Por Federico Chechele | La falta de muñeca política es, quizás, el talón de Aquiles más visible del gobierno de Javier Milei. Es también el déficit que con mayor insistencia le señalan los empresarios locales, los organismos internacionales y hasta la propia administración de Estados Unidos. Esta semana volvió a quedar expuesto cuando el oficialismo tenía, en teoría, todo a su favor. Gobernar no es sólo contar votos, es saber cuándo avanzar, cuándo negociar y, sobre todo, cuándo retroceder. En ese terreno, el Gobierno volvió a reprobar.
Milei y su entorno parecen creer que el triunfo electoral de octubre les otorgó una fortaleza ilimitada para imponer cualquier agenda, aun cuando los números concretos no acompañan. Actúan como si los votos que no tienen igualmente existieran o, peor aún, como si los acuerdos que tejen no fueran a deshilacharse al primer tironeo.
El resultado es una nueva derrota en el Congreso, con gobernadores que se desmarcan porque los Aportes del Tesoro Nacional no alcanzan cuando el ajuste golpea en sus territorios, y con una calle que vuelve a ocupar el lugar que el oficialismo pretende vaciar. La política, una vez más, recuerda una obviedad que el Gobierno se empeña en desconocer: no se gobierna por redes sociales ni a las patadas, sino por correlación de fuerzas.
El plan del oficialismo era cerrar el año con un Presupuesto a medida y media reforma laboral en el bolsillo. Termina, en cambio, con un Presupuesto que el propio Milei salió a desautorizar a través de sus voceros y con la reforma laboral postergada para febrero. En el medio, pasó de todo.
La voracidad de ir por todo, aun cuando los acuerdos ya crujían, obligó a Patricia Bullrich a anunciar la postergación del debate de la reforma laboral y de la modificación de la Ley de Glaciares. La controversia se trasladó a Diputados, donde la oposición volteó un capítulo del Presupuesto 2026 que incluía la derogación de las leyes de Emergencia en Discapacidad y de Financiamiento Universitario. Ambas normas fueron ratificadas por el Congreso pese al rechazo de la Casa Rosada y avanzaron en el Senado sin modificaciones.
La intransigencia de la cúpula de La Libertad Avanza derivó en una derrota todavía más dura: no sólo no logró derogarlas, sino que tampoco pudo desenganchar la AUH y otras asignaciones de la actualización automática, uno de los ejes centrales del ajuste proyectado para el año próximo. El resultado es un Presupuesto “deficitario” y unas sesiones extraordinarias que terminaron sin nada para mostrar.
A comienzos de mes, la Casa Rosada había intentado aceitar voluntades abriendo la canilla de los ATN para Tucumán, Misiones, Chaco, Catamarca, Entre Ríos y Salta. Recursos a cambio de votos. Pero las lealtades provinciales tienen precio y, esta vez, lo ofrecido no fue suficiente. Tampoco alcanzaron las gestiones de Diego Santilli, que estrenaba el traje de ministro del Interior, y que pasó de jactarse de la aprobación inminente de ambas leyes a no atender el teléfono. La interna dentro del Gobierno entre quienes reclaman “gobernabilidad” (Adorni, los Menem y el propio Santilli) y el ala dura (Sturzenegger, Caputo y Bullrich) promete dar material para todo el verano.
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La postergación de la reforma laboral es, en este contexto, otro triunfo del campo popular. No sólo por lo que se expresó en las calles, sino también por el trabajo político, formativo y comunicacional que se sostuvo durante meses. Desde el anuncio del proyecto, las tres centrales sindicales, partidos de la oposición y organizaciones sociales y culturales lograron instalar con claridad que se trata de una iniciativa regresiva, pensada por y para los empresarios, sin un solo beneficio concreto para los trabajadores.
Aun así, el oficialismo -acompañado por sus bufones mediáticos coronados de gloria- intentó instalar los supuestos beneficios de la reforma, llegando incluso a presentar como positivo trabajar más horas por el mismo salario. La propia Bullrich sostuvo que “a los jóvenes les gusta mucho el nuevo sistema de horas de trabajo: el lunes 12 horas, el martes 12 horas y vemos si el viernes hacés mediodía”. Ayer la UBA anunció que el 70% de los trabajadores jóvenes es informal. Algo similar ocurrió con el discurso sobre la llamada “industria del juicio”. Esta vez, sin embargo, apareció un vocero inesperado de este lado del mostrador: Mauro Colagreco, el chef argentino más reconocido en el mundo, con tres estrellas Michelin en Francia, afirmó en la mesa de Mirtha Legrand que “en Argentina tengo 100 empleados y nunca tuve un juicio laboral”. “Un bendecido”, le retrucaron. “No -respondió-. Yo respeto a los trabajadores. Del bachero al gerente, todos están en blanco. Acá se cuestiona mucho al trabajador, pero poco al empresario”. La reforma laboral, explicada en criollo.
Los números no admiten eufemismos. El 72% de los trabajadores cobra menos de un millón de pesos mensuales. Se consolida la figura del trabajador pobre y el pluriempleo. Cierra una empresa por hora. Cada día, casi 400 personas pierden su trabajo. La industria opera al 60% de su capacidad instalada y, desde que asumió Milei, cerraron unas 20 mil empresas y se perdieron más de 240 mil puestos laborales.
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El año termina con el pueblo movilizado y rechazando el ajuste. Quizás hacer mención al “pueblo” suene pretensioso por la masividad de lo que representa la palabra. Sin embargo, durante todo el año, día a día, hubo resistencias sectoriales en las calles de todo el país que en un todo representa más que lo nominal.
Incluso en el plano electoral aparecieron señales de desgaste. Más de cinco millones de personas que habían votado a La Libertad Avanza y al PRO en 2023 no los eligieron en octubre. Y casi doce millones directamente no fueron a votar. El triunfo oficialista debería encender una alarma de responsabilidad para la oposición con un llamado a construir una propuesta que esté a la altura de las necesidades de la mayoría de la población.
Por eso el cierre del jueves en Plaza de Mayo deja una luz encendida para la pelea del año que viene. Pero previamente habrá que dejar las mezquindades de lado. La CGT convocó pero se apropió del escenario. Con la excusa de mostrar a su nuevo triunvirato, tensó al límite los futuros acuerdos de unidad con las demás centrales sindicales, organizaciones sociales y partidos políticos que, presentes en la plaza observaron con desconfianza cómo los voceros de la CGT alardeaban con discursos combativos ante la fragilidad de sus propias acciones.
Federico Chechele en X: @fedechechele

