Por Mariano Pagnucco (@ezepagnuco) / Revista Cítrica | Dos colores y una consigna. En el lado sur de la plaza del Congreso, todo está teñido de celeste y de rosa y la consigna que se repite en pañuelos, pancartas y carteles se resume en cuatro palabras: «Salvemos las dos vidas». Desde temprano andan dando vueltas los y las militantes «provida» que se ubican en los alrededores del escenario que está montado en avenida Entre Ríos e Hipólito Irigoyen.
El merchandising que más circula son los pañuelos celestes ($50) y lasbanderas argentinas ($80), pero también hay rosarios (de distintos tamaños y precios), cadenitas con imágenes religiosas y pósters de la virgen María. En una gran carpa blanca donde se leen carteles del Partido Democracia Cristiano y la organización Más Vida, chicas jóvenes estampan pañuelos con la consigna de cabecera.
De los pocos grupos que se identifican entre la muchedumbre que va creciendo mientras avanza la tarde, uno de ellos hace flamear en lo alto unas banderas blancas donde se lee «NUVIPA – Nueva Visión Para Mi País Argentina». Alguien dice «hay que ir para allá porque enfocan los canales» y todos se mueven en bloque hacia las vallas que parten en dos la plaza, donde hay móviles de televisión.
“¿Cuál es la solución para los abortos clandestinos? ‘Dar a los niños en adopción’”
Aparece Omar Duré, morochón, petiso y con barba negra un poco canosa. Se identifica como «secretario general» de NUVIPA en el país: dice que se trata de un «movimiento político» que nació en Venezuela y se fue expandiendo a Chile, Argentina y otros países:
-Trabajamos en siete ejes -describe Omar-: cultura, política, medios de comunicación, familia, espiritualidad… ¿cuántos van ahí? Ah, educación y economía.
-¿Cuál es la nueva visión que tienen para el país?
-Creemos que los justos deben gobernar.
-¿Quiénes son los justos?
-Los que gobiernan con amor y a favor de los derechos de todos.
Sobre la discusión en el recinto, dice que «el debate no se podía evitar» porque más allá de las cuestiones políticas, «el Señor está en el asunto». Cuenta que en Moreno, donde tiene base territorial NUVIPA, «las familias son numerosas» y que allí «el aborto no es la opción más elegida». Dice que tiene el pálpito de que la ley no va a salir. ¿Cuál es la solución para los abortos clandestinos? «Dar a los niños en adopción», responde.
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Pasadas las seis de la tarde, cuando el sol empieza a esconderse, el tránsito de gente se intensifica. Quienes portan pañuelos celestes, banderas argentinas, globos rosas, prendedores y pancartas variadas (una se pregunta «¿Una bacteria en Marte es vida y un corazón latiendo en la Tierra es nada?») ocupan una ele que va desde Entre Ríos y Moreno (allí está montado el escenario principal), sigue por Entre Ríos hasta Irigoyen (el otro escenario con pantalla) y dobla en Irigoyen hasta Solís. Tres cuadras de personas de diversas edades, algunas con atuendos religiosos, que circulan sin desbordes ni alteración. Los cantitos que se escuchan, esporádicos, llegan desde los parlantes del escenario y la animadora arenga: «Que se escuche la voz de los que defendemos las dos vidas».
“El aborto es una exigencia del FMI, son intereses extranjeros”
En Irigoyen y Moreno, la Policía de la Ciudad coloca vallas y despliega efectivos porque en ese punto la marea verde comienza a invadir.En esa frontera, que un pibe denomina al pasar «la franja de Gaza«, está Leo, 40 años, sobretodo y pañuelo celeste al cuello, que se planta ante un círculo de pañuelos verdes que lo rodea: «El aborto es una exigencia del FMI, son intereses extranjeros». Cuando el intercambio de argumentos se agota, las portadoras de los pañuelos verdes le cantan «Abortoooo legaall en el hospitaaal».
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Ya es de noche. Desde el escenario principal suenan los acordes del Himno Nacional. En el punto más alto de congregación de militantes en contra de la ley, todas las voces se unen para entonar las estrofas patrióticas. Al final, el conductor que está arriba del escenario lanza: «¡Salvemos las dos vidas! ¡Viva la vida! ¡Viva la Patria!«, y todos y todas responden con fervor.
En la pantalla se proyectan imágenes de marchas anteriores y sube a saludar Gisela Barreto, mediática de los noventa que vino desde Corrientes para decir aquí y ahora que «el aborto es un crimen» y que «una mujer libre es una mujer que se cuida». Luego cierra: «El cuerpo de la madre no es el del embrión, que tiene un ADN diferente al de los padres».
Minutos después, quien se apodera del micrófono es Viviana Canosa, que maneja con precisión la temperatura del público presente: «¡No tengamos miedo! Esto no es político ni religioso, esto es por convicciones». La gente se enciende en la noche fría de Buenos Aires. Canosa continúa: «No dejemos afuera a los hombres. ¡Aguanten los hombres! No estamos en contra de los hombres, estamos a favor de las dos vidas».
Lo que sigue es un show entre mediático y religioso: tres personas nacidas de violaciones suben al escenario a dar testimonio y con la ayuda de la conductora, que se ocupa de que el show no decaiga, las experiencias personales se mezclan con lágrimas, gritos y la consigna que nunca desaparece. Salvemos las dos vidas.
«Seguimos con más», dice Canosa en modo tevé. La locutora pide un tuitazo «para que sepa todo el mundo y se enteren los diputados que Argentina le dice no al aborto». El público saca sus celulares de inmediato, aunque esa potencia discursiva no se ve reflejada entre las tendencias de Twitter.
“¡Salvemos las dos vidas! ¡Viva la vida! ¡Viva la Patria!”
Después de la participación de un pastor evangélico que le pide a la gente que extienda sus brazos hacia el Congreso para que «Dios ilumine las conciencias de los diputados indecisos», llega el punto más alto del show. Sobre el escenario se improvisa un consultorio médico y Casona relata en vivo la ecografía a una embarazada. La imagen del feto se proyecta en una pantalla y los latidos del corazón se amplifican por los parlantes. «¡Esto es vida, es pura vida!», estalla la conductora. El público extasiado devuelve aplausos y gritos.
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Antes de la medianoche no quedan rastros del show ni de los escenarios, que son apenas esqueletos de metal en la oscuridad. Mientras llegan desde el lado Norte de la plaza los cantitos a favor del aborto, tanto Entre Ríos como Irigoyen están despejadas y sólo permanecen pequeños grupos apiñados contra las vallas, que comparten bebidas calientes para soportar el frío. La mayoría de los presentes está dentro de la carpa blanca, donde algunos estiran las piernas e intercambian pareceres sobre la jornada. «Se terminó el café», dice uno de los voluntarios ante la decepción de los que hacen fila con vasitos de telgopor.
A unos metros, delante de la Biblioteca del Congreso, también sobre Irigoyen, un grupo católico improvisa un altar sobre una mesita: mantel, flores, imagen de la virgen y velas. Velas como las que sostienen algunos fieles, que arman un ritual colectivo de rezos y arengas a favor de la vida y la Patria.
“Una mujer libre es una mujer que se cuida”
Sobre Entre Ríos, grupos evangélicos montan su propia ceremonia: una ronda de jóvenes tomados de las manos y en el centro uno de ellos lanzando intenciones al aire. Todos tienen los ojos cerrados. El que guía al grupo dice: «Que Dios toque el corazón de los diputados y del Presidente de esta Nación… Que los que están a favor del aborto cambien de opinión».
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Con las primeras luces del día se reactiva el movimiento y también la esperanza. Lo que sucede dentro del Palacio Legislativo, que hasta ese momento era un asunto secundario (no había pantallas ni monitores para seguir la sesión), se lleva todo el protagonismo. Mientras pasan las horas y los minutos y los segundos, el tiempo de la vigilia cobra otra dimensión. Se multiplican los rezos y las súplicas a la espera de la definición.
La foto final es de desolación. Ni los rosarios ni las imágenes religiosas pueden contener el llanto de la gente presente, que han mermado en número de la noche a la mañana.
Hay abrazos contenedores, palabras de aliento en medio de la tristeza y un gesto compartido por unos y otras: la mirada perdida en el cielo.