Por Mariano Vázquez | El escrutinio oficial en Bolivia determinó que los votos nulos sumaron 1.371.049 (19,9%) y los votos blancos 172.835 (2,5%), es decir, N+B alcanzó los 1.543.884 votos (22,4%). El candidato más votado, Rodrigo Paz, obtuvo 1.717.432 votos (32% de votos válidos); seguido por Jorge Quiroga, con 1.430.176 (26,7%); Samuel Doria Medina, con 1.054.568 (19,8%); Andrónico Rodríguez, con 456.002 (8,5%); Manfred Reyes Villa, con 361.640 (6,7%); y Eduardo del Castillo, con 169.887 (3,2%). Los otros dos candidatos no alcanzaron el umbral del 3% que exige la ley electoral para conservar la sigla. Es decir, entre los ocho candidatos, la opción N+B ocupó el tercer lugar, quedando muy cerca del segundo.
Este fenómeno fue aún más evidente en el exterior. Allí, la opción N+B (29%) superó a cualquier candidato, mientras que Paz (28%) y Tuto Quiroga (27,5%) se disputaron el segundo lugar.
En la Argentina, donde reside la comunidad boliviana más numerosa, el N+B trepó al 45,5%, muy por encima de Paz (29,5%) y Andrónico Rodríguez (27,6%). El mensaje es inequívoco: un sector creciente rechazó la proscripción de Evo Morales y no se sintieron representados por ningún otro candidato.
En referencia a la participación, esta se mantuvo en los umbrales históricos de la última década: 87,9% en 2014; 88,3% en 2019; 88,5% en 2020 y 87% en 2025, por lo que, como sugirieron muchos analistas, no corresponde sumarlo como una expresión de “repudio” al proceso electoral.
¿Qué pasaría si se computarán los N+B como votos válidos? La tabla comparativa mostraría un panorama aún más revelador:
La disputa territorial que se viene
A pesar de no ser candidato, Morales, quien gobernó Bolivia durante casi 14 años, volvió a marcar la agenda política. Su influencia perdura a pesar de su salida del poder en 2019 tras el golpe de Estado, el exilio de un año en la Argentina y su posterior retorno. En las elecciones de 2025, Morales no pudo inscribirse debido a la colusión del Poder Judicial, el Tribunal Supremo Electoral y el gobierno de Luis Arce. Sin embargo, su llamado al voto nulo evidenció su capacidad para movilizar y polarizar a la opinión pública.
El desafío inmediato será proyectar ese descontento al territorio en las elecciones para gobernadores, alcaldes y concejales que se realizarán el 7 de marzo de 2026. Sin un instrumento político propio, Morales deberá recurrir a una sigla prestada y priorizar una acción política tendiente a recuperar el sujeto político del proceso de cambio tras la disputa fratricida en el MAS entre el sector de Arce y el evismo, cuya consecuencia fue la pérdida del gobierno, la fragmentación del bloque popular y una representación mínima en la Asamblea legislativa Plurinacional.
El Tribunal Supremo Electoral fijó la votación subnacional para el 7 de marzo, en la que se elegirán nueve gobernadores y 338 alcaldes. El MAS, que con la pésima gestión del gobierno de Luis Arce, pasó del 55% en 2020 al 3,17% en 2025, tiene tres gobernaciones bajo su control y 240 de 338 municipios. El interrogante es si el voto N+B, referenciado en Evo Morales, se trasladará a candidatos afines al evismo para sostener espacios de poder territorial.
En Bolivia, el N+B se constituyó en una fuerza política en sí misma, un espejo del descontento social y un factor que obligará a todos los partidos a replantear estrategias. Para el ganador del balotaje, gestionar ese voto será clave para consolidar su gobierno o padecer el escenario de fragmentación.
Además, la implosión del MAS -el único partido de alcance nacional, hoy en crisis terminal, sin base social ni futuro- podría beneficiar a otras fuerzas políticas emergentes que busquen capitalizar el descontento popular y la necesidad de renovación en la gestión pública.

Un contexto que no ayuda
Bolivia enfrenta un escenario económico crítico: inflación, un dólar paralelo que duplica al oficial, escasez de combustible y largas filas en las estaciones de servicio. En medio de este panorama, Rodrigo Paz, favorito en el balotaje, deberá decidir si se alía con la derecha neoliberal de Doria Medina, con la derecha autoritaria de Manfred Reyes Villa o si busca puentes hacia el centro político, evitando repetir las “megacoaliciones” que entre 1985 y 2005 gobernaron Bolivia manteniendo a la mayoría de la población en la pobreza y el atraso.
La historia también pesa en el balotaje que se realizará el 19 de octubre, el padre de Rodrigo Paz, Jaime Paz Zamora, cruzó los “ríos de sangre” para pactar con el dictador Hugo Banzer, lo que le permitió gobernar entre 1989 y 1993 y, luego, le devolvió el “favor” permitiéndole a Banzer gobernar entre 1997 y 2001, con Quiroga como vicepresidente.
De cara a 2026, la lucha por el control territorial será clave. Con una Asamblea Legislativa con mayoría abrumadora de la derecha, las elecciones subnacionales serán el termómetro del reacomodo de fuerzas en Bolivia.


