Por Ramiro Lorenzo | El 12 de agosto de 1991, cuatro músicos californianos lanzaban un álbum que, sin proponérselo del todo, cambiaría para siempre la relación entre el heavy metal y la masividad. Algunos dicen que fue el disco que acercó el metal al gran público. Para otros, fue la obra maestra de la brutalidad que Metallica destiló durante sus primeros años con una producción pulida y canciones que podían sonar en cualquier radio del planeta. Tres décadas después, “Metallica” –o simplemente el “Black Album”– sigue siendo un parteaguas en la historia del rock.
El proceso creativo fue de todo menos armonioso. Bob Rock, el productor canadiense elegido por la banda, recordó en Reverb.com que aquellos meses “no fueron divertidos ni fáciles”. La idea era llevar el sonido de Metallica a un nuevo nivel: menos velocidad, más peso, más dinámica. Para Lars Ulrich, fueron “nueve meses de infierno puro” (Loudersound).
El resultado fue un disco con una producción cuidada al extremo, donde cada golpe de batería y cada nota de guitarra parecían talladas en piedra. Múltiples tomas, cambios de tempo y ajustes minuciosos. Incluso Nothing Else Matters, la balada que James Hetfield escribió casi en secreto, se convirtió en una pieza central del álbum, grabada con la intención de sonar como si estuviera interpretada en vivo, según Ulrich.

Record de ventas
Con su LP homónimo de 1991, Metallica tiene el disco de metal más vendido de todos los tiempos. Y ahora, en mayo de este año, el “Álbum Negro”, ha superado la marca de los 20 millones de copias vendidas en Estados Unidos.
En la historia de la música grabada, solo 13 álbumes habían alcanzado hasta ahora la marca de los 20 millones.
Huellas imborrables
La apertura con Enter Sandman es una declaración de principios: un riff hipnótico, un ritmo aplastante y una lírica que juega con las pesadillas infantiles. Le sigue Sad But True, un tema pesado y lento que, en palabras de Hetfield, explora “el lado oscuro que todos llevamos dentro” (Classic Rock Magazine). Una afinación grave y el golpe de la batería de Ulrich la volvieron un clásico inmediato.
The Unforgiven muestra la capacidad de la banda para narrar historias sombrías, con un estribillo que se incrusta en la memoria. Nothing Else Matters, por su parte, rompió moldes: una canción íntima, sin miedo a la vulnerabilidad, que James Hetfield escribió pensando que jamás la tocaría para otros… hoy muy poca gente en occidente no la identifica al tercer acorde.
Black Album, Metallica… o disco sin nombre
La portada negra con la serpiente apenas visible y el logo de la banda en relieve terminó dándole un apodo que nunca figuró oficialmente. Para el grupo, era simplemente “Metallica”, un álbum homónimo que marcaba una nueva etapa. Sin embargo, parte del público lo bautizó como el “Black Album”, una etiqueta que, según Ulrich, “no nos molesta; al contrario, ya es parte de su identidad”.
Ese juego de nombres refleja también su dualidad: para unos, es un disco accesible que traicionó la crudeza del thrash; para otros, es la obra que hizo que millones descubrieran el metal.
Treinta y cuatro años después, las canciones siguen vivas en el auto, bares, estadios y playlists. No importa si lo llamamos “Metallica” o “Black Album”, lo cierto es que este trabajo logró lo que pocos discos de rock han conseguido: permanecer vigente, reinventar un género y convertirse en una referencia cultural que atraviesa generaciones.