este contexto y a pesar del petardeo que significa la mencionada acusación de Mauricio Macri, Milei no descarta la alianza que viene tejiendo desde hace meses con algunos dirigentes del PRO en tierras bonaerenses: “El acuerdo marcha muy fuerte y yo no tengo ninguna duda de que entre el profe (José Luis) Espert, Cristian Ritondo y el “Colo” Santilli se van a poner de acuerdo para armar una estructura súper competitiva para arrebatarle la provincia de Buenos Aires al soviético, al comunista, al bolchevique (en relación a Kicillof)”.
El palo reciente de Macri también debe leerse como advertencia para estos últimos, contactos frecuentes con Karina Milei y Sebastián Pareja, los operadores políticos del oficialismo en la provincia más poblada de la Argentina.
Las acusaciones de un es mandatario sobre supuestas coimas o compra de voluntades por parte del Gobierno debiera ser hoy tapa de topos los diarios y causa suficiente para que un fiscal inicie de oficio una investigación judicial. En la Argentina de Milei, en cambio, parece aplicarse la premisa futbolística del “siga, siga”. Al menos, por ahora…