Por Inés Hayes | Cuando llegás a Timbre 4, Nana te recibe con un vinito y, en un español afrancesado, te invita al Cabaret de París de los años 30: luces bajas, un escenario pequeño y un piano que empieza a sonar. “Non, rien de rien, non, je ne regrette rien”, se escucha cuando ya Nana interpreta a Édith Piaf y la música y su voz te transportan a la noche de Montmartre.
Nana canta a Piaf puede verse en Timbre 4 (México 3554, CABA) los domingos 6 y 13 de julio a las 20.30.
Myriam Henne-Adda, más conocida como Nana, nació en París y estudió canto lírico, pero también otros géneros. A los 17 dirigió su primera obra. Antes de llegar a la Argentina viajó por el mundo, pero hubo algo de Buenos Aires que la invitó a quedarse.

¿Cómo se te ocurrió el show?
-Empecé haciendo shows de café-concert en Buenos Aires con canciones propias, mechándolas con un repertorio de clásicos franceses, y fueron las de Édith Piaf que tenían más repercusión dentro del público. Y me sorprendieron despertando algo muy visceral en mí. Me identificaba con su manera de extrañar, con su forma de cantar el amor, que a veces se parecía más a cantar ópera o a un grito. Sentía que sus canciones se podían entender más allá del idioma, que tenían un carácter universal, y que al público argentino le resultaban familiares. Eso me entusiasmó y me sigue fascinando. Poco a poco fui incorporando más de su repertorio hasta armar un homenaje que presenté en varios espacios, empezando con el mítico Notorious. Fue en febrero que finalmente pudimos presentar una versión más dramatizada cuando nos programó el “Festival Temporada Alta” en Timbre 4.
“Sentía que sus canciones se podían entender más allá del idioma, que tenían un carácter universal, y que al público argentino le resultaban familiares”
¿Cómo elegiste las canciones?
-Elegí los clásicos más emblemáticos, como La vie en rose, Non, je ne regrette rien y L’hymne à l’amour, y también temas que me tocaban especialmente y que podían dialogar con la cultura argentina como La Foule. Quería contar la vida de Édith a través de sus canciones, así que probé adaptar algunas a ritmos como el chamamé o la chacarera, e incluí temas menos conocidos como L’homme à la moto o Les Amants d’un jour que narraban historias que quería transmitir en ese momento.
¿Qué representa Édith Piaf en tu vida?
-Édith Piaf siempre estuvo muy presente en mi vida; nací en Montmartre, un barrio bohemio de París, y vivía frente al Hôtel de Clermont, donde ella se alojaba. Sentí una profunda identificación con su manera de expresar y vivir el amor, con su forma de cantar que a veces se acerca a la ópera o al grito, y con su manera de extrañar. Me entusiasma y me sigue fascinando su personaje, y en cada etapa voy descubriendo más de su vida, su filosofía y su insaciable curiosidad artística.
Ahora me reconocieron como Embajadora de Les Amis d’Edith Piaf en Argentina, una asociación que tiene su sede en Grasse, en Francia.
¿Cómo y por qué llegaste a Buenos Aires?
-Llegué a Buenos Aires gracias al tango; bailaba en las orillas del Sena y luego me obsesioné con todo lo que podía encontrar de argentino en París. Me quedé en Buenos Aires porque encontré algo muy fuerte en la gente, en su forma de vivir y de percibir el tiempo, algo con lo que me sentía muy identificada. También me atrajo mucho su movida teatral y artística, especialmente el escenario under, que es algo muy único en el mundo. Cada vez que volvía a París extrañaba Buenos Aires, así que decidí quedarme.
¿Qué es lo que más te gusta de esta ciudad?
-Lo que más me gusta de Buenos Aires es su gente, su caos, su imprevisibilidad y esa manera de hacerte vivir el presente constantemente. Me fascina su nostalgia y cómo revive el pasado en sus calles y su cultura, así como su mezcla de culturas europeas que me hace sentir en casa desde otro lugar, con la emoción a flor de piel permitida y el colectivo vibrando fuerte.
¿Cómo fueron tus estudios y tu vida en París?
-Crecí en un entorno mixto, tanto con gente humilde que con socialmente privilegiada. Me inicié en el canto lírico con una profesora de colegio que montaba óperas en los recreos en un barrio rapero, estudié en el Lycée Condorcet y luego seguí estudios literarios en las clases elitistas llamadas Preparatorias. Desde muy chica, el arte fue ganando espacio en mi vida: a los 12 empecé clases de canto, a los 14 teatro y a los 17 dirigí mi primera obra. Quise independizarme rápido porque mis padres no apoyaban mi vocación, así que trabajé de todo además de estudiar. Fueron años intensos en un París vibrante, mestizo y abierto, y siento que haber nacido ahí me dio el privilegio de viajar y de preguntarme quién hubiera sido si hubiera nacido en otro lugar.


Voz, guion, puesta en escena: Myriam “Nana” Henne-Adda
Piano, arreglos musicales: Mariano Sarra
Luz, asistencia de dirección: Nicolás Feu
Duración: 1h15 min
Además, el 5 de julio a la 20hs en Bebop Club (Uriarte 1658, CABA) se puede ver “Nana canta Sandro”

Foto principal: Internet